El rostro humano del déficit hídrico
El próximo inicio de la temporada estival traerá, como ya es una lamentable realidad, el recrudecimiento de los problemas asociados al déficit hídrico y, en particular, las dificultades para proveer de agua apta para el consumo humano a los habitantes de varios puntos de la Región del Biobío.
Para quienes residen en los sectores urbanos más poblados, esta es una situación muy poco conocida, pues lo más común es que el vital elemento esté disponible con el sencillo acto de abrir las llaves de cada vivienda. Pero aquello -en apariencia tan sencillo- no lo es para un importante número de personas especialmente de zonas rurales, que se enfrentan a una verdadera batalla diaria por contar con agua.
Un reportaje publicado el domingo recién pasado en EL SUR, profundizó en estas situaciones que se registran en comunas de la Región, en algunos casos a pocos kilómetros de la capital regional.
Es el caso de Florida, donde actualmente 117 familias reciben agua en camiones aljibe. En promedio, por vivienda se entregan 300 litros de este recurso a la semana, el que debe ser utilizado, principalmente, para beber y cocinar. La mayoría no tiene capacidad de almacenamiento, así que, con el alza de temperatura en las próximas semanas, las visitas van a tener que ser más seguido y dejando menos recursos por vez, si no el agua expuesta al sol puede generar microorganismos y contaminarse.
Y si bien las últimas lluvias en algo aminoraron el déficit que se venía acumulando, complicó el acceso de los camiones aljibe, al dejar los caminos en malas condiciones.
Otra comuna cercana a Concepción que enfrenta con singular intensidad esta problemática es Santa Juana, donde ya en 2015 comenzaron a notar los efectos de la escasez de agua asociada a la megasequía que ya supera una década en el país. A esa altura, el abastecimiento natural de estas familias, como vertientes, ríos y riachuelos comenzó a verse mermado y a ser insuficientes para subsistir.
Actualmente, Santa Juana entrega agua en camiones aljibe a 400 familias y que se traduce en 1.085 personas. El camión aljibe pasa una vez a la semana y se entregan solo 50 litros, una cifra que no suele alcanzar para cubrir necesidades básicas.
Adicionalmente, a inicios de julio el municipio de Santa Juana denunció que había encontrado restos de arsénico en el agua de un sistema de agua potable rural y que abastecía a 29 familias en el sector Tres Rosas. Y aunque se trata de una situación que debe investigarse, es un hecho que se trata de una condición que genera extrema preocupación en la comuna.
Otras comunas -en especial de la Provincia de Biobío- enfrentan igualmente una compleja condición de falta de acceso al agua potable. Es el caso de Cabrero, que ya hace una década viene trabajando en proyectos de sistemas de agua potable rural (APR), cuando la escasez de agua no era aún evidente en el territorio. Actualmente la comuna cuenta con seis APR y pese a que eso permitió que la situación no fuera tan crítica este año, sí hay sectores que están presentando problemas.
En el caso de Nacimiento, se viene notando la sequía desde el terremoto del 2010 en adelante. En el sector rural son 3.500 los habitantes que contabiliza el municipio y 400 las familias que se abastecen de agua mediante camiones aljibe. Cada año, se suman más personas que necesitan esta forma de obtener el recurso hídrico al no encontrar acceso mediante otra forma.
La población rural nacimentana estaba acostumbrada a obtener agua mediante vertientes y los que viven más cerca de la cordillera de Nahuelbuta aprovechaban que la nieve derretida alimentaba las napas subterráneas, lo que les servía para vivir. Pero este acceso hoy es dificultoso.
Es evidente que el la escasez de agua afecta a un segmento importante de la población a nivel mundial (40% según estimaciones recientes), una cifra alarmante que crecerá con el aumento de las temperaturas globales producto del cambio climático. Por ello, es tan importante poner en relieve con mayor intensidad esta problemática que ya llegó también a Chile y golpea crecientemente a las familias, especialmente en las zonas rurales.
Para quienes residen en los sectores urbanos más poblados, esta es una situación muy poco conocida, pues lo más común es que el vital elemento esté disponible con el sencillo acto de abrir las llaves de cada vivienda. Sin embargo, en las zonas rurales se trata de una realidad que se observa con creciente intensidad.