El proceso constitucional que se inicia
La jornada del plebiscito por el cual la ciudadanía aprobó el domingo, por una amplia mayoría de 78,2% contra 21,7% la redacción de una nueva Constitución Política de la República, marcó el inicio de un proceso histórico para el país. Es destacable que a nivel nacional hubo una participación cercana al 51% de los electores habilitados, más allá de lo que los analistas esperaban, y que incluso superó la de la última elección presidencial, pese a la pandemia.
También se ratificó la decisión del electorado de que la redacción quede a cargo de una Convención Constitucional, alternativa que obtuvo casi el 79% de las preferencias, respecto del 21% de la Convención Mixta. La jornada del domingo fue parte de un proceso electoral democrático, que es como deben ser encauzados los problemas alojados al interior de sociedades como la nuestra. La participación en el proceso era fundamental, toda vez que valida una cuestión política fundamental, lo que dará pie a un debate que debe tener racionalidad y respeto. Es cierto que el 18 de octubre de 2019 fue una fecha relevante en que la ciudadanía se manifestó en las calles, pero estos temas deben analizarse ahora en el proceso de elaboración de una Carta Fundamental, que fije las líneas generales por las cuales se guiará nuestra sociedad, y cómo se fijarán los respectivos derechos y deberes que se deberán cumplir.
El proceso considera que el 11 de abril de 2021 se hará la elección de los 155 miembros de la Convención Constitucional, separados por distrito, y el proyecto de Constitución que elaboren deberá ratificarlo el electorado en un plebiscito constitucional de salida, programado para el primer semestre de 2022.
Esta consulta constitucional se desarrolló en condiciones que no fueron las que se habrían esperado, por la emergencia sanitaria debido a la pandemia de covid-19, así como un ambiente de gran división entre los chilenos, con una clase política que no ha estado a la altura para abordar con seriedad los problemas de la gente.
Desde hace un tiempo abundan en el debate público eslóganes y fórmulas que muestan poco reflexión respecto a lo que es correcto y dónde está el bien común. La carencia de propuestas y ausencia de evaluaciones le han pasado la cuenta tanto a las autoridades y a los líderes políticos, que se han visto superados por las manifestaciones de descontento ocurridas desde el año pasado. Durante el proceso de transición de los años 90 hubo voluntad de hallar puntos en común, tal vez porque el país venía saliendo de un proceso confrontacional que costó muy caro y que dejó heridas que aún no cicatrizan. Los distintos sectores entendieron que era necesario debatir y hallar consensos. Sin embargo, en los años recientes se ha ido perdiendo esa característica para pasar a una fuerte intolerancia, sobre todo en el campo de la política.
Hace unos días, el director del hemisferio occidental del Fondo Monetario Internacional (FMI), Alejandro Werner, ha señalado que el plebiscito constitucional ayudará a reducir la incertidumbre y que el proceso abre la puerta a que Chile siga siendo el líder en materia de crecimiento económico en Latinoamérica. El organismo cree que el país podrá tener un crecimiento inclusivo y más social, aunque le preocupa que se agreguen demasiadas demandas y que luego no haya sustento económico para poder cumplirlas.
La ciudadanía se ha pronunciado con respecto a esta consulta nacional y ahora debería esperarse que sean los mejores los que lleguen a elaborar esa Constitución. El debate debe tener racionalidad y respeto. Además, está el desafío de encontrarnos, ayudar a construir juntos el país y a salir de las consecuencias que ha dejado la pandemia, especialmente por el cierre de empresas y la pérdida de empleos, que han dejado en situación precaria a las familias.
El futuro de las nuevas generaciones dependerá de cuán robusta sea nuestra sociedad para enfrentar los cambios, las emergencias y los desafíos que hemos debido asumir en el último tiempo.
La ciudadanía se ha pronunciado con respecto a esta consulta nacional y ahora debería esperarse que sean los mejores los que lleguen a elaborar esa Constitución. El debate debe tener racionalidad y respeto. Pero el desafío central es encontrarnos y ayudar a construir juntos la nueva institucionalidad.