Seis meses de la Convención
luciano silva, Convencional constituyente disfrito 20,
Cómo un ciudadano chileno, esposo, padre y pastor evangélico, no he querido enfrentar este histórico proceso desde el prejuicio, ni menos desde la falta de diálogo con personas que muchas veces se muestran petrificados en el "slogan" de viejas ideologías, que, incluso, no dominan intelectualmente. Sin embargo, y hay que decirlo con claridad, muchos son de sectores populares con grandes dolores. La sociedad chilena tradicional; la élite social, política y económica, los condenó a la marginalidad, hasta que se manifestaron con una energía inusitada, pusieron en jaque a un gobierno carente de estatura moral y lo derrotaron.
Estos 6 meses, he buscado que entiendan y sientan en su corazón, que el pueblo evangélico los comprende y acompaña, pero sin dejar de representarles aquellos temas en los que actúan de manera equivocada. Mi trabajo ha sido mostrarles que no pueden escribir una nueva Constitución para "el pueblo" y "los pobres", dejando fuera del diálogo al sector con mayor arraigo popular como lo es la iglesia evangélica, misma que se ha convertido en una barrera para evitar el narcotráfico, la violencia y otros males en las poblaciones y barrios más sencillos. En Chile hay 1 millón de hogares evangélicos donde no entra la droga.
Al respecto volver a consagrar libertades anteriores al estado como la libertad de culto, conciencia y expresión en este "nuevo contexto de cambio cultural" ha sido una labor difícil. He tenido que explicarles que la familia como base de la sociedad, y clave para el sano cambio y movilidad social, no puede ser reemplazada por conceptos "sui géneris" como "las comunidades" y que el derecho preferente de los padres a educar a sus hijos no puede ser reemplazado por el estado, cuando este justamente se ha mostrado incapaz de asumir tareas básicas.
Logré, con la lucha de la bandera cristiana al interior de la convención, que entiendan la diferencia abismal entre estado laico y uno "laicista". Este último, era camino a seguir, al comienzo del proceso constituyente, con el riesgo de sacar a las entidades religiosas de su trabajo en sectores públicos como las cárceles, hospitales y cementerios, donde realizan un trabajo que no puede hacer ninguna organización, partido político o política pública y a costo $0 por parte del estado.
Desde el día 1 de la convención, y a costo de muchas críticas injustas, mostré que para ser relevantes en un proceso donde la derecha no tiene opción de escribir una sola coma, era necesario ser dialogantes, bien intencionados y estar dispuestos a votar fuera de las lógicas de nuestro sector. Así me jugué por una profunda regionalización y la promoción de herramientas de democracia directa, apoyando iniciativas sociales urgentes en materia de vivienda, pensiones, salud, educación y minería, entre otras.