Científicos detallan el aporte de biotecnología vegetal para hacer frente al cambio climático
"Los datos son desoladores". Esa fue la conclusión señalada en el último informe que Naciones Unidas entregó hace dos semanas atrás en la que se presenta la comparación entre los niveles actuales de emisiones de gases invernadero y los niveles admisibles para evitar los efectos más catastróficos del calentamiento global.
En dicho informe la ONU sostiene que los países deben quintuplicar sus compromisos de reducción de emisiones de CO2, uno de los principales gases de efecto invernadero, si se quiere evitar un calentamiento mayor de 1,5 grados Celsius respecto a la era preindustrial. Aún si los países cumplieran sus compromisos delineados tras el Acuerdo de París, el mundo va camino a un calentamiento de al menos tres grados si no hay cambios drásticos y se reducen las emisiones en un 7,6% cada año durante la próxima década.
¿Pero qué está haciendo la ciencia para contribuir a evitar este desenlace?
El director ejecutivo de ChileBio, el doctor en Ciencias Biológicas Miguel Ángel Sánchez, explica que la biotecnología vegetal y los cultivos transgénicos, en general, llevan décadas trabajando en esto, con datos duros que los avalan. "Algo no muy conocido es que gracias a su adopción se ha contribuido a mejorar la seguridad alimentaria, a hacer la agricultura una actividad más sostenible y a proporcionar herramientas para enfrentar los desafíos climáticos", afirma.
El especialista explica que en la actualidad existen sólo 12 cultivos transgénicos disponibles comercialmente en al menos un país: maíz, soja, algodón, canola, remolacha azucarera, caña de azúcar, alfalfa, berenjena, papaya, zapallo italiano, manzana y papa.
Según las necesidades agrícolas que existan, estos han sido mejorados para resolver los problemas de los agricultores en el campo y disminuir las pérdidas en la producción.
De esta manera, algunos presentan una mejor resistencia a ciertos insectos plaga, y/o tolerancia a herbicidas específicos para controlar malezas, y/o resistencia a determinadas enfermedades, y/o aumento de vida postcosecha, disminuyendo el desecho de alimentos y/o adaptación a condiciones climáticas adversas como la sequía.
Sánchez cita un estudio del Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas ( ISAA, por sus siglas en inglés) de 2018 con cifras de los beneficios documentados de la biotecnología vegetal. Estos son:
- Debido a la menor necesidad de maquinaria para aplicar insumos y principalmente a la no necesidad de arado en algunos casos, en 2016 se evitó emitir 27.000 millones de kg de CO2, lo que equivale a sacar de circulación por un año a 16,7 millones de autos.
- La mayor producción (1996-2016) permitió ahorrar el uso de 183 millones de hectáreas, evitando desforestación y el avance de la frontera agrícola.
-de 671 millones de kilos de ingrediente activo de pesticidas, lo que equivale a una reducción del 8,2% (1996-2016). Esto al mejorar la resistencia a ciertos insectos plagas y al hacer más eficiente control de malezas.
- Debido al menor uso de pesticidas y al reemplazo de herbicidas tóxicos por otros más amigables con el medio ambiente
. Al reducir las pérdidas agrícolas, aumentó la producción en 657.6 millones de toneladas, valorizadas en US$186.000 millones entre 1996-2016.
-. La mayor productividad ha permitido mejorar la situación económica de 17 millones de pequeños agricultores, y sus familias.
- Son los únicos cultivos que para poder ser comercializados deben previamente pasar por una etapa de análisis de riesgo que garantice su seguridad para el medio ambiente y los consumidores.
MAIZ, UVAS
Y CEREZAS
No obstante, por vacíos regulatorios, hoy Chile exporta semillas transgénicas, pero sus agricultores no están produciendo cultivos con estas técnicas, lo que les está impidiendo incluso acceder a los logros conseguidos por los propios científicos "made in Chile", que apuntan justamente a la sostenibilidad de la actividad agrícola.
Un ejemplo es una nueva variedad de maíz tolerante a la sequía, desarrollado por un equipo de la Universidad de Talca, liderado por el investigador Simón Ruiz.
"Lo que hicimos fue incorporar al maíz un gen de un tipo de tomate del norte de Chile, que se expresa cuando este está sometido a condiciones de sequía", explica Ruíz. En los testeos, durante 52 días estas plantas no fueron regadas y obtuvieron un 80% de productividad versus sus hermanas que no llevaban los genes, que alcanzaron solo un 20% de productividad.
Pero lejos el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (Inia) es el organismo que más ha trabajado en este tipo de proyectos en Chile.
El doctor y bioquímico Humberto Prieto lidera un laboratorio en Inia la Platina, que se dedica a trabajar en especies frutales a través de la ingeniería genética, entre otras herramientas.
"Los proyectos en los que hemos estado involucrados han permitido generar uvas con resistencia a hongos y cerezos que necesitan menos horas de frío para su floración. La única forma de generar nuevas variedades vegetales, que permitan nuestra sustentación en un escenario de crisis, va a ser que el mejoramiento genético de variedades vegetales disponga de todas las herramientas que tenemos ha mano", ha afirmado Prieto.
El investigador asegura que todos estos proyectos responden a solucionar problemas económicos, sociales o ambientales.
Miguel Ángel Sánchez concluye que "lo que está por verse es si Chile aprovechará estos desarrollos logrados en el país o bien los dejará pasar, en un contexto de fuertes desafíos climáticos". Y a juicio del director ejecutivo de ChileBio, el ambiente generado por COP25 genera un momento propicio para poner este tema en debate.