La identidad de una ciudad se descubre observando, reconociendo e identificado la forma de habitar de sus ciudadanos como un hecho cultural y social en un territorio determinado. La forma en que se encuentran, los actos que celebran y/o festejan, los hechos, historias y problemáticas que comparten, unen o enfrentan así mismo el espacio que los acoge y comparten los convierte en una comunidad. Dicho esto, el corazón de la ciudad se dibuja sobre los espacios de interacción comunes y públicos, entre ellas plazas y calles en la que se establecen relaciones humanas y ritos tanto para actividades cívicas, como para el simple ocio e intercambio comercial propio del lugar. También en la conformación de barrios y sus relaciones intimas a pequeña escala. En ese contexto, quiénes somos y cómo habitamos en el pasado construye el presente y nos proyecta hacia el futuro, identidad que compone nuestro patrimonio material e inmaterial.
Octavio Paz decía: "La arquitectura es el testigo insobornable de la historia, por que no se puede hablar de un gran edificio sin reconocer en él el testigo de una época, su cultura, su sociedad, sus intenciones…", por lo que la obra de arquitectura debe ser comprendida como una expresión sociocultural y no solo como materia inerte sobre la trama urbana.
Es así como dispersos en la geografía de nuestra Región del Biobío se emplazan una serie de asentamientos de alto valor patrimonial que gracias a su aporte al desarrollo de sus comunidades forman una virtuosa ruta cargada de identidad. Recorrerlas nos permite vincularnos con sus comunidades, historias, sueños y anhelos que son los que forjan nuestra memoria. Algunas piezas más relevantes de nuestra identidad la componen asentamientos de la zona emplazada en el Golfo de Arauco, tales como Lota, Coronel, Maule y Schwager. Bellos conjuntos de viviendas de estilo inglés en Maule, ejemplos del desarrollo de la vivienda obrera como los Pabellones de madera de Lota u obras como el conjunto habitacional Chollín en Puchoco; el Teatro de Lota, el Parque Isidora Cousiño, la mina El Chiflón del Diablo entre otros nos hablan del esplendor económico y cultural de una época a partir de la explotación de los yacimientos de carbón ubicadas principalmente en la costa o submarinas, también nos habla de contrastes, contradicciones y segregación. Es relevante subrayar que el carbón era el combustible de ferrocarriles y de los grandes vapores de la época que ingresaban a puerto desde el Estrecho de Magallanes, ante la inexistencia del Canal de Panamá, por lo que su explotación generó un pujante desarrollo económico y de infraestructura urbana potenciando el carácter estratégico de los asentamientos del Golfo de Arauco.
Hace unas semanas el Ministerio de las Culturas anunció que el "Plan Lota, hacia un sitio de Patrimonio Mundial" contaban con avances considerables gracias al trabajo conjunto entre el estado y la participación de la comunidad para ser incorporado al la Lista de Patrimonio Mundial, paso previo a su posterior presentación y defensa oficial ante el Comité de Naciones Unidas para la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural de la UNESCO (United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization) para que sea declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad. El objetivo principal del programa es catalogar, preservar y dar a conocer sitios de importancia cultural o natural excepcionales para la herencia común de la humanidad, asimismo, visibilizaría a Lota como un lugar del mundo reconvirtiendo la zona en un lugar turístico estratégico.
Dichos lugares nos hablan de nuestro pasado y presente, también abren oportunidades de proyectarnos como habitantes de un ecosistema rico y diverso que nos ofrece nuestro territorio, conscientes de sus atributos y raíces, punto de partida para construir una sociedad inclusiva y respetuosa de nuestra identidad local. Por ello, la urgente preservación de nuestra herencia cultural y natural es un acto de amor hacia nosotros mismos.