Desde su fundación oficial por parte del intendente de la provincia de Concepción, don Rafael Sotomayor en 1854, Coronel no contaba con un espacio público de esparcimiento y un monumento que le caracterizara. Tenía dos plazas: una era la de armas, situada al sur de la naciente villa, vacía por muchos años al estar en los límites de la ciudad, y otra donde estaban algunos muelles. Es la zona que hoy rodean las calles Los Carrera, (Luis) Cousiño y Remigio Castro.
En 1879, el entonces cónsul británico y rico empresario Federico Guillermo Schwager Maggines (1825 - 1890), hizo las gestiones con su país para donar un monumento que reflejase las glorias del Ejército y la Armada, en particular a raíz de la gesta heroica de Arturo Prat. Construido en Liverpool con ladrillos refractarios y concreto, fue diseñado con base rectangular y una altura que alcanzó los 35 metros (veleta incluida), una punta piramidal de metal, veleta, un reloj de cuatro caras con su correspondiente mecanismo de carillón (campanas con ritmo al marcar las horas) y placas recordatorias. Una vez terminado, fue embarcado en el vapor 'Limarí', el cual llegó a las costas de Coronel 23 de mayo de 1881. Una placa (desaparecida desde el 2010) recordaba los destinatarios del homenaje: "Al ejercito i armada".
El sitio elegido para su instalación no era casual. La plaza, por entonces situada a un costado de un muelle y de la aduana local, era un lugar que requería un hermoseamiento. La constante actividad mercantil, por entonces en los años de la época dorada del carbón, veía la llegada de muchos extranjeros, algunos de los cuales se instalaban en la villa portuaria, declaraba puerto mayor en 1861 (lo que la autorizaba a desarrollar embarque y desembarque), además de cabecera del antiguo Departamento de Lautaro (desde 1865). Por ende, se pensó como necesaria la existencia de un punto de reunión. ¿Qué mejor que el sector por donde llegaban y transitaban sus pasajeros y comerciantes? Chilenos, latinoamericanos y europeos proliferaban en la ciudad del carbón, al igual que en su vecina Lota.
Pero pese a esta circulación cosmopolita, la plaza comenzó a ser conocida como "de los ingleses", claramente por la presencia de los mayores inversionistas en la industria carbonífera, naviera y más tarde ferroviaria (dado que el tren inaugurado en 1890 era de capitales británicos). Además, la potencia mundial por entonces era el Reino Unido.
Al poco de instalado el reloj, y tras la Guerra del Pacífico (1879 - 1882), el capitán de puerto Policarpo Toro (el mismo que incorporó la isla de Rapa Nui a Chile), destinó recursos para el hermoseamiento de la plaza: jardines, caminos, sillones, y hasta una glorieta (conocido popularmente como "kiosko chino") adornaban el que se convirtió en un cada vez más concurrido espacio público de esparcimiento y reunión, siendo destacado por su belleza que hoy puede verse en postales o incluso en el relato de los antiguos vecinos de Coronel y alrededores.
Pero como hito ha tenido momentos críticos, que, como siempre en Chile están ligados a los sismos, si de arquitectura histórica se trata (aunque hay otras causas, por supuesto). Aunque en 1939 y 1960 no se evidenciaron mayores daños en su arquitectura, el sismo de 2010, cuando el reloj contaba con 180 años de existencia, dejó la base y cuerpo dañado, su cúspide metálica caída al suelo y un riesgo de derrumbe inminente. Sin embargo, en 2012 llegaron recursos, de modo que ese mismo año, a inicios de agosto, se dio por restaurado el icónico monumento, uno de los pocos que van quedando en la ex comuna minera.