Mayor consumo de alcohol en cuarentena
Entre las recomendaciones que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha formulado con motivo de la pandemia del coronavirus, se encuentra el llamado que hace unos días hizo a los países para tratar de controlar el consumo de alcohol mientras dure el aislamiento social obligatorio dispuesto en el mundo. El organismo pidió que las personas eviten la ingesta de bebidas alcohólicas en la cuarentena ya que hacerlo compromete el sistema inmunológico y aumenta el riesgo de resultados adversos en relación a esta enfermedad.
De acuerdo con los antecedentes que dispone, el consumo de esas bebidas se triplicó en los países que están en aislamiento por el covid-19. Ello es riesgoso si se considera los daños que esa adicción genera y que puede exacerbar la vulnerabilidad de la salud, los comportamientos de riesgo, los problemas de salud mental y la violencia, sobre todo de tipo intrafamiliar. De ahí que la OMS haya sugerido minimizarlo en cualquier momento, y particularmente durante la pandemia. También ha derribado el mito peligroso que circulaba de que las bebidas alcohólicas podrían proteger a la gente de contagiarse.
Se estima que casi 700 mil chilenos tienen consumo problemático de alcohol, de drogas o ambos, según un informe del Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda). Su director, Carlos Charme, ha dicho que la información que se tiene de publicaciones especializadas indica que en las cuarentenas aumenta el consumo ligado a estas adicciones y ha expresado su preocupación por las facilidades que tienen las personas, incluidos los menores de edad, al tener abastecimiento sin control por medio de los delivery. En los últimos días se ha informado que la policía arrestó en Concepción a tres personas que se dedicaban a la distribución de droga a domicilio, por la modalidad de delivery. Senda ha lanzado una cuartilla con un decálogo de consejos y medidas de prevención para el consumo de estas sustancias en tiempos de confinamiento social, que incluye recomendaciones para los padres y que está disponible en la página web de ese servicio.
A inicios del presente año, la Organización Mundial de la Salud había señalado que Chile es el país latinoamericano con los índices de ingesta de alcohol per cápita más elevados, con un consumo anual de 9,6 litros de alcohol puro por persona. Si bien los hombres son mayores consumidores, con 13,9 litros al año, las mujeres han avanzado rápidamente, para llegar a 5,5 litros. Triste récord el de nuestro país, con cifras bastante superiores al promedio mundial de 6,2 litros de alcohol puro per cápita. La OMS habla de alcohol puro para poder comparar entre países, dado que en algunas naciones la ingesta de cerveza, si bien es alta, tiene menos graduación que -por ejemplo- el whisky.
De acuerdo a la Encuesta Nacional de Salud de Minsal, el 11,7% de la población consume alcohol en forma riesgosa, cifra que incluye a mayores de 15 años. El número de adultos en Chile que presenta algún trastorno por consumo de alcohol, asciende a 260.206, es decir, dos de cada 100 mayores de edad, prevalencia que hasta ahora es mayor en el caso de los hombres que en las mujeres. Pero si se analiza la ingesta por edad, los adolescentes y adultos jóvenes (entre 15 y 24 años) beben más que el resto de la población. Resulta preocupante que los adolescentes inicien el consumo cada vez a más temprana edad, lo que acentúa la posibilidad de dependencia. Esto significa que además de los daños que generan a su salud, hay consecuencias sociales asociadas, como la posibilidad de violencia y las agresiones debido a los patrones de consumo.
Este no es un problema menor, si se considera que alrededor del 10% de las muertes que se producen en Chile pueden atribuirse al consumo de alcohol, principal droga lícita y responsable de la mayor carga de enfermedades, discapacidad y muerte, que incluso supera a factores como la obesidad y la presión arterial.
El consumo se triplicó en los países que están en aislamiento por el covid-19. Ello es riesgoso si se considera los daños que esa adicción genera y que puede exacerbar la vulnerabilidad de la salud, los comportamientos de riesgo, los problemas de salud mental y la violencia, sobre todo de tipo intrafamiliar.