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La pandemia, sin embargo, cuenta Urriola, fue un retroceso para la mayoría de los participantes en sus procesos. "Una de las herramientas que tenemos para potenciar la superación es el trabajo y, en general, es el mecanismo de intervención y la mayoría ha perdido sus trabajos. Ellos son desde cuidadores de autos, fleteros, vendedores ambulantes o algunos con trabajos más formales en la construcción. Y nos hemos encontrado con la desocupación. Y justamente la ocupación es lo que te permite superar la situación calle".

Dentro del proceso de superación y bienestar no sólo se contaba el trabajo, como eje principal, sino que realizar compras y visitar a sus familiares o núcleos cercanos; actividades que fueron restringidas por la pandemia y la cuarentena en Concepción que se extendió por dos meses.

Y tener personas desocupadas y ansiosas es una mezcla compleja para los participantes de la residencia. Por lo que se han fortalecido al interior del hogar la realización de talleres deportivos y de cocina, capacitaciones virtuales y, en los casos en que se pueda, la revinculación familiar.

El director de la residencia Roberto Paz reconoce que los participantes "no tienen habilidades emocionales para sobrellevar tiempos de incertidumbre, ha aumentado el tabaquismo y la alimentación porque se generan proceso de ansiedad, el no poder ver a sus familias. Y eso conlleva a un retroceso en el área personal, emocional y laboral".

En ese contexto, dos personas decidieron retirarse de la residencia y volver a la calle. Urriola explica que no fueron capaces de contenerse en un espacio físico y que "necesitaban la calle" y estar sin reglas. Ambos tenían problemas de consumo y llevaban en promedio 6 meses en el hogar. La mayoría se mantiene entre 12 a 18 meses.

Desde el equipo del hogar, ante la crisis emocional, "hemos tenido que actuar desde lo que sabemos: el estar, el acompañar, el ser una fuente de paz, de buen consejo y animar a seguir adelante", precisa el director.

OBSTÁCULOS

Claudia Henríquez, coordinadora del Programa Viviendas con Apoyo, revela que estos meses no sólo han sido difíciles para las personas con las que trabajan, sino en la forma en que ellos pueden prestarle apoyo y que también se han visto afectadas por las restricciones que ha traído consigo la pandemia del coronavirus.

En ese sentido, detalla que las principales dificultades que han enfrentado han sido "la ejecución de actividades propias del programa que implican arriendos, trámites en notarías, compras de implementación de viviendas, entre otras, que son muy complejas en estas circunstancias. También el mantener el vínculo con los participantes, dado que no les acomoda el formato de comunicación remota con celular".

Bajo el contexto de pandemia, el equipo realiza entrega de insumos de aseo, elementos de protección personal y alimentos de manera periódica, con el objetivo de que los participantes del programa no tengan que salir y exponerse al virus, considerando que son considerados personas con un alto riesgo en caso de contagiarse.

Pero Henríquez también revela que tuvieron que "enfrentar el fallecimiento de uno de nuestros participantes, situación que nos exige autocuidado y apoyo mutuo permanente como equipo. La contención emocional y apoyo que nos brindamos ha sido fundamental, muy importante en todo escenario".

El director de la residencia Roberto Paz también agrega que allí vivieron el contagio de una mujer y su bebé que nació en el hogar. "Ahí nos apoyamos harto con la Seremi de Salud, que nos orientó en todos los protocolos para prevenir más contagios", precisa Urriola.

El trabajo en terreno, en tanto, se ha focalizado en ubicar y monitorear a las personas que no cuentan con teléfono. Para eso se les entregó una credencial de participación del programa para acreditar su situación y evitar que tengan problemas en caso de ser fiscalizados.

Y por eso lo más relevante en estos ocho meses de pandemia ha sido no perder la vinculación con las personas en situación de calle y fortalecer sus redes para que su proceso de cambiar de vida pueda seguir adelante.

Los niños y adolescentes que pasan desapercibidos

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Los menores de edad que viven en situación de calle ya no son los que están en el imaginario de la sociedad: niños viviendo debajo del puente, tapados en cartones y caminando descalzos con los pies llenos de tierra.

Oscar Vidal, encargado del Programa Suyai, que atiende a niños en esta situación, precisa que "visualmente no parecen distintos al resto desde el punto de vista de cómo andan vestidos, sino que en el proceso de desprotección en el que se encuentran, que no se les ha garantizado un lugar permanente y estable".

No se encuentran en el centro de Concepción, sino que viven en las poblaciones o en sectores periféricos de la ciudad, en inmuebles abandonados, en casas ocupa o de allegados en casas de amigos.

Vidal indica que "desde marzo hemos estado en constante terreno, manteniendo cercanía con los chiquillos. Algunos, lamentablemente, se encuentran más complicados, y otros la situación de crisis le permitió retomar contacto con sus familias. Para quienes tienen un lugar dónde volver, esto ha sido positivo".

Otros, en tanto, han decidido migrar hacia otra ciudad, pero lo más complicado es para aquellos que tienen problema de consumo de drogas. La pandemia ha vuelto complejo el acceso de estas sustancias, por lo que muchos han vuelto a productos como solventes o uso de gases. "El consumo ha vuelto con una fuerza tremenda y el nivel de daño al que están expuestos es mucho más grande", puntualiza Vidal.

Quienes se dedican al comercio ambulante, indica el director del programa, "están en una situación diferente, no tienen consumo y su mirada es más como un 'viejo chico'. Ellos se expresan como adultos, tienen entre 13 a 16 años y están asociados al trabajo desde muy pequeños".

Reconoce que la mayoría tiene vidas comunitarias, que han rechazado estar bajo el sistema del Sename. "Llegan ahí por crisis familiares profundas, pobreza, fallecimiento de los padres o pérdida del vínculo con la persona cercana. Son historias de mucho daño y se escapan de las residencias", cuenta Vidal.

El foco del trabajo con estos niños y adolescentes es el autocuidado, el respeto a los otros y el apoyo de las necesidades básicas como económicas y alimentarias en aquellos que no cuentan con este soporte.