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Reconstrucción podría "comenzar mañana", según arquitecto que ha liderado su puesta al día

Restaurar el Teatro del Liceo Enrique Molina es una cuestión de voluntad

Con aprobación de la Dirección de Obras municipal, sólo falta comenzar a postular a fondos, para contar con este emblemático espacio para las artes en Concepción.
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Por Sebastián Grant Del Río

Dos horas antes del cierre de las actividades enmarcadas ayer en el Día de los Patrimonios, la fila de gente que esperaba para visitar el Liceo Enrique Molina llegaba desde la entrada del recinto en Aníbal Pinto, hasta la Biblioteca Municipal, por Víctor Lamas.

Una buena parte de ese público buscaba entrar por primera vez y conocer el Teatro del Liceo, popularmente conocida como la Sala de Actos del Molina Garmendia.

Sin intención de hacer ficción, aunque sí lo parezca, actualmente el histórico recinto con capacidad para 600 personas, cuenta con su aprobación técnica, por parte de la Dirección de Obras de la Municipalidad de Concepción, otorgada en 2021.

Lo antes señalado significa que, técnicamente, la restauración del espacio tiene total factibilidad, en un plazo de 18 a 24 meses, según Carlos Inostroza, arquitecto que ha liderado esta tarea, desde que ganara el concurso nacional de Reatauración del Teatro del Liceo Enrique Molina Garmendia en 2007 al frente de Estudio Cero.

Contratado por el municipio penquista en 2009 para llevar a cabo la tarea, lo cierto es que hasta la fecha no hay avances concretos, considerando que hace cuatro años el proyecto de restauración fue aprobado por la citada dirección municipal y el Consejo de Monumentos, con miras a restaurar el teatro. "Y transformarlo en la mejor sala de regiones en el país", apunta Inostroza, considerando características del mismo como la cercanía al escenario, su tamaño medio y considerando la tecnología óptima para el desarrollo de las artes escénicas y musicales.

En ese sentido, acota el experto en patrimonio, con una carrera de más de 20 años, habría que recalcular y poner al día los $11 mil millones, según cifras de 2021.

"Como el proyecto ya tiene un permiso aprobado por la Dirección de Obras, tarea que cuesta mucho lograr, la obra se podría empezar mañana, pero requiere la priorización política y económica en un escenario en que nuestro país baja y baja su cifras de consumo cultural", advierte Inostroza, enfatizando que para ello es clave unir voluntades en la comunidad.

Autoridad en sintonía

Como mandante, la Municipalidad de Concepción debe mover los hilos en este escenario.

Consultado al respecto, el alcalde Concepción, Héctor Muñoz, señaló que como administración reafirman el compromiso con la recuperación del Teatro del Liceo. "Un espacio emblemático y profundamente valorado por la comunidad penquista. Actualmente, el proyecto de recuperación ya fue ingresado al Fondo Nacional de Desarrollo Regional (Fndr) y se encuentra en etapa de revisión por parte del ministerio de Desarrollo Social (Mideso), a la espera de obtener la recomendación satisfactoria (RS) que habilita la búsqueda de financiamiento.

Paralelamente, dijo la autoridad, se cuenta con el proyecto arquitectónico, aprobado por el Consejo de Monumentos Nacionales, y un plan de gestión, que "garantiza su sostenibilidad financiera y operativa a largo plazo".

- ¿En su administración existe un plan para contar con el Teatro?

- Sí, existe un plan firme y claro por parte de esta administración para concretar su recuperación. Se trata de una iniciativa estratégica que contempla la rehabilitación del histórico Salón de Actos del Liceo Enrique Molina como un teatro para la ciudad, destinado a ser un recurso compartido entre el establecimiento educacional y el municipio. Este proyecto no sólo rescata un inmueble patrimonial, también busca posicionarlo como un polo cultural activo, dotado de infraestructura moderna y estándares técnicos acordes a la vocación artística de Concepción.

- Es que sabe, como que pasa el tiempo y nada desde que se dio el OK. Por eso ¿es factible?

- Sí, es completamente factible. Y desde esta administración nos hemos hecho cargo de retomar y reactivar el proyecto, que contaba con observaciones pendientes desde hace años. Ya hemos actualizado los costos a valores actuales de construcción, ajustado aspectos técnicos y estamos en proceso de renovar el comodato con el Servicio Local de Educación Pública (Slep), requisito clave para avanzar. Con el plan de gestión ya aprobado por el Gobierno Regional y con la revisión del Mideso en curso, estamos en condiciones de avanzar hacia el financiamiento definitivo. Si bien la inversión requerida supera los $10 mil millones, existen conversaciones para que ésta pueda ser cubierta de manera colaborativa por distintas entidades públicas.

Comentario de Patrimonio

Patrimonio: la idea es relevar el alma de nuestros territorios

En lo esencial hay que entender que el legado no es un objeto, sino una relación con el territorio a cuidar.
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Por Nidia Smith Oñate

Cada año, el último fin de semana de mayo -este 2025, los días 24 y 25- Chile celebra el Día de los Patrimonios, fecha que se ha instalado con fuerza en el calendario cultural, movilizando a instituciones, comunidades y territorios. Pero ¿qué significa hablar de patrimonio?

La palabra proviene del latín patrimonium, derivado de pater (padre) y munus (encargo, deber), y aludía originalmente a los bienes que el pater familias legaba a su descendencia: un conjunto de posesiones materiales que definían la continuidad familiar.

Con el tiempo, el concepto se fue desmarcando de lo estrictamente económico y jurídico para ampliarse hacia lo simbólico, intangible, colectivo. Desde la segunda mitad del siglo XX, con la acción de organismos internacionales como Unesco, que en 1972 promulga la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural; el término comienza a usarse para nombrar aquellas expresiones que constituyen la herencia cultural y natural de la humanidad: no sólo monumentos y sitios históricos, también prácticas, lenguas, músicas, memorias y paisajes.

Mirar al futuro

En Chile, el Día de los Patrimonios nace en 1999 con el fin de abrir los espacios del Estado a la ciudadanía, en una lógica inicial centrada en el patrimonio arquitectónico.

Pero en más de dos décadas, la efeméride ha superado sus bordes iniciales: hoy no se trata de conservar edificios o vitrinas, sino de interrogar el sentido de lo que heredamos, cómo lo habitamos y qué estamos dispuestos a preservar, transformar o resignificar.

Este día se ha convertido, además, en un laboratorio de imaginación ciudadana. Surgen ferias, performances, rutas barriales, museos abiertos a medianoche, archivos en movimiento, carnavales de memoria, actos poéticos en mercados o fábrica.

Es la fecha en que las organizaciones sociales, universidades, colectivos artísticos y comunidades locales despliegan su creatividad para ir más allá de los ya manoseados conversatorios de guion repetido y poca vinculación territorial. Porque el patrimonio no se predica: se encarna. Y se encarna en lo vivo.

Desde la región del Biobío, esta reflexión adquiere densidad particular. Aquí, donde la historia no se archiva, sino que se reconstruye a diario, el patrimonio es una práctica situada. Es el gesto de escuchar a los antiguos mineros de Lota, de cruzar el río Biobío con el peso de su historia, recorrer el cementerio, la Casa del Arte y detenerse frente al mural Presencia de América Latina como quien entra a una catedral laica del pensamiento latinoamericano.

Es habitar una ciudad que ha parido canciones de protesta, manifiestos estéticos, comunidades estudiantiles y obreras, resiliencias cotidianas después del sismo, y preguntas abiertas que aún hoy incomodan al poder.

Vivir en Concepción es convivir con la pulsión de un territorio que no se deja domesticar. Es oír la lluvia en los techos de zinc como una partitura natural. Es reconocer que nuestras universidades crean comunidad. Que el arte penquista no responde a modas, sino a convicciones. Y que el Biobío, lejos de repetir fórmulas centrales, produce pensamiento y cultura con una autonomía que el país aún no termina de comprender.

Tal como advierte el antropólogo Néstor García Canclini, "el patrimonio no está dado, se construye en la disputa simbólica y política sobre lo que merece ser recordado". Y esa disputa está viva. Porque el patrimonio también puede ser dolor, silencios, deudas pendientes.

Pero es, precisamente ahí, en esa tensión, donde encuentra su potencia: no como una imagen congelada, sino como una herramienta para leer el presente y proyectar futuros más justos, más sensibles y más nuestros.

Esta fecha nos debiera enseñar que lo esencial no se resume en líneas de tiempos pegadas en murallas.