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Bajo el liderazgo de Susana Lépez, nueva gerenta ejecutiva

Cultura sampedrina enfrenta el año 2021 con la meta de impulsar nuevos proyectos

A exactos cinco meses de asumir el cargo, la cantante repasó el futuro inmediato y los desafíos de su gestión, incluso, si ésta es breve.
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Por Nicolás Martínez Ramírez

Sin duda, 2020 quedará en la memoria de la Corporación Cultural de San Pedro de la Paz, ya que -al igual que gran parte de los espacios del rubro- debieron migrar toda su oferta formativa y de espectáculos al mundo digital.

Sin embargo, además de este obligado cambio, la entidad cultural también vio cambios en su gerencia ejecutiva con la salida de María Angélica Ojeda, luego de 12 años en el cargo, y la llegada de Susana Lépez.

Con proyectos pendientes de la administración anterior, que la pandemia hizo postergar y/o modificar, como el reciente Bioparlante Pro o el Festival de la Voz On Line, además de los tradicionales talleres; la cantante y gestora traza el 2021 de la entidad que lidera con un gran objetivo: abrirla al desarrollo de todas las disciplinas artísticas.

"Tengo pensado retomar la Orquesta de Cámara que en algún momento tuvo la Corporación, habilitando becas para niños talentosos y que puedan formarla. También poder formar un coro intercultural con gente de la comuna, principalmente, y todos quienes deseen participar, de todas las edades", señala la gerenta cultural, quien también mira hacia la realización de una feria del libro.

Pese a las ideas, Lépez asegura que está complicado hacer proyecciones. "Seguimos en pandemia, no sabemos el día en que podremos tener clases presenciales. Los talleres abren en marzo y todos serán online. No hay mucho que proyectar, es un poco incierto todo, pero sí quiero enfocarme en esos tres proyectos", explicó.

CAMINO

Con casi 18 años de trabajo en la gestión cultural, la gerenta ejecutiva del espacio sampedrino tiene una amplia experiencia en el inicio de proyectos. Prueba de ello son los Premios Ceres, labor iniciada por esta mujer en 2011 y que ya cuenta con ocho ediciones realizadas.

"Me entusiasma el retomar la Orquesta de Cámara, creo que es súper necesario que las corporaciones tengan este tipo de conjuntos. Es un elemento para superar la pobreza, abrir más puertas a niños con talento y que sus estudios tengan continuidad en ciertas disciplinas (...) Que no se queden solo aprendiendo", argumentó la artista sobre una de las apuestas base de su gestión.

Asumir el cargo ejecutivo de una partición cultural en medio de una pandemia es un desafío. Sin duda, uno que Susana Lépez decidió tomar -según confesó- gracias a lo llamativa que le resultaba la entidad.

"Vi una posibilidad de poder desarrollar proyectos personales, visualizados en una corporación y a la comunidad, y también creo que es una muy buena oportunidad de poder aplicar mis conocimientos al respecto", sostuvo.

Con una gestión sobre los 10 años por parte de la administración anterior, lo cierto es que su instalación se vio enfrentada a grandes pruebas, como la virtualidad -que impide algo tan relevante para el trabajo cultural como la naturaleza de reunirse- y sus propias visiones de lo que debe ser el trabajo de un lugar de estas características.

"Me di cuenta que hay que reforzar los talleres, captar más alumnos, llegar más a la comuna. Invitar a que la comunidad se sienta parte de nosotros, por lo que estamos trabajando en ello", puntualizó.

- Asumiste este desafío en medio de una crisis sanitaria, ¿cómo ha sido aquello?

- Fue un tanto complicado. Conocer a un equipo nuevo vía Zoom es complejo. En un trabajo estás en constante contacto con las personas y acá estábamos en reuniones día por medio. No puedes captar la esencia de las personas y eso es complejo, pero cuando se levantó la cuarentena (noviembre pasado) pude conocerlos, organizarnos mejor y echar a andar los proyectos en pausa. Yo entré en la posición de también aprender. Continúe o no, voy a tratar de hacerlo lo mejor posible y de dejar la mayor cantidad de proyectos andando.

Un cargo como éste es de directa responsabilidad del municipio y San Pedro de la Paz vivirá un obligado cambio de timón, ya que el actual edil no puede ser reelecto. Esta situación puede interferir en la gestión y los proyectos de ella en la entidad.

"Me gustaría terminar ciertas cosas en mente, pero estoy muy consciente de eso. Cuando asumí el cargo sabía que podía ser de corto plazo (...) La idea es dejar lo mejor de mí y ojalá sembrar, en caso de no continuar, para que la persona que venga pueda seguir ese trabajo", resumió la encargada.

Comentario de cine

Dos películas de personajes que se diluyen en el metraje

"Todos mis amigos están muertos" y "Bajocero", recién estrenadas en Netflix, pudieron ser mejores propuestas.
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Por Sebastián Grant Del Río

Recién llegadas a la plataforma, la polaca "Todos mis amigos están muertos" (Jan Belci, 2020) y española "Bajocero" (Lluis Quílez, 2021), están entre las películas más vistas (y comentadas) de Netflix en estos días.

Dos cintas que en su conjunto resultan disparejas pero que, sin embargo, cumplen con un axioma básico del audiovisual como fundamento del cine, o sea, cuentan una historia.

Es lo que desean y proponen, desde imágenes en movimiento, que tensionan y distienden al espectador. Ello, en base a tramas, quizás ya vistas (de la misma u otra forma), que despegan bien, para alzar luego un vuelo irregular. Ello durante los próximos 95 minutos en promedio.

A partir de aquel "grupo" de personajes encerrados por las circunstancias, estamos frente a propuestas narrativas enfocadas en sus personajes. En el hacer y actuar puestos en planos donde el movimiento interno (en el cuadro) busca generar tensión. Las situaciones laten en favor de una historia acotada, en la que los elementos en juego son más de lo pensado.

En "Todos mis amigos están muertos", que podría verse como un cruce entre "La invitación" y "Proyecto X", se plantea en medio de una fiesta de año nuevo. Se juntan los amigos y amigas, para compartir una jornada de desenfreno, baile y locura. La confianza está, los participantes se conocen, y llegan donde el dueño de casa con el fin de pasarlo bien.

Sin embargo, en un momento, el caos se hace presente, y como en toda comedia que se precie (acá frente a una comedia negra) los enredos provocan una y otra situación. Es lo que hace avanzar la trama. El problema es que son muchos los involucrados y poco el tiempo para contarlo.

El director Jan Belci comete el error de ambicionar o abarcar demasiado, dejando el relato con gusto a poco. Y no por las situaciones que propone, algunas divierten y provocan risas y gracia; sino porque el hilo se le escapa. No logra amarrar la trama hacia un objetivo, que transita por distintos arcos narrativos.

De este modo, esa fiesta, que en "Proyecto X" tiene un sentido claro hasta irremediable final, "Todos mis amigos están muertos" funciona bien hasta más o menos los 40 minutos de metraje. Después todo queda a criterio del espectador.

Tensiones y fríos

Claramente, el director Lluiz Quílez no es John McTiernan, y se nota. Tampoco en mala, pues no tiene porqué querer ser el clon del cineasta norteamericano, baluarte de la acción gracias a obras como "Duro de matar".

Digamos que "Bajocero" no pretende ser un símil de la cinta protagonizada por Bruce Willis en 1988. Sin embargo, para el director español es un referente como relato en el género.

Una fría y cerrada noche de invierno señala el motivo para el traslado de un grupo de reclusos en un camión de alta seguridad equipado con ese fin.

Es ahí, en esta cárcel con ruedas, donde se dan buenos 40 minutos. Un tiempo donde las tensiones y acciones ocultas van tomando cuerpo. El misterio acecha, tanto al interior como en el gélido exterior. Éste sirve para generar inquietud con apoyo de un montaje y diseño sonoro bien ajustado.

Pero pasa, suele ocurrir. Otra vez un guión ambicioso en términos de trama, que apuesta por varias aristas innecesarias. O sea, falla la motivación del personaje que busca venganza y provoca el quiebre. Tanta carga valórica y moral traicionan a los involucrados en el relato, en este caso, encerrados en el camión.

Allí el objetivo de base -quedar en libertad- se trastoca por malas decisiones, las mismas que llevan el misterio inicial a soluciones blandas y dulzonas. Finalmente, no sintonizan con este título español que no domina bien el sentido de la acción como género.