Concepción y congreso unicameral
Director de Derecho Universidad San Sebastián, Felipe Muñoz Levasier,
La hegemonía de Santiago y de la zona central adyacente, en desmedro de las demás regiones del país, es un problema histórico. Desde la época de la independencia, ya nuestra ciudad era fuente de un espíritu emancipador respecto de dominio central. Diego Barros Arana señaló lo siguiente: "Concepción quería tener un gobierno propio que pudiera resistir a las tendencias reaccionarias que parecían dominar Santiago". Los intentos por trasformar a Concepción en una capital política, cuyas decisiones fueran relevantes para el desarrollo nacional, y no sólo una plaza militar encargada de custodiar la frontera, terminó con la batalla de Loncomilla.
Desde entonces, los intentos regionales por delinear una identidad propia, influir en la toma de decisiones nacional, y recibir de manera justa los beneficios del desarrollo, han sido una constante. La creación de instituciones con sello regional, pero con alcance nacional, es un ejemplo de aquello. La centenaria Universidad de Concepción es el más destacado, más no el único. Las universidades San Sebastián y del Desarrollo también tienen origen penquista. Estas instituciones educacionales, junto a innumerables empresas, dan cuenta de una sociedad organizada, educada, emprendedora, participativa y algo rebelde.
Un congreso unicameral, ¿representará los intereses de la región y de los territorios más alejados de Santiago? Con un diseño como el propuesto, ¿Concepción logrará influir algo más en los destinos del país? La abrumadora evidencia indica que no.
Un congreso unicameral, donde cada congresista es elegido en proporción a la población, sólo acentuará la representación de Santiago y las zonas adyacentes. Estas concentran el 50% de la población y, en consecuencia, les correspondería el 50% de los diputados, versus la Región del Biobío, con algo más del 8%. Así las cosas, ¿en qué queda la promesa de la Convención de entregar más voz y voto a los territorios?
Las experiencias exitosas de países que han desconcentrado el poder territorialmente, con estados federales o regionales como Alemania, México, Brasil, España, Australia y Estados Unidos, por dar algunos ejemplos, contemplan junto a la Cámara de Diputados, un Senado. Este último es precisamente el órgano de representación territorial. Cada uno de ellos, independiente de su población, tiene igual número de senadores, en consecuencia, igual injerencia en la toma de decisiones, e igual peso en la creación de las leyes. ¿Cuál incentivo tienen los territorios para ser parte de una Nación, sino no pueden influir en su destino?
Siempre existe el riesgo de que los senadores respondan más a los intereses partidistas que regionales, y con ello traicionen su propia razón de ser, pero la decisión de la Convención de instaurar un congreso unicameral, con diputados elegidos en proporción a la población de cada región, resulta ser una contradicción con los propios fines que se ha autoimpuesto, cual es dar más poder a los territoritos. Un dato sirve para ilustrar la tendencia hegemónica del centro, de los trece convencionales que aprobaron la iniciativa, una abrumadora mayoría de diez, pertenecen a la región Metropolitana y Valparaíso.