José Manuel Rodríguez
Nació en Lautaro el 24 de junio de 1935, nos dejó en 1996 y es uno de los grandes poetas chilenos que es lo mismo que decir, un gran poeta universal. No exageramos, la lírica chilena es absoluta, ya lo hemos anotado en este mismo diario. No solo están Neruda, de Rokha, Huidobro y Mistral, como mínimo se puede contar una veintena de autores notables. Entre ellos, ocupa un lugar muy singular Jorge Teillier. Leamos algo de él: "Me despido de mi mano/ que pudo mostrar el paso del rayo/ o la quietud de las piedras/ bajo las nieves de antaño… Para que vuelvan a ser bosques y arenas/ me despido del papel blanco y de la tinta azul/ de donde surgían los ríos perezosos/ cerdos en las calles/ molinos vacíos". Estos versos estremecedores están el poema "Despedida", considerado una de las cumbres de la poesía en lengua castellana. No inventamos nada, basta consultar en internet y ver que está antologado por toda España y por toda América. Ahora, lo interesante, lo importante es que "Despedida" perfectamente puede ser considerado una cifra de la poética teillieriana. En primer término, están las palabras que usa el poeta, palabras sencillas. En segundo lugar, esas palabras evocan imágenes que todos podemos imaginar cordilleras nevadas, piedras, bosques, ríos. Claro son palabras simples e imágenes conocidas, pero todas hermosísimas. La belleza de una montaña nevada, de un río azul o de los bosques es arquetípica. Ahora, en una segunda lectura, el asunto se torna más complejo ¿De qué habla el texto? De un poeta que se despide de su mano, de su propia mano que escribe, la que pudo mostrar la magnífica belleza de la naturaleza y que, por otra parte, pareciera añorar una época anterior. Y aquí está la complejidad, pues tratamos con una escritura donde ocupa un lugar central el tiempo, pero no cualquiera, sino el pasado. El nombre de esta forma de poesía se lo da el mismo autor: de los lares. Veamos como la define: "Frente al caos de la existencia social y ciudadana, los poetas de los lares pretenden afirmarse en un mundo bien hecho, sobre todo en el mundo del orden inmemorial de las aldeas y de los campos". Aldeas y campos que para él eran los de La Araucanía, lugar donde está su pueblo, Lautaro. Escojamos unos versos al azar para ver cómo funciona esto: "Desde la buhardilla que escojo/ para recibir tu cuerpo/ vemos los trigales, las tardes libres e infinitas/ y caballos marcados sólo con estrellas en la frente". Quizás desde esa buhardilla también vio los cerdos en las calles y los molinos vacíos. Ya está planteado el problema y este no es otro que el paso implacable del tiempo, el asunto más complejo, de todas las complejidades de la realidad. Y ante ese paso inescrutable, el poeta opone los recuerdos, esos recuerdos que, y no sólo el pasa a él, van conformando unos mitos, de ahí que la poesía del lar, sea la poesía del mito, de esa edad de oro que fue la infancia, cuando aún no teníamos conciencia de la única verdad, dice el final de "Despedida", "que respiramos y dejamos de respirar". Es decir, frente a la muerte, Teillier sitúa los recuerdos, pero esos recuerdos no son "extensos" son más bien unos instantes. Cada instante es una maravilla nos dice el poeta. De hecho, uno de sus libros se llama, precisamente, "Muerte y maravillas". Luego, no es extraño que una obra que habla de estas cosas, haya conquistado legiones de lectores y lectores convencidos, unos verdaderos partidarios. El asunto que basta leerlo, conocerlo para pasar a formar parte del partido. Tuvimos la suerte de estar una vez con él, en la librería de Omar Lara. Allí supimos que no sólo su poesía es enternecedora, pues Jorge Teillier era un ser luminoso. Cuando salimos de Concepción hacia el sur, a trabajar en la frontera justamente en los lares, nos fuimos con ese recuerdo tan grato. Una vez en la Universidad de La Frontera, propusimos al profesor de literatura de esa casa de estudios, Juan Manuel Fierro, crear un premio, el Premio Nacional de Poesía Jorge Teillier y tuvimos suerte, pues ese profesor es un militante furibundo del partido que aludíamos. Así que lo creamos y hemos tenido suerte, el premio que homenajea al poeta de los mitos ya es un mito y sólo porque lleva el nombre de un autor que escribió cosas como esta… "Me despido de una muchacha/ cuyo rostro suelo ver en sueños/ iluminado por la triste mirada/ de trenes que parten bajo la lluvia".
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