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El tema es abordado en una mesa de trabajo público-privada desde 2018

La permanente, compleja y habitual presencia del comercio ilegal en el centro penquista

Carabineros dice que por ahora no hay delitos asociados y que el problema excede el ámbito de la seguridad. En la semana se reforzaron operativos a propósito de las Fiestas Patrias. Este año se han decomisado más de 4.500 kilos de productos.
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alma.canales@diarioelsur.cl

Los primeros grupos llegan pasadas las nueve de la mañana. Porque llegan en grupos. Aprovechan de comprar café en los carritos que se instalan para atender a quienes deben realizan trámites en el centro de Concepción y que transitan por el paso Barros Arana, de camino a Tribunales o a algún banco. Toman café, conversan apoyados en las jardineras que el municipio pintó de rojo (y que no tienen árboles, aunque en algunos hay unas pequeñas plantas), donde apoyan sus cajas o bolsas con mercadería, mientras arman sus mesas -blancas y de camping, la mayoría- y colocan los paños donde exhibirán la más variada cantidad de productos. Esa es la rutina de los comerciantes ambulantes que de manera ilegal se instalan en el centro de Concepción.

Y hay que diferenciar a quienes lo hacen de manera ilegal, porque el municipio de Concepción ha asignado permisos para que un grupo de personas, la mayoría de ellas con alguna discapacidad, ofrezca productos en la calle.

Por la pandemia, y durante los meses en los que Concepción estuvo en cuarentena, prácticamente desaparecieron. Pero con la apertura, la cercanía de la primavera y de las festividades, quienes se dedican a esta actividad volvieron a copar las calles de la ciudad.

Solo en dos cuadras del paseo peatonal hay un centenar de vendedores. Esto tiene un impacto en el tránsito peatonal, pues cuesta moverse entre mesas y mantas, atravesar de un lado a otro de la calle o, a veces, acceder a los locales comerciales, donde se generan filas para ingresar producto de los aforos.

A veces esta rutina se altera, ya que periódicamente se están realizando acciones para frenar en parte el impacto que este sistema genera en el funcionamiento de la ciudad. Es lo que ocurrió esta semana. Por Fiestas Patrias, Carabineros organizó copamientos que, si bien no hicieron desaparecer a los vendedores, los obligaron a instalarse más tarde, pasado el mediodía.

Esto es algo que si bien se realiza de forma periódica, no puede llevarse a cabo todos los días, reconocen desde la institución. El problema del comercio ilegal, indican, va más allá de la seguridad y requiere de otras medidas y de más organizaciones para darle una solución definitiva.

Según algunos de los integrantes de la mesa de trabajo, hay que ajustar la mirada sobre el comercio ilegal, pues recuerdan que producto de la pandemia muchas personas perdieron sus puestos de trabajo y algunos ven en esta actividad la única forma de obtener recursos.

Lo habitual

Están repartidos por todo el casco céntrico, pero se concentran principalmente en el paseo peatonal, entre Castellón y Aníbal Pinto. La falta de espacio los ha hecho ampliarse hacia Caupolicán. La oferta es variada y ajustada a lo que esté de moda. Por ello, lo que más se ofrecen son mascarillas, de distintos tipos y colores. Cincuenta por mil pesos, consigna uno de los carteles instalados por uno los comerciantes frente a Bata.

"Las mascarillas, las mascarillas, las mascarillas, baratas las mascarillas", grita otra mujer en la cuadra siguiente, cerca del ingreso a la Galería Martínez.

Frente a ella hay otro grupo que exhibe el producto del momento: manteles plásticos con motivos "dieciocheros". Ocupan un espacio amplio, pues tienen varios modelos en oferta.

Esta semana además aparecieron las sábanas. Dos jóvenes ofrecen a 10 mil pesos un juego de dos plazas, envueltas en un paquete con el logo de Rosen. "Son de algodón, mire, tóquelas para que vea", promociona uno.

Están divididos por rubro, por decirlo de alguna forma. En Barros Arana, entre Castellón y Aníbal Pinto, se ubican los que ofrecen mascarillas, ropa, maquillaje, joyas y productos de bazar. Aquí están los juguetes, los productos para celulares. En el paseo de Aníbal Pinto están los que venden frutas y verduras. La mayoría se concentra en la intersección con Freire.

Aquí también se genera un pasillo, cercado por los carros de supermercado que ofrecen limones, tomates, lechugas, pepinos, naranjas y otros alimentos. Avanzar por la misma cuadra resulta complejo cuando el semáforo está en verde, pues hay que sortear los carros de supermercado y los vehículos que avanzan.

Antes resultaba más fácil diferenciar a los vendedores ilegales de los que tienen permiso. Los primeros andaban con mantas que colocaban en el suelo, donde ponían su mercadería. Si alguien avisaba que venía carabineros bastaba tomar las puntas del paño y caminar. Tal vez dar una vuelta a la cuadra esperando que la policía se retirara.

Ahora es más complejo hacer la distinción, ya que gran parte de los ambulantes optó por instalarse en mesas u ocupar las mismas cajas de cartón donde vienen las cosas que venden para instalar sus puestos.

Aún quedan personas con mantas, las que se ubican principalmente cerca de calle Aníbal Pinto. La mayoría son extranjeros que venden ropa, casi toda deportiva.

Copamiento policial

Cuando hay alguna festividad, la cantidad de personas en el centro aumenta. Bajo esta lógica, Carabineros organizó esta semana un copamiento policial, que consiste en el aumento de dotación en un lugar específico.

El trabajo fue evidente. Carabineros desplegó un gran contingente y vehículos policiales que se instalaron en el paseo peatonal.

El martes llegaron temprano y estuvieron hasta mediodía.

Los ambulantes comienzan a ponerse nerviosos. Algunos caminan, otros se afirman en las jardineras, fuman o toman café. Cuando ven que avanza la hora y que los funcionarios policiales siguen ahí, gritan "queremos trabajar, queremos trabajar, queremos trabajar", mientras aplauden.

A las 12 se agrupan y van a increpar a los efectivos de la patrulla instalada frente a la Galería Romano. Una treintena de personas se acerca. Los ánimos comienzan a calentarse. El tono de voz sube. Algunos empiezan a juntar cajas y cartones. Se instalan en la calle y cortan el tránsito vehicular.

Una mujer del grupo se acerca. Calma los ánimos. La turba se dispersa, los cartones son retirados de la calle. Los carabineros suben a la patrulla y se van. Son las 12.05 horas.

Los vendedores comienzan a instalarse. Lo más complejo es traer la mercadería. Varios de ellos hacen varios viajes a la galería del edificio Ymca. Con carritos transportan sus mesas y luego, sus maletas y cajas con productos.

El proceso les toma media hora. A las 12.45 todo el sector está inundado de comerciantes. Nuevamente cuesta desplazarse por el centro.

La ordenanza municipal de 2007 fijó multas entre 1 y 3 UTM tanto para quienes ofertan productos en bienes nacionales de uso público como quienes los compran.