Hay que fomentar el interés por la lectura
Es evidente que hoy un alto porcentaje de niños y jóvenes muestran poca motivación por la lectura y es una verdadera odisea que los profesores logren interesarlos en un libro. Por años, el tema ha sido recurrente para las autoridades del Ministerio de Educación. La respuesta recurrente que se suele dar es que frente al avance de la televisión y de los juegos por Internet, que atraen con su colorido, movimiento y temática, es poco lo que se puede hacer. La ley del mínimo esfuerzo los lleva a escribir en forma abreviada, saltarse las reglas ortográficas y encontrar todo hecho en los buscadores de Internet.
Pero la falta de lectura atrofia la mentalidad de nuestros niños y jóvenes, limita su vocabulario y, en algunos estratos, resulta evidente que más que pronunciar palabras tienen un vocabulario de difícil comprensión. También los estudios revelan una baja comprensión de lo que leen y que predomina la ley del menor esfuerzo cuando en la escuela, el colegio e incluso en la universidad copian y pegan trabajos bajados de Internet.
Desde 1988 se celebra cada 23 de abril el Día Internacional del Libro, tal como ocurrió el pasado viernes, fecha promovida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) con el objetivo de fomentar la lectura, para recordar los beneficios que tiene la lectura en las personas de todas las edades. En los niños, activa áreas cerebrales que potencian su atención, concentración y memoria, que son fundamentales para el aprendizaje. También ayuda a desarrollar habilidades lingüísticas en los lectores.
Un estudio nacional de lectura realizado por la Agencia de Calidad de la Educación reveló que seis de cada diez alumnos de segundo básico de la Región del Biobío no logran comprender completamente lo que leen. El 38% logró un desempeño adecuado, un 42,4% tuvo un desempeño elemental y un 19,6% resultó deficiente en la evaluación aplicada a una muestra representativa de estudiantes.
En este sentido, son dignos de destacar los esfuerzos que realizan muchos profesores en las escuelas por tratar de encantar a los niños con la lectura. No se trata de pretender reemplazar la televisión o la computación, sino de mostrarles que hay opciones. Si bien la iniciativa la toman los colegios, también la familia tiene mucho que ayudar. Los padres que no leen, difícilmente lograrán interesar a sus hijos en los libros. De hecho, en pocas casas hay una biblioteca de lectura. Además, el trabajo de los profesores es vital al seleccionar los títulos que resulten atractivos para sus alumnos, de manera que despierten el interés por leer y no se transforme en un aburrimiento.
Aunque la pandemia de covid-19 significó que buena parte del estudiantado participe desde sus casas y no en forma presencial, en los últimos años se han dado importantes pasos en los colegios. Algunos establecimientos entregan el carnet de lector de biblioteca a los alumnos en primero básico. Los bibliotecarios también deben dejar que los niños exploren y hojeen libros sin que sean reprendidos. La biblioteca debe ser un lugar familiar y cotidiano para los estudiantes.
La lectura complementaria no es una actividad aislada de los profesores de Lenguaje y Comunicación, sino que forma parte de un proyecto lector dentro del colegio, que debe ser compartido en la escuela y en la casa. La clave antes de comenzar un proyecto es detectar los intereses y motivación de los niños, más que los libros que interesan al docente. Si el sistema educacional quiere que los niños participen más, entonces ¿por qué no fomentar el darles un listado y que ellos escojan? Incluso puede ser que en el equipo de evaluación de las listas de libros se incluya a dos o tres niños de distintos niveles. En algunos países se opta por los "diarios de lectura", donde cada estudiante lleva un cuaderno con los libros que ha leído, sus impresiones y lo que a él le pasa con el libro, y cada cierto tiempo se junta con el profesor a discutirlo. El tema requiere soluciones creativas.
La lectura complementaria no es una actividad aislada de los profesores de Lenguaje y Comunicación, sino que forma parte de un proyecto dentro del colegio, que debe ser compartido en la escuela y en la casa. La clave es detectar la motivación de los niños, más que los libros que interesan al docente.