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aquello que no se puede cumplir.
-¿Será posible abordar en el proceso constituyente el cambio del régimen de gobierno presidencialista?
-Es muy probable que eso ocurra. Es una discusión que se está dando hace mucho tiempo. Tengo mis dudas de que el semipresidencialismo o el parlamentarismo resuelvan el problema de gobernabilidad por el que pasamos. Me parece que habría que enfocarse más bien en el régimen electoral que en el de gobierno. Es una discusión que habrá que tener.
-En un punto se hace cargo de la hipótesis de que un sistema parlamentarista podría haber evitado el golpe de Estado de 1973, pero señala que es algo puramente especulativo…
-Es especulativo y contrafactual, porque la verdad es que no sabemos qué habría sucedido de haber tenido Chile un régimen parlamentario. Además, tengo mis dudas de que el régimen parlamentario (en el caso de que entendiéramos por ello el sistema que rigió en Chile entre 1891 y 1924) haya sido tan deseado y aplaudido por la sociedad de la época. La Constitución del 25 era sumamente presidencialista e incluso alessandrista; eso es innegable. Pero también es cierto que prácticamente la totalidad del espectro político era muy crítico del sistema parlamentario. Que las cúpulas partidistas (por ejemplo, las del Partido Conservador) hayan llamado a boicotear el plebiscito que refrendó la entrada en vigor de la Constitución del 25 no quiere decir necesariamente que hayan llamado a boicotear el sistema presidencial como tal: podrán haber sido profundamente antialessandristas, pero no anti-presidencialistas. Por otro lado, achacar demasiada responsabilidad al sistema presidencialista respecto del golpe de Estado olvida otros elementos relevantes, como la Guerra Fría, la polarización, o los "proyectos excluyentes" de los que Mario Góngora tanto habló.
EFECTOS Y PRESCINDENCIA
-¿Qué efectos podría tener el proceso constituyente en la configuración de los partidos de izquierda y derecha actuales?
-Me parece que más que una discusión entre partidos y entre derecha e izquierda, vamos a tener una discusión sobre qué tipo de Constitución queremos tener y si acaso dicha Constitución tiene que responder al tipo de sociedad que queremos construir para los próximos 40 años. Son preguntas distintas. Es probable que aquellos que crean que es necesario que la Constitución replique un proyecto de sociedad determinado defenderán una Constitución maximalista. Aquellos que no creemos que una Constitución tenga que reflejar los deseos concretos y materiales de la sociedad es probable que nos concentremos en defender una Constitución más bien mínima. Considero que los sueños de una sociedad no se resuelven en una Constitución, sino que se plantean en sede legislativa. En este aspecto habrá posiciones tanto de derecha como de izquierda defendiendo ambos tipos de Constituciones. Se verán ahí más claramente diferencias que son ideológicas, pero que no son fáciles de dividir por partidos políticos, porque ellos mismos están muy divididos, con facciones en su interior, en la izquierda y en la derecha.
-¿Y tendrá el proceso efectos en el gabinete, en el que hay posturas de Apruebo y Rechazo patentes?
-La verdad es que no lo sé, porque escapa de mi área de conocimiento, en el sentido que tiene que ver más con la coyuntura política. Pero en todo caso me parece muy bien que en la centroderecha haya posiciones distintas; significa que hay cierta heterogeneidad y que ya no es posible definir automáticamente a un porcentaje importante de la población (40%, más o menos, si seguimos los datos electorales) con un solo concepto, en este caso Apruebo o Rechazo.
-¿Hasta qué punto puede el gobierno ser prescindente en este proceso?
-El gobierno no puede ser prescindente del todo. El rol de garante del gobierno es muy relevante; no es anodino. Garantizar que funcione el proceso y que el proyecto se lleve a cabo de manera adecuada, que se discutan en orden las cosas que se deben discutir, son todos aspectos muy importantes que el gobierno debe realizar en cuanto garante. Distinto es que el Ejecutivo tenga que entrar en la pelea chica. El rol de garante es fundamental, más aún en momentos de crisis como los actuales donde la autoridad debe ser nuevamente mirada como legítima: la legitimidad del plebiscito pasa también por la legitimidad del garante.
-¿Hay posibilidad de que el Rechazo remonte y que no exista nueva Constitución?
-Todo podría pasar, pero no lo creo realmente probable. Es muy posible que gane el Apruebo y me parece bien que así sea. Más importante, sin embargo, es lo que viene después, tanto respecto al reglamento de la Convención como del contenido de la futura Constitución.
-¿Qué opción considera mejor para el órgano que deba redactarla: mezcla de parlamentarios y ciudadanos elegidos o sólo convencionales elegidos?
-Convencionales elegidos en su totalidad. Esto lo digo sobre todo en mi condición de ciudadano, aunque también tengo una que otra razón académica: no me convence la idea de que haya una suerte de dos cámaras funcionando al mismo tiempo, porque me temo que los roles y responsabilidades podrían traslaparse. Si la mitad de la Convención está conformada por diputados, se les hará muy difícil distinguir sus funciones. La Convención tiene un papel determinado, responsabilidades concretas y sobre todo un fin demarcado: tiene que hacer una Constitución en 9 o 12 meses. Y si ese rol se mezcla con el rol del Congreso, entonces el problema presupuestario y conceptual puede terminar siendo muy complejo.
-¿Es peligroso tener demasiadas esperanzas en las posibilidades de un cambio constitucional?
-Más que peligroso, es irresponsable prometer aquello que es muy difícil de cumplir. Generar expectativas en cuanto a que nuestras condiciones materiales van a cambiar por la entrada en vigencia de una Constitución es muy irresponsable; es jugar con las esperanzas de la ciudadanía.
"Es muy posible que gane el Apruebo y me parece bien que así sea. Más importante, sin embargo, es lo que viene después, tanto respecto al reglamento de la Convención como del contenido de la futura Constitución".