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Afinan detalles para reimpulsar la iniciativa

Reactivan proyecto para un Planetario Regional abierto a la divulgación científica

El gobernador Rodrigo Díaz iniciaron trabajo conjunto con el rector de la Universidad del Bío-Bío (UBB), Mauricio Cataldo para estudiar el plan de retomar el compromiso de construir el recinto en la zona.
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Por Carlos Ipinza Muñoz

En 2017 el Consejo Regional aprobó el proyecto que levantaría un planetario regional en el Campus Concepción de la UBB. Sin embargo, dicha edificación no se llegó a realizar debido a que fue perdiendo prioridad con los años y a un ajuste presupuestario.

Pese a lo anterior, la idea de contar con un centro científico a la disposición de la comunidad vuelve a estar en la palestra de proyectos regionales. Y es que el rector de la UBB, Mauricio Cataldo, invitó al gobernador regional para volver a impulsar la creación del Planetario Regional.

"Los equipos del Gobierno Regional le darán prioridad a este trabajo y no me cabe duda de que con la expertiz técnica que tienen los equipos de la UBB vamos a salir adelante, que esto va a ser aprobado, construido y puesto al servicio de la comunidad", sostuvo el gobernador Rodrigo Díaz.

El rector de la universidad, por su parte, destacó que este proyecto se había aprobado en su momento. "Algo que no ha cambiado porque será beneficioso, especialmente para la comunidad de Concepción y aledaños", dijo.

PRIMERO DE LA REGIÓN

Cataldo detalló que la incorporación de un edificio de estas características permitiría que la gente pudiese acercarse a la ciencia. "Aquí se realizará divulgación científica, no solo de astronomía, que es su área prioritaria, sino que también de otras en general", agregó.

Respecto a los cambios que sufrió el proyecto con los años, el rector señaló que el diseño del edificio es prácticamente el mismo y solo tuvo unas mejoras menores. "El equipamiento fino que estará en el interior va a ser más moderno, ya que han pasado los años y ahora existen equipos mucho mejores", complementó.

Con relación a los montos que podría llegar a costar financiar este proyecto, el rector señaló se realizó una actualización pero que aún no se cierra oficialmente. "Con la crisis económica y la pandemia todo sube, pero estamos ad-portas de sacar el valor final y eso se lo entregaremos a la gobernación cuando llegue el momento", aclaró.

Sin embargo, para que los vecinos de la región puedan disfrutar del planetario es necesario pasar por una serie de procesos antes de llevarse a cabo. "Primero tiene que pasar por todas las instancias de la gobernación. Una vez aprobado, hay que entrar en un proceso de licitación y estimamos que, luego de eso, estaríamos a 1 o 2 años para iniciar con las actividades propias de la construcción", detalló.

La locación de este edificio se ha mantenido desde su proyecto inicial en 2017. "Será al lado del gimnasio hacia el estero. Justamente cuando se ensanche la calle Collao, la calle vendrá por General Novoa y va a doblar hacia Collao, justo ahí estará instalando el planetario", especificó el rector.

Cataldo aclaró que, si bien es cierto que este edificio se construiría en dependencias de la UBB, estaría completamente disponible para el servicio de la comunidad.

Patrimonial fiesta boliviana

La Paz homenajea al Ekeko, su dios de la abundancia, con la fiesta de la Alasita

Una tradicional fiesta en la ciudad altiplánica celebra la figura todos los años y contempla una diversidad de esculturas hechas de yeso, piedra y hasta mascarillas quirúrgicas.
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El Ekeko, el dios de la abundancia protagonista de la Alasita, la patrimonial fiesta boliviana de los deseos en miniatura, es también la estrella de una muestra con más de 70 representaciones suyas hechas de materiales como yeso, piedra y hasta mascarillas quirúrgicas, y de distintas datas y tamaños.

Estas efigies hechas por artistas y artesanos de La Paz, o donadas por algunas familias, son parte de la colección de 123 ekekos del Museo Costumbrista "Juan de Vargas", que acoge la muestra "Alasita, tradición que perdura en el tiempo", explicó la responsable de esa entidad, Mónica Sejas.

Una de las salas está dedicada enteramente al "Iqiqu" o Ekeko, al ser el "personaje central de la festividad" de la Alasita y un "símbolo de prosperidad", señaló.

Esta relevancia se remonta a la época prehispánica, se mantuvo durante la colonia y perdura hasta estos tiempos, agregó la funcionaria.

La Alasita, o "cómprame" en aimara, es una de las tradiciones más antiguas de la cultura andina, cuando los paceños bendicen al mediodía del 24 de enero las miniaturas que representan sus deseos.

La fiesta, cuya feria se extiende por varias semanas, celebraba en su origen el solsticio de verano austral el 21 de diciembre, con miniaturas que se colocaban a deidades andinas como las illas para que a lo largo del año los deseos que representan se convirtieran en realidad.

LA EVOLUCIÓN

La festividad y sus símbolos se han transformado con el paso de los años hasta llegar a la actual expresión de lo ancestral fusionado con lo mestizo y urbano, lo que se puede apreciar también en la figura del Ekeko.

Así, en la época prehispánica lo que hoy se conoce como Ekeko estaba representado por una illa o efigie de piedra del dios Tunupa.

"En la época prehispánica Tunupa no tenía una carga, pero sí una joroba y se decía que la persona que tenía joroba era tocada por el rayo y podía cumplir estos deseos. Simbolizaba la abundancia", según Sejas.

Durante la colonia surgió la figura del Ekeko que perdura hasta estos tiempos, es decir, el muñeco regordete, con tez blanca, ojos claros y mejillas rosadas, cargado de diversos bienes a la espalda.

Esta representación pudo aludir, según los historiadores, a la apariencia del hacendado español Francisco de Rojas o bien a su yerno, el entonces gobernador de La Paz Sebastián de Segurola.

Segurola fue quien ordenó el traslado de la fiesta de diciembre a enero para conmemorar la victoria y resistencia ante un cerco indígena que castigó a La Paz durante varios meses en 1781.

"En nuestra época se mantiene esa misma estructura del personaje, pero también hay una variedad", destacó Sejas.

MUESTRA VARIADA

Precisamente esa variedad de rasgos, vestimenta, tamaños, materiales e incluso la carga que lleva el personaje se pueden apreciar en la muestra, que invita a un paseo histórico desde inicios del siglo XX a la actualidad.

La efigie más antigua es el diminuto Ekeko Sebastián, de principios del siglo pasado, acompañado por otros tres de cabeza movible hechos en el año 1917.

Otra figura que resalta es el Ekeko campesino hecho por la artista Graciela Astorga, con rasgos más indígenas, tez morena y que "representa más al pueblo", indicó Sejas.

También destacan el Ekeko de papel periódico de Pamela Tola (2019), otro de vidrio hecho por Carlos Ramírez en 1997 y uno de cuero con una inusual carga con torres petroleras y buques, entre otros.

Entre las miniaturas están dos efigies hechas con cerillas que datan de 2003 y 2007 y el más pequeño es uno tallado sobre la cabeza de un alfiler y que puede apreciarse con ayuda de una lupa o un buen teleobjetivo.

Hay otros de yeso, tela, tallados en piedra, madera, jabón y sal, y uno "gringo" de 1925, con cabellos rubios cubiertos por el tradicional lluch'u o gorro andino de lana y un sombrero.

Opinión

Un "campamento base" para la innovación local

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El 29 de mayo de 1953, hace casi 70 años, los montañistas Edmund Hillary y Tenzing Norgay lograron por primera vez llegar a la cumbre del Monte Everest, de 8.848 metros de altura.

El acontecimiento fue considerado tan notable, que cuando la noticia se supo en la sala de redacción del Times de Londres, el 2 de junio, compartió la página principal nada menos que con la coronación de la Reina Isabel II.

Para ser justos, los ingleses llevaban más de 100 años intentando subir esta cumbre del Himalaya, a la que denominaban Pico XV hasta 1860, cuando el geólogo George Everest determinó su altura y confirmó la leyenda local que decía que esta cumbre es la más alta de la Tierra.

Tres expediciones anteriores no lo lograron. Una de ellas, aún extraviada.

La travesía de Hillary y Norgay comenzó en la remota Katmandú, Nepal, el 10 de marzo de ese año, y llegar a la explanada desde donde emprendieron el ascenso tomó semanas. Los exploradores llamaron al lugar "campamento base", y con ese nombre funciona hasta hoy.

Sí, hoy. Y este 2022, cuando se estima que alcanzará la cumbre del Everest el montañista número seis mil, el campamento resulta ser clave.

Facilita las cosas.

¿Por qué? Pues, porque desde el campamento, que está a una altura de unos 5.500 metros, hay que subir 3.348 metros hasta la cumbre. La mitad de lo que tuvieron que hacer Hillary y Norgay, que recorrieron siete mil metros desde Katmandú.

Cuanta diferencia hace un campamento base.

La historia de las empresas de base científica en la Región del Biobío, de cientos de emprendimientos innovadores, se parece mucho a los intentos de llegar a la cumbre del Everest.

Cada año, parten en la zona iniciativas que brindan soluciones demandadas en el área de la salud, forestal, ideas creativas que tienen en común el desgaste de los primeros 5.500 metros que vivieron Hillary y Norgay.

Una montaña de papeleo. Dificultades para encontrar dónde probar un prototipo, dónde recopilar datos para un piloto. Ni hablar de financiamiento.

Se trata de ideas capaces de traer beneficios directos a la comunidad. Entonces, ¿cómo apoyarlas? ¿Cómo hacer para ellas un campamento base?

Dos puntos son claves.

Primero y de más largo aliento, hay que incorporar a la ciencia en el sistema que el Estado tiene para asignar recursos y tomar decisiones. La emergencia sanitaria, por ejemplo, demostró que se podía innovar usando soluciones basadas en conocimiento como la detección de Sars-CoV-2 en aguas residuales para saber el estado de la pandemia en la población. Que la ciencia puede dar respuestas a las necesidades del territorio, y que el conocimiento no solo queda en investigación.

Esta iniciativa pudo financiarse porque hubo consenso en su importancia, y este acuerdo logró allegar recursos. Esta fórmula devela un problema: no hay una glosa específica, un ítem que permita a la autoridad financiar la innovación para enfrentar una crisis.

Costear una innovación científica que brinde solución inmediata a un problema no es algo institucionalizado. Y debería. Acá es necesario el apoyo de parlamentarios y consejeros.

El segundo punto es estimular el ecosistema de I+D+i. Hasta hoy, buena parte de los emprendimientos de base tecnológica recorren cada vez los 8.848 metros hasta llegar a la cima y concretarse. ¿Por qué no situar un punto de encuentro más arriba y ahorrarles el desgaste inicial?

Pensemos en los campos clínicos que existen para que estudiantes de Medicina prueben sus competencias en centros de salud locales. Hay que dar un paso y facilitar, por ejemplo, que en estos mismos recintos se puedan probar dispositivos que son desarrollados en universidades locales o por los mismos innovadores en el sistema de salud.

Un ejemplo, de muchos, es el exitoso caso de SmartFES, innovación local que ha sido reconocida con varios premios a nivel internacional. Se trata de un dispositivo que alivia el síntoma de pie caído a las personas que han sufrido un accidente cerebrovascular, en proceso de certificación ISO 13485 después de 10 años.

El desarrollo del producto en sí, tomó 3. Pero la necesaria validación y las pruebas clínicas, 7. Simplemente porque no existe una estructura, un protocolo que facilite el proceso.

La buena noticia es que la Región del Biobío no parte desde cero. Hay ya camino recorrido en este sentido, que conviene sistematizar, idealmente en estos dos puntos que se mencionan arriba. Ahí está la cota 5.500. Ahí está el campamento base para la innovación local.

Paulina Assmann, Seremi de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación