Aparición de microbasurales
Las escenas de los microbasurales en algunos barrios o a la salida de las ciudades se repiten en todas partes, de manera que esos lugares comienzan a transformarse en botaderos de desechos. El aumento de la población se traduce en incremento de la basura en las calles, cuando no se acompaña del cuidado del ambiente. Pero no tendría que ser así, si cada uno hace lo que corresponde.
Por ello, la Municipalidad de Concepción ha pedido a la ciudadanía que denuncie a quienes sean sorprendidos lanzando basura y generando microbasurales en la comuna. El alcalde Álvaro Ortiz ha señalado que se está cambiando todo el sistema de luminarias de la ciudad, por equipamiento de tipo Led, cuya iluminación es más eficiente y de menor consumo, y simultáneamente se mejoran y recuperan plazas y espacios públicos dañados, con el esfuerzo que esto significa en el contexto de pandemia, pero todo eso se afecta cuando algunas personas no asumen la responsabilidad de mantener limpios sus entornos y lanzan desperdicios a la calle, con lo que se alimenta la aparición de los microbasurales.
Estos depósitos ilegales de desperdicios se han multiplicado durante la pandemia. Según el municipio penquista, se han catastrado al menos cuarenta de ellos, donde las personas botan escombros, materiales de construcción, maderas, colchones viejos y diversos residuos. No obstante que se realiza limpieza de esos sectores, en pocos días de nuevo aparecen los basurales. Según un decreto municipal, quienes sean sorprendidos depositando desechos industriales, sanitarios o especiales en la vía pública o en el bien nacional de uso público, se arriesgan a multas de 1 a 5 UTM (de 50 mil a 250 mil pesos).
Varios municipios de la zona difunden con frecuencia sus planes destinados a eliminar desperdicios y escombros, mediante recolecciones programadas, para evitar que éstos sean dejados en microbasurales que con frecuencia nacen en sitios abandonados o a orillas de las carreteras. Aun así, es posible apreciar restos de muebles, colchones, televisores, desechos de demoliciones y otras especies que los camiones recolectores del servicio domiciliario no reciben.
Cuidar el medioambiente es de la mayor importancia, si consideramos cómo las sociedades han deteriorado el entorno, sin considerar que nuestra existencia forma parte de un todo mucho más complejo. Nuestro planeta está sometido a cambios y desafíos de magnitud, causados por el hombre. El calentamiento global que hemos generado es la mejor prueba de ello y los daños son evidentes: aguas y territorios contaminados, grandes emisiones de gases de efecto invernadero, que tienen a nuestro hábitat con cambios de insospechadas consecuencias.
La Región del Biobío no escapa a ello, cuando se analizan la contaminación del mar, de los ríos, recursos acuáticos que se secan y emisiones a la atmósfera causadas por diversas fuentes. Si a eso se agrega la poca conciencia en la disposición de las basuras, es clave tomar conciencia del problema en el que estamos involucrados y asumir compromisos individuales y colectivos. El asunto es muy delicado y exige acciones concretas para comenzar a remediar los perjuicios y transformaciones ocasionados, porque las futuras generaciones así lo exigen.
Todo hace parecer que hoy la conciencia ecológica crece. Así también se desprende de los movimientos sociales que han puesto de relieve estas discusiones. Sin embargo, más allá de los grandes temas medioambientales, existen aquellos particulares o menores, pero no menos importantes, confinados a las comunidades, en las que la conciencia ecológica es escasa o no existe. Están desde quienes lanzan basuras a los ríos, lagunas o al mar, o quienes tiran a diario sus desperdicios en la calle o en las playas.
Es frecuente que muchas personas asignen a los demás la responsabilidad de mantener limpio el ambiente y sus ciudades, pero no entienden que es una tarea que parte por cada uno. Al menos, hay que comenzar evitando la formación de microbasurales.
Estos depósitos ilegales de desperdicios se han multiplicado durante la pandemia. Según el municipio penquista, se han catastrado al menos cuarenta, donde las personas botan a diario escombros, materiales de construcción, maderas, colchones viejos y diversos residuos.