Lota Green: un camino de catorce años de espera para alcanzar la vivienda propia
La salida de las empresas constructoras, la tramitación ante el Consejo de Monumentos Nacionales y los retrasos administrativos marcaron el andar de uno de los proyectos emblemáticos de reconstrucción tras el terremoto de 2010, que beneficia a 4 mil personas.
"Tuvimos la oportunidad de abandonar el proyecto porque llegaron otras constructoras, que nos decían que había otros proyectos y yo elegí Lota. Me gusta el aire, la convivencia, todo, y está todo tan accesible". Marcela Arriagada mira hacia el Muelle Viejo de Lota, y sabe que tomó la decisión correcta.
Por más de catorce años, la histórica dirigenta fue uno de los cientos de vecinos que anhelaron que un día el megaproyecto habitacional Lota Green viera la luz.
Y eso al fin ocurrió a fines de la semana pasada, cuando las 340 familias correspondientes a las etapas 1, 2 y 3 del proyecto recibieron de manos del Ministerio de Vivienda y Urbanismo las llaves de sus departamentos, cerrando así un círculo no exento de complicaciones.
En definitiva, el complejo habitacional considera 600 departamentos y más de cuatro mil beneficiarios, de los cuales poco más de 250 ya recibieron sus inmuebles en agosto gracias a una inversión superior a los $25 mil millones.
El alcalde de Lota Patricio Marchant reconoció que "es un proyecto que generó mucha expectativa, tuvo muchos actores involucrados, y que finalmente deja felices a las familias. Muchas autoridades pusieron un granito de arena para que esto resultara", mientras que el ministro Carlos Montes dijo que "es una forma de pensar la ciudad de Lota y enriquecerla con todos sus elementos históricos. Esto debemos repetirlo en el país, ya que fortalece nuestra forma de vivir".
Lucha sin parar
Marcela Arriagada rememora que en 2010 vivía en el sector Polvorín, "con mis suegros, en casa que el terremoto prácticamente echó abajo", y que tras escuchar un llamado en la radio para inscribirse en el exhospital de Enacar, fue una más de las que se sumó a la búsqueda de la vivienda definitiva.
"Llegó mucha gente a ese lugar que estaba destruido, nos pidieron que nos organizáramos, que tuviéramos algunos dirigentes y me postulé junto a otras personas. Me eligieron presidenta y desde allí comenzamos a trabajar", rememora la dirigente de la etapa 2, y vocera de los comités.
Tras el inicio de las gestiones, reconoce que las mayores dificultades se vivieron tanto con la entrada y salida de empresas constructoras -finalmente la empresa Vanrom dio forma definitiva al proyecto- como con la tramitación ante el Consejo de Monumentos Nacionales, tanto para lograr los permisos para la declaración de impacto ambiental como para reanudar las obras tras los hallazgos de vestigios en un sitio arqueológico protegido por la ley de Monumentos Nacionales.
"Lo más complejo ha sido el trabajo con el consejo; estuvimos dos años trabajando para que se aprobara la declaración de impacto ambiental. Dos años en que teníamos que viajar a Santiago, esperar y era un tanto incómodo porque no nos permitían ingresar a las reuniones, teníamos que esperar afuera el resultado. Cuando tenían una consulta, solo una persona podía entrar", cuenta.
En su relato añade que "aprobaron la declaración, después tuvimos el tema de las constructoras, y luego de eso cuando comenzó la obra, nuevamente el Consejo de Monumentos la paralizó", para luego destacar el trabajo del arquitecto Dino Bozzi, quien presentara el proyecto de conservación patrimonial para que en 2022 se diera luz verde a la reanudación de los trabajos entregados en dos etapas.
Un sueño cumplido
Elena Díaz fue la primera beneficiaria de la etapa 1 "Torre del Reloj" en recibir las llaves de su departamento, y no esconde la emoción en sus palabras.
"Esperé catorce años, estoy desde el 2010, y para mí ha sido una emoción muy grande. Tuve fe que esto iba a salir, Dios me dio la paciencia para estar en todas las reuniones, y ver esto emociona mucho. Yo vivía de allegada y recibir las llaves de mi departamento, gracias a Dios y a las dirigentes de mi etapa que se han sacado un siete", dice entre lágrimas.
Marcela Arriagada, en tanto, recuerda que "acá era horrible, había basura, escombros, asaltaban a la gente, y ver todo restaurado emociona. Los edificios nuevos, las veredas, la conexión con Lota Alto, Lota Bajo y viene el proyecto de la Costanera. Nuestras viviendas parecen salidas de un cuento, era inalcanzable poder saber que podíamos ver materializado nuestro proyecto".
Junto a ello, reconoce que "cambiamos las personas y cambia nuestro conjunto familiar. Comencé esto con una niña recién nacida, y ya tengo dos niñas, una de 15 años y otra de seis años. Otras personas se han separado, yo sigo con el padre de mis hijas, y otras familias donde comenzaron con sus hijos siendo menores de edad y hoy son mayores de edad, optando a uno de los departamentos".
Con la brisa del viento, el sol que asoma entre las nubes y tras un momento emocionante, vendrá lo más importante para Marcela: "Me toca vivir en el edificio 14, el último por la costanera, y mirando al mar. ¿Qué mejor?".