Afectados de Punta Lavapié ya cuentan con título de dominio de sus viviendas
En los confines del golfo de Arauco, a 40 minutos de la comuna del mismo nombre, se esconde Punta Lavapié, una localidad de no más de 200 casas que vive fundamentalmente de la pesca. Desde Concepción, el camino hasta la caleta va de menos a más: aumentan las curvas, se despeja el aire y el verde del paisaje va tomando vigor en cada kilómetro recorrido. Tras cruzar el remozado puente Tubul -que para el terremoto quedó inutilizable- el cielo se abre para que las aves se luzcan planeando sobre la explanada y las gaviotas graznen acusando la desembocadura del río con el mar.
A menos de un kilómetro antes de llegar a la localidad, la calle Esperanza es el único acceso a la Aldea Punta Lavapié, última etapa de la reconstrucción post terremoto y posterior tsunami del 27 de febrero de 2010 en la provincia de Arauco. Trece casas componen la aldea y las obras estuvieron a cargo del Serviu, que desembolsó 422 millones de pesos. El proceso fue largo, reconocen las familias. Tanto que incluso pensaron en tomarse el terreno e instalar un campamento si las obras no avanzaban. "No fue un avance regular, pero la espera valió la pena", señaló una de las vecinas.
Y es que ayer se conmemoró el primer año de las familias en sus nuevas viviendas. Aún recuerdan la actividad que estuvo encabezada por el intendente Rodrigo Díaz Worner y a la que también asistieron otras autoridades locales, en donde se aprovechó de recordar los hechos ocurridos, en ese entonces, seis años antes, el fatídico 27/F. En este primer aniversario -y séptimo desde el megasismo- no hubo celebraciones, pero sí reflexionaron acerca del proceso, las ventajas de tener una casa propia y el poco protagonismo que creen que tuvieron en el proceso de reconstrucción.
"NADIE VINO A VERNOS"
Ximena Durán Soto recuerda que estaba con su hija de visita en la casa de un familiar en Lebu cuando comenzó el terremoto. Como pudo, tomó a su hija Emilia, que en ese momento tenía 10 años, y salió de la casa donde estaban. Pero además de la incertidumbre de no saber qué estaba pasando, Ximena tenía otra preocupación: le faltaban dos de los suyos. Estefanía, su hija mayor, estaba en la casa de sus abuelos y su marido en el mar pescando. "Por suerte estaban todos bien, a nadie le pasó nada", dijo.
La escena que vio al salir de la casa nunca la olvidará. "Vi casas partidas y el suelo abrirse y cerrarse. El suelo crujía y todo se quebraba", recordó. Tras perder su casa, Ximena y su familia pasaron un tiempo viviendo con su suegra, arrendando una casa y finalmente en su inmueble definitivo. "Parecíamos gitanos de un lado para otro. Yo me sentía colapsada sin tener un lugar fijo donde vivir", manifestó. La dueña de casa aseguró que no les dieron la importancia que se merecían, porque eran un grupo menor.
"Nos restaron importancia. Siempre nos decían: usted son sólo trece casas y van a ser los últimos porque quedan más lejos. Pero aunque hubiésemos sido 13, también necesitábamos las casas y por eso estábamos luchando", dijo. Además, agregó que "nadie vino a vernos, sólo el alcalde de Arauco que se ha hecho presente y parece que un gobernador".
EN HONOR A KEVIN
Gloria Fernández Maldonado no perdió su casa tras el terremoto, porque en realidad nunca tuvo una. Gran parte de su vida la pasó viviendo con su abuela, a quien, por cuestiones de la vida, le tocó llamarle madre. En ese hogar, vivía con su único hijo, Kevin Jerez Fernández, a quien describe como una persona con un corazón enorme, el que incluso podía regalar su ropa si veía a alguien de la calle que lo necesitara.
Como sabían que no tenía casa, la invitaron a participar del proyecto Frente al Mar, el que se componía de viviendas de 52 metros cuadrados, de un piso, con living comedor, cocina, baño y tres dormitorios. Además, el proyecto incluía áreas verdes para que los niños pudieran jugar.
Estaban iniciando los trámites para obtener el subsidio que le entregaría su primera casa propia, cuando el lunes 15 de julio de 2015 Gloria Fernández Maldonado recibió una noticia que cambiaría todo lo que tenía programado. Su hijo Kevin Jerez Fernández, de 21 años, falleció en el accidente que sufrió un grupo de pescadores en Puerto Montt. "Él era el más entusiasmado con la casa y no alcanzó a disfrutarla", contó la mujer entre lágrimas. "Eso es lo que más me duele", agregó.
El plan que tenían era claro: "Él se iba a venir a vivir conmigo, iba a tener un hijo con su polola y quería que yo se lo cuidara. Mami, me decía, si me criaste a mí a mis primos ¿por qué no vas a poder criar también a tu nieto? Yo habría estado feliz, pero el destino quiso otra cosa". En las paredes del living de la casa cuelgan las fotos de su hijo y cada que vez que las mira recuerda lo importante que fue en todo el proceso. "Él me pasó los $235 mil pesos que me pedían para acceder al subsidio", recordó.
Pero a pesar de la pena, Gloria está feliz con su casa nueva y hace un buen balance del primer año. "Ahora me puedo dar los gustos que no podía antes, cuando vivía de allegada donde mi mamá", cuenta. Esos gustos tienen que ver con cosas tan sencillas como barnizar las paredes en vez de pintarlas "porque encuentro que se ve más elegante", dice y repite también la misma razón que siempre le dice a Claudio, su pareja hace 6 años. "Simplemente porque me gusta y la casa es mía", cuenta ahora entre risas.
Tras pasar los primeros días de febrero, las 13 familias del conjunto habitacional recibieron un llamado a su puerta. Se trataba de trabajadores del Serviu que les entregaron los títulos de dominio de sus casas. "Ahora voy a poder acceder a nuevos subsidios para poder ampliar mi casa", finalizó Gloria.