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Apostando por el formato online

Teatro Biobío inicia un año marcado por el aprendizaje y los desafíos

La institución seguirá con el foco en los artistas, la labor formativa y su rol con la comunidad. Sin embargo, se enfrenta a los mismos desafíos del 2020, pero con menos recursos.
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Por Nicolás Martínez Ramírez

El covid-19 ha afectado la salud de una gran cantidad de compatriotas y el bolsillo de otros cuantos. Y es que, a la emergencia sanitaria derivada de la pandemia, se suma la gran crisis económica que ha afectado a diversos sectores productivos del país.

Precisamente, el Teatro Biobío es uno de los tantos espacios culturales que han sufrido los efectos de un obligado cierre que comenzó por el ya lejano marzo de 2020 y que no tiene una fecha definida para levantar nuevamente el telón.

Sin embargo, para su directora ejecutiva, Francisca Peró, todo lo acontecido durante el año pasado también tiene cosas positivas, ya que "pudimos adelantar ciertos procesos que veníamos pensando hace un tiempo, entendiendo que recién veníamos entrando a nuestro segundo aniversario".

Precisó que "siempre tuvimos el anhelo de generar un contenido digital y ser nuestro propio medio, la pandemia vino a apurar eso y permitió un aprendizaje importante en nuestro equipo. Ha sido un desafío positivo de adaptación".

Al mismo tiempo, de la mano de este aprendizaje, el TBB ha buscado no descuidar al público, con una cartelera permanente -online- durante todo el año. Todo como un trabajo de proyección con artistas locales y diversas instituciones también de la zona o de otros puntos del país.

APRENDIZAJES

Ciertamente, el 2021 del espacio regional estará marcado por los aprendizajes que deja el año recién pasado. Más aún si se piensa que la reapertura de este tipo de lugares, por ahora, se ve lejana.

A medida que desde el TBB se dieron cuenta de cómo avanzaba la situación durante el año, de acuerdo a Peró -en diálogo con diversos gremios artísticos- se comenzó con un trabajo de creación de contenido propio, enfocado en el público y los propios creadores.

"Hemos trabajado también cosas que no se ven, pero son igual de importantes. Estamos en dos proyectos de laboratorios creativos, con dos compañías, con artistas locales, que se vinculan con otros de diversas ciudades. Hemos aprendido que las fronteras de borran y eso ha sido muy interesante de hacer", señala la directora ejecutiva, sin dejar de extrañar el público en sala.

Otro de los puntos que el teatro buscó mantener durante 2020, siempre en formato online, es la labor formativa. Tanto para los artistas locales, como para los estudiantes. Con estos últimos se realizó un programa de acompañamiento virtual, junto a un teatro en miniatura a domicilio para que pudiera crear sus historias.

De acuerdo a Peró, "probablemente, cuando estemos todos vacunados y se vuelva a la sala, la intensidad de lo presencial será protagónico, pero también será importante lo online. Ahí el desafío será hacer ambas cosas".

Precisamente, el desafío es mayor cuando -de acuerdo a estadísticas del TBB- el público que llega a las diversas actividades es de diversos lugares del país y el extranjero.

144 Actividades desarrolló el espacio en 2020, entre música, teatro, talleres, charlas, clases y conversatorios.

Más desafíos, menos dinero

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Desde su apertura en 2018, el Teatro Biobío siempre se había visto enfrentado a recortes, sin embargo, siempre pudieron revertir la situación. Para este 2021, la situación es diferente, ya que los dineros bajarán desde el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio (Mincap), y el Gobierno Regional (Gore).

"Los fondos públicos que son muy bienvenidos e importantes, fundamentales para el funcionamiento de cualquier espacio, no son suficientes para echar a andar el teatro como el público lo conoce en su funcionamiento normal. Teníamos una exigencia importante de generar recursos propios y -afortunadamente- contamos con el auspicio de la empresa privada y tickets. Generábamos casi el 40 de los recursos nosotros", señala la también actriz.

Si bien los recursos que entrega el Ministerio y el Gobierno Regional no son el 100%, en cifras, el TBB tiene para este año un recorte de casi un 10%, entre el Mincap y el Gore. En un año ciertamente anómalo -sin público ni eventos privados- la situación se complejiza.

Si bien la labor se dificulta a varios niveles, para el recinto el objetivo es claro: seguir cumpliendo con la generación de empleabilidad, a través de proyectos de calidad para la ciudadanía.

De acuerdo a la excoordinadora de programación del GAM, "cuesta entender que haya un recorte que, para el nivel del presupuesto de la nación, es mínimo. Sigo sin entender por qué nuestras instituciones tuvieron un recorte cuando el ministerio aumentó su presupuesto".

"Hay pandemia y todos tenemos que hacer ajustes, los hemos hecho y hemos podido sobrevivir, a pesar de no tener ningún ingreso propio. Creo que falta una comprensión más profunda, de nuestras autoridades, de cómo funcionamos y cómo trabajamos", agrega.

Pese a lo anterior, la directora ejecutiva del TBB es enfática en asegurar que la comunicación con el Mincap y la seremi es buena, especialmente con esta última. "Carolina (Tapia) ha sido un excelente aporte y acompañamiento en este tiempo, quiero reconocerlo muy honestamente", enfatiza.

Comentario de Literatura

"Elevación": Stephen King escribe para el presente

Autor de títulos clásicos, transita por el Siglo XXI con historias más pequeñas, íntimas y que se leen como cuentos largos que enseñan sutilmente sobre las cosas que nos debieran importar de verdad.
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Por Sebastián Grant Del Río

Uno de los aspectos dramático/narrativos que primero atrapa de "Elevación", novela corta de Stephen King, es la capacidad que tiene el escritor norteamericano de actuales 73 años, de construir un clima de ternura a tal nivel, y que se saluda cuando el 2020 ya dio vuelta la página.

El autor de títulos claves de la literatura contemporánea, como "Carrie" (1974) y "El resplandor" (1977), entre otros, transforma esta novela corta de reciente llegada a librerías, en una lectura imprescindible e ideal para estos especiales días de inciertas vacaciones. Valga mencionar que, sin duda, hay escritores como el propio King, Virginia Woolf -con su narrativa corta-, o Henry James y sus relatos fantásticos; capaces de construir atmósferas y momentos que llevan al lector a una dimensión mucho más grata que la implantada por el coronavirus.

Precisamente, para esos días de calor que ya se anuncian, un texto como este resulta grato. En el marco de su planteamiento dramático, la historia de Scott Carey se propone con una metáfora sobre los tiempos presentes, donde el exceso de culto a uno mismo, se eleva hacia una dimensión algo más esperanzadora, en tanto se valoren las cosas realmente importante y que nos hacen mejores personas (aunque suene obvio es el palpito sentido).

Un canto a la vida, los detalles y las emociones de momentos "invisibles", siempre en la clave fantástica del escritor nacido en Maine (1947), hacen que este relato emocione y, a la vez, nos exponga frente a nosotros mismos en las 170 páginas que lo integran.

Con un ritmo que no da tregua y que constantemente apunta a que lo próximo será más atractivo, King tiene la gracia de presentar un perfil -como en este caso resulta Carey- donde los detalles de su personalidad y contextura física juegan y hasta se sienten protagonistas de la trama. Más que hacer personajes, acá adquieren una condición humana, que transita por diferentes capas sin perder verosimilitud.

SENTIR DESDE LAS ALTURAS

De un día para otro, sin una explicación "racional", que tampoco se hace necesaria en el transcurso de los hechos, Scott se transforma en el foco de un extraño fenómeno: pierde peso, pero no se vuelve más delgado. Su contextura se mantiene exactamente igual, aunque la báscula de su casa exponga lo contrario desde el punto de vista lógico. Sin explicaciones que buscar, manteniendo esa soledad tan propia de sus personajes, el novelista expone a su protagonista por una serie de momentos que asume sin cuestionar. ¿Para qué? Es la pregunta que no se hace, pero que sí ronda en el lector. La respuesta está ahí, en cada uno, pero sin esas explicaciones -morales, valóricas o de otro tipo- propia de mucha literatura actual empecinada en dar respuestas.

Justamente, lo que acá se trastoca es esa lógica que debería llevar la historia hacia derroteros esperables. Por eso la referencia a Richard Matheson y su novela "El hombre menguante" (1956); las razones se tornan en acciones frente a la cuales es mejor entregarse y dejarse llevar. Es lo que expresa la galería de personajes secundarios, que se develan como soportes bien planteados en el curso de un texto de claros giros en actos luminosos y acciones hasta esperanzadoras.

Otra vez la Castle Rock de Stephen King se torna en el ambiente (¿ideal?) para sostener una "nouvelle" que, perfectamente, puede leerse como una secuela de "La caja de los botones de Gwendy" (2017). Si en aquel título el hecho de tintes siniestros y oscuros se hacían presentes en el correr de sus párrafos, en ésta el misterio y las no explicaciones son argumentos de una ternura in crescendo. Que colma, que atrapa y que nos lleva por una lectura necesaria y un momento (narrativo) que se descubre y saluda en días donde al confinamiento se le sitúa frente a una ventana. Ojo, que lo que se descubre al otro lado tiene esa marca propia de un autor que, pese a contar ya con sus textos memorables, sorprende y atrapa gratamente en un siglo XXI donde todavía se puede descubrir buena literatura para días tranquilos en las casas.