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Lanzamiento busca ser una experiencia

Charly Benavente le pone "Merkén" a los ritmos urbanos

El músico presentará mañana su más reciente producción, lanzada digitalmente en 2020, ahora con un show en el Teatro Biobío con visuales, banda completa e invitados.
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Por Sebastián Grant Del Río

"Emocionante". Así define el músico originario de Arauco, Charly Benavente, lo que está próximo a vivir en el Teatro Biobío, escenario donde mañana presentará su más reciente producción, "Merkén", la tercera de una carrera iniciada en 2013.

La ansiedad, añade, también está palpitando frente a un hecho que a sus 34 años lo colma. Ello, al estar próximo a concretar un concierto que viene preparando y ajustando desde julio pasado.

La cita está programada a las 19 horas, en la Sala Principal del escenario bajo techo más importante de la Región. "Nunca imaginé que después de casi un año de liberar el disco, íbamos a poder hacer un show de lanzamiento", afirma, quien igualmente lo encuentra particular.

"Es raro, porque ya no son canciones nuevas para mí, pero como jamás las hemos presentado en vivo, se genera ahí una dualidad extraña, diferente al modo de operar antes de la pandemia", comenta, quien también ha estado durante todo este tiempo fuera de los escenarios.

"Sin poder sentir esos aplausos, que hasta he llegado a soñar con lo que viviremos el sábado", acota sobre la jornada que se extenderá durante unos 80 minutos.

Sobre la puesta en escena y desarrollo del mismo, Benavente señala que se trata de volver a lo natural. "No quiero adelantar mucho, pero será bien cargado a la antigua. Personalmente, transmitir la sinergia de la banda y la interpretación de las canciones es lo más importante", comenta, sin descartar sorpresas durante el tiempo señalado.

"Eso es un hecho", reafirma, quien estará acompañado por Sebastián "Balú" Gómez (bajo y dirección de la banda), Gerardo "Little G" Urrea (teclados), Maxi Sáez (batería) y Diego Medina en guitarra principal.

-Y tendrás invitados.

-Sí, las invitaciones de Vicente Cifuentes y Camilo Zicavo, de la Moral Distraída, las cuales se fundan porque participaron en el disco, no así las invitaciones de Bocho, que viene recién llegado de España y con quien me moría de ganas de estar (son muy amigos). Se sumarán Giyil, una tremenda colega, muy profesional y, también, porque creo que si hay un escenario de la envergadura del Teatro Biobío, hay que compartirlo con nombres locales, como ya lo hice con Giyil (2018), lo cual quise replicar.

EL SECRETO DEL "MERKÉN"

Lo que busca Charly Benavente es que mañana la jornada, guardando las distancias y cuidados propios de la pandemia, se convierta en una fiesta explosiva. "Un merkén más picante que nunca, una experiencia inolvidable", dice.

- Sobre aquello, ¿cómo escuchas y sientes el disco un año después de su lanzamiento digital?

- Lo siento explosivo, cada vez que lo escucho siento que el nombre le queda muy bien. Esa explosión de sabor tan característica del "Merkén" es muy parecida a la sensación sonora que entrega este trabajo.

- Con una propuesta que se interna en sonidos continentales.

- El concepto de este disco es el abrazo a Latinoamérica desde el Biobío, reconociendo la riqueza sonora del cono sur. Por eso hay una bachata, un bolero, una samba brasileña, una canción andina, una de protesta, un bossanova. Ninguna canción tiene la misma clave entre ellas, son todas de estilos musicales distintos, pero que convergen en sonidos urbanos y en una mirada hacia estos estilos, desde mi universo.

- Esa búsqueda apunta a sonidos urbanos, ¿por descubrir?

Sí, totalmente, sobre todo porque teníamos que converger en algún punto para unificar la diversidad estética (lo reconoce como su disco más experimental).

- ¿Por dónde van en tu música?

- Siento que con los sonidos urbanos pudimos darle un elemento en común al disco y así lograr que no fuese un popurrí, donde se pudo haber perdido el concepto.

"El juego del calamar": la cultura surcoreana conquista otra vez el mundo

La serie más vista del momento en Netflix encontró puntos en común en la erosionada clase media.
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En un mundo dominado por algoritmos personalizados y una oferta de contenido inabarcable, una serie surcoreana de nombre tan impreciso como "El Juego del Calamar" es por estos días la ficción más vista en 90 países y va camino de convertirse en el mayor éxito de Netflix.

La plataforma televisiva, que suele guardar sus datos de audiencia con gran secretismo, ya adelantó que su nueva ficción "tiene muchas posibilidades de convertirse en su programa más importante", según afirmó su jefe de contenidos, Ted Sarandos. De acuerdo con esta previsión, "El juego del calamar", que debutó el 17 de septiembre, podría sumar más de 82 millones de espectadores (cuentas de suscriptores) en su primer mes e imponerse así a "Bridgerton", "Lupin" y "The Witcher", hasta ahora las series de Netflix con mejor debut.

Se trata de un éxito que hace unos años parecía impensable para un formato rodado íntegramente en coreano, sin estrellas internacionales y que narra un imaginativo concurso en el que 456 personas agobiadas por las deudas compiten a vida o muerte por una jugosa cantidad de dinero.

Chile, Ecuador, España, Qatar y Oman son algunos de los 90 países en los que se mantiene en el número uno de Netflix.

Según las métricas de Google, las búsquedas relacionadas con la serie eclipsan a las de cualquier otro título, las zapatillas Vans que visten sus protagonistas han aumentado sus ventas en 7.800% y una operadora de internet surcoreana pidió a Netflix una indemnización por el incremento en el uso de banda tras el estreno.

En EE.UU. tardó solo cuatro días en llegar a lo más alto, derribando el mito extendido entre los estudios de Hollywood de que el público estadounidense es incapaz de seguir formatos rodados en otro idioma que no sea el inglés, aunque la supuesta alergia a los subtítulos ya se había quebrado ante fenómenos en español, como "Money Heist" y "Élite", o en francés, en el caso de "Lupin".

"Es un crecimiento salvaje. Producimos contenido local en todo el mundo y queremos que tengan impacto en los países en los que se hacen, pero de vez en cuando uno rompe en todo el mundo", analizó Sarandos.

Puede que las palabras del cofundador de la plataforma hayan ayudado a impulsar el formato, pero desde luego su potencial pilló desprevenido a Netflix, que solo promocionó el lanzamiento de "El juego del calamar" en Corea del Sur y ni siquiera ofreció pases de prensa en Estados Unidos.

OTRA VEZ DESIGUALDADES

A pesar de lo repentino que pueda resultar este fenómeno, "El juego del calamar" es una medalla más en la excelente estrategia de exportación cultural que Corea del Sur ha desarrollado en la última década.

Desde el baile del "Gangnam Style" hasta la fiebre por BTS y la histórica victoria de "Parasite" en los Oscar, el cine y la música surcoreanas han logrado penetrar en el consumo de masas de Occidente, que hasta hace poco solo prestaba atención a los países asiáticos con videojuegos y ficciones animadas japonesas.

Aunque muchos comparan "El juego del calamar" con productos anglosajones como "Los juegos del hambre" o "Black Mirror", lo cierto es que la serie (que de calamar no tiene nada) refleja la constante preocupación de Corea del Sur con la desigualdad y el endeudamiento.

"Las historias y los problemas de los personajes son extremadamente personalizados, pero también reflejan los problemas y las realidades de la sociedad coreana", detalló su creador Hwang Dong-hyuk.

La serie arranca con Seong Gi-hun, un hombre endeudado que contacta al organizador de una competencia que podría significar la solución a todos sus problemas. Allí encontrará a 455 personas de diferente clase social que comparte los mismos números rojos y lucharán de forma extrema por arreglarlos.

El argumento retrata la misma división social de "Parasite" o "Burning", una película independiente de 2008 que ganó el premio de la crítica en Cannes.

La economía surcoreana creció rápidamente en la segunda mitad del siglo XX y convirtió al país en una potencia mundial, pero las crisis económicas que ha encadenado desde los años 1990 fracturaron a una sociedad que, sin embargo, valora profundamente el estatus del éxito material.

Inesperado: el tanzano Abdulrazak Gurnah recibe el Nobel de Literatura

Nacido en Zanzíbar, su mayor éxito editorial es "Paradise", publicado en 1994.
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El Premio Nobel de Literatura distinguió al autor tanzano Abdulrazak Gurnah, narrador del poscolonialismo y quinto autor africano en recibir este galardón.

A Gurnah, que no figuraba en los pronósticos, se le premia "por su penetración intransigente y compasiva en los efectos del colonialismo y el destino del refugiado en el abismo entre culturas y continentes", según expresó la Academia Sueca.

Al respecto, Gurnah señaló que "este fenómeno que afecta particularmente a los africanos que viajan a Europa es relativamente nuevo, pero los europeos que fluyen hacia el mundo no es nada nuevo. Hemos tenido siglos de eso".

En su opinión, la dificultad de Europa para entender la situación se debe a una "especie de avaricia, como si no hubiera suficiente para todos".

El premio a Gurnah se enmarca en el cambio que la Academia Sueca ha aplicado tras la crisis vivida en 2017 por un escándalo sexual y de filtraciones que amenazó su prestigio y su supervivencia. Aparte de renovarse por dentro, expresó entre otras cosas su intención de ensanchar miras, en alusión al dominio abrumador occidental: el 81% de los ganadores son europeos o norteamericanos.

De ahí que las especulaciones de este año apuntaran a un escritor caribeño o africano, pero Gurnah no aparecía en los pronósticos de los medios ni en las de las casas de apuestas, que mencionaban al keniano Ngugi Wa Thiong'o, la nigeriana Chimamanda Adichie, Maryse Condé (Guadalupe) y Jamaica Kincaid (Antigua), entre otros.

Autor de una decena de novelas y varios relatos cortos, Gurnah nació en la isla de Zanzíbar en 1948 (cuna también del cantante de Queen, Freddie Mercury), pero se refugió en Inglaterra a finales de la década de 1960, huyendo de la persecución a ciudadanos árabes del régimen de Abeid Karume, surgido tras la independencia del dominio colonial británico.

En toda su producción hay un intento por evitar la nostalgia de una África precolonial y, aunque escribe desde el exilio, lo hace sobre todo de su relación con su lugar de origen, de ahí que la memoria juegue un papel central, como queda claro en su debut "Memory of Departure" (1987).

En "Pilgrims Way" (1988), Gurnah explora la realidad de la vida en el exilio, y en su tercera novela, "Dottie" (1980), hace un retrato de una mujer negra de origen inmigrante que crece en el contexto racial duro en la Inglaterra de 1950.

El éxito como escritor no le llegó hasta su siguiente libro, "Paradise" (1994), originado tras un viaje al este de África unos años antes, y su prestigio se cimentó con obras posteriores como "Admiring Silence" y "By the sea".

"Sus personajes itinerantes se encuentran en un vacío entre culturas y continentes, entre una vida que fue y una vida emergente, es un estado inseguro que nunca podrá ser resuelto", ahonda la motivación del premio.

"CREÍ QUE ERA BROMA"

"Estaba pensando: me pregunto a quién se lo darán", contaba el escritor en una breve entrevista a la web de los Nobel, en alusión a la llamada del secretario de la Academia Sueca, Mats Malm, para anunciarle la concesión del premio. "Creía que era una broma, de verdad", agregó.

Como no estaba muy convencido de que la noticia fuera real, decidió seguir en directo el anuncio de la Academia Sueca, momento en el que fue contactado por la web de los Nobel para la entrevista.

Aunque Gurnah sea africano, su elección refuerza el dominio claro de autores en lengua inglesa en el Nobel. Más de 30 galardonados, algo menos de un tercio del total de distinguidos, pertenecen a las letras inglesas, frente a 14 de la francesa y la alemana y once en castellano: el último, el peruano Mario Vargas Llosa (2010).