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tan bien que no tienen ganas de que esto (la vida) se les acabe, e invierten en equipos de investigación para ver cómo 'solucionan' la muerte. Ahí están las dos tendencias de las que hablo en la novela: los que creen que hay que prolongar todo lo posible el funcionamiento de nuestros cuerpos, con trasplantes de órganos, terapias, etcétera, pero que saben que de todas maneras esto en algún momento se acabará; y los que dicen que hay que trasladar nuestros cerebros a una base donde puedan durar para siempre, suponiendo además que nuestra identidad está en el cerebro, cuestión que se podría suponer o negar.
-¿No te da miedo la posibilidad de la vida eterna?
-No, me encantaría. Estoy dispuesto a salir corriendo si me dicen que en tal o cual lado se puede hacer. No tengo ninguna gana de que se acabe, es todo lo que tengo. Me gustaría que siguiera para siempre y me da mucha pena llegar tarde. A veces me impresiona pensar en que quizás seamos una de las últimas generaciones que muere: sería patético si es así, lo bueno es que no nos vamos a enterar.
-¿Por qué estás tan enamorado de vivir?
-Hay muchas cosas que me desbordan, me atraen, me excitan, me gusta todo esto. Y por otro lado, es lo único que hay. Si me dijeran 'es esto o lo otro', podría pensarlo, pero es esto o esto. Entre algo y la nada, seguro que algo es bastante mejor. Y aun así, insisto, este algo a mí me gusta.
-Mientras leía "Sinfín" recordaba el libro "Sapiens: de animales a dioses", el análisis histórico de Yuval Noah Harari, ya que tus personajes en un momento entran en el razonamiento de que si has pasado tanto tiempo en que te duele la cabeza y tomas una pastilla, o se te cae un diente y te pones un implante, ¿cuál es el problema de migrar tu cerebro a una máquina?
-Leí 'Sapiens…' por encima, pero creo que es lo mismo que está pasando ahora con la vacuna (para el coronavirus): hay gente que no para de tomar todo tipo de medicinas y aceptar todo tipo de intervenciones médicas, y ahora, de pronto, empieza a tener problemas con que si se pone la vacuna o no, qué tendrá, que esto, que lo otro… Descubren de pronto que cuando uno va al médico se está poniendo en manos de alguien de cuyo saber uno no sabe nada.
-¿Y cómo fue la experiencia de inventarte un mundo y reportearlo a la vez?
-Eso me interesó desde el principio. Un poco dar vuelta el mecanismo habitual de contar la no ficción con herramientas de la ficción: en eso consiste la crónica y el periodismo narrativo. Entonces hice lo contrario y me entretuvo bastante.