Fuego se llevó algo del arte que puso a Copiulemu en el mundo
Luchó hasta más no poder contra las llamas, pero como éstas poco saben de piedad, en medio de un feroz descontrol la despojaron de invaluables tesoros construidos por sus propias manos. Ingrid Pinilla, una de las bordadoras de Copiulemu, no sólo perdió su casa producto de los incendios forestales, sino que con ella todos sus recuerdos.
Esta artesana aún no concibe aceptar que el fuego consumiera en dos horas, lo que le costó construir en 25 años en la Quebrada de las Ulloa. "Pasamos un susto tremendo. Luchamos hasta el último momento para tratar de salvar nuestra casa o, al menos, algunas de nuestras pertenencias, pero no se pudo. Las llamas nos rodearon hasta que nos dejaron sin nada", contó mientras expresaba toda su congoja e indignación en algunas lágrimas.
El 26 de enero pasado será imborrable para Ingrid y su familia, ya que ese día, a las 18 horas, tuvieron que despedirse de su casa.
En medio de su desolación ha podido percibir el cariño y apoyo de sus más cercanos, y también se ha percatado que las soluciones a estas tragedias son muy lentas.
"Ahora estoy viviendo en una carpa con mis dos hijos, mi esposo y mi hermano. Estamos esperando una ayuda concreta, pero aún no la he recibido. Lo único que pido son algunos materiales para construir, porque afortunadamente mi esposo tiene sus manos buenas para seguir trabajando", cuenta la artesana, que hasta antes de la tragedia, se dedicaba a la manipulación de alimentos.
El grupo que la vio crecer en el rubro de la artesanía no la ha dejado sola. Con frecuencia se reúnen para ayudar en lo que puedan a su coterránea y a los demás afectados del sector.
"Lamento profundamente lo que está pasando en Copiulemu. Dentro de mi grupo de artesanas, indudablemente, a algunas les ha tocado más fuerte que a otras, pero todas saldremos adelante. Es muy importante solidarizar, porque es un estrés bastante grande vivir en medio del bosque y soportar la amenaza permanente del fuego en estos días", señala Rosmarie Prim, fundadora del conjunto artesanal hace 43 años.
VESTIGIOS NOSTÁLGICOS
Hablar de los orígenes de las bordadoras de Copiulemu es remontarnos a un pasado glorioso, cuyo relato emerge en 1974, cuando sus primeras integrantes cuidadosamente confeccionaban bordados en telas sacadas de las antiguas bolsas de harina.
"Me conseguí plata en un viaje a Alemania y me rindió mucho en esa época. Quería ayudar a esta zona y se me ocurrió agrupar a mujeres que estaban trabajando bajo Cema Chile, una organización que les enseñaba crochet y tejido. Yo les propuse ser como las bordadoras de Isla Negra y ellas aceptaron", relata Rosmarie Prim, que además fundó Manderscheid en Copiulemu, el primer parvulario rural de Chile en 1974.
En sus inicio partieron 20 integrantes y en la actualidad el número va sobre las 40. Resulta que en menos de un año iniciaron la exhibición y la comercialización de sus arpilleras en ferias artesanales y exposiciones locales.
La primera aparición pública fue en la Sala Universitaria de Concepción en 1975. Allí Rosmarie vendió todos los paños creados y, al mismo tiempo, le dio protagonismo a estas creadoras en toda la Región.
"Fue algo impresionante, se juntaron y no pararon más. Sus obras nacieron en el corazón de su impulso creativo espontáneamente. Ahora somos un grupo muy consagrado en cuanto a la artesanía", cuenta la esposa del artista penquista Eduardo Meissner.
Las obras de las bordadoras fueron difundidas a escala nacional en 1977, cuando fueron invitadas a la Feria de Artesanía Tradicional de la Universidad Católica, una actividad que repiten hasta la actualidad. De esta forma, se integraron al circuito ferial en espacios públicos promovido a partir de la década de 1960 por artistas e intelectuales ligados principalmente a la Universidad de Chile.
SOBREPONERSE
Y a pesar de la tragedia que afecta a la localidad, el centro que acoge a estas mujeres se mantuvo intacto ante los incendios.
El lugar aún conserva colecciones, principalmente, inspiradas en la vida rural campesina. Cada artesana define un estilo personal en el que se potencian las características que prefiera. Ellas deciden los dibujos, diseños, matices, colores y puntos. Por lo general, usan completo el paño de harina.
Sus materiales se los financia cada una mediante la venta de su trabajo "Le dije cuando empezaran a vender, dejaran dinero para comprar su propios materiales. Yo les indiqué en ese tiempo dónde comprar y ahora ellas cuando van al centro de Concepción, traen lo que necesitan para continuar con los bordados", cuenta.
Aunque han suspendido sus actividades debido a la reciente catástrofes, aún tienen motivación y entusiasmo por retomarlo en un futuro próximo.
Pretenden viajar a la Feria del Arte Popular de Santiago en su próxima versión (en mayo) y, además, tienen en mente un proyecto que pretende destacar la vida y obra de Violeta Parra, en el marco de su centenario.
Los trabajos de las bordadoras de Copiulemu son de distintos tamaños y pueden ser adquiridos en el señalado sector.