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En urbanismo y tecnología

Así se prepara Tokio para el próximo gran desastre natural

Trece años después del accidente nuclear de Fukushima, la capital de Japón se ha blindado ante terremotos, inundaciones y erupciones volcánicas.
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Por Efe

Tokio ha aprendido de lecciones pasadas y, trece años después del accidente nuclear de Fukushima, se ha blindado ante terremotos, inundaciones, y erupciones volcánicas con un urbanismo resiliente, cuerpos de rescate altamente preparados y tecnologías punteras.

El terremoto y el tsunami del 11 de marzo de 2011, que desencadenaron un desastre nuclear, y catástrofes previas que cobraron millares de vidas como el gran terremoto de Kanto de 1923, el terremoto de Kobe de 1995 o el del enero pasado en Noto han marcado la carrera de la capital nipona por diseñar estrategias de respuesta.

Hay una probabilidad del 70% de que un sismo de magnitud 7 o mayor sacuda Tokio en las próximas tres décadas, ante lo que el gobierno metropolitano desarrolló un plan que persigue alcanzar una ciudad totalmente resiliente para 2040.

Con una inversión unos 104.934 millones de euros para el proyecto, que partió en 2022, la gran urbe nipona se prepara para evitar tragedias humanas causadas por terremotos, erupciones volcánicas, inundaciones por tsunamis o marejadas ciclónicas, enfermedades infecciosas e interrupciones de energía y comunicaciones.

La disposición y el diseño de los edificios en la ciudad están pensados para frenar el avance de incendios, frecuentes después de temblores intensos, y también se ha incrementado la resistencia de las construcciones desde un 73,6% en 1995 a un 92% en 2019, según datos aportados por el gobierno metropolitano de Tokio.

Las carreteras principales, amplias en su mayoría, permitirían mantener una normalidad relativa en la circulación de vehículos en caso de alteraciones del tráfico por un desastre.

Preparación y educación

El cuerpo de bomberos de Tokio -Tokyo Fire Department- está preparado especialmente para responder al escenario posterior a desastres con tecnologías que incluyen drones, detectores de bioseñales o camiones que eliminan sustancias radioactivas de superficies y personas.

También cuentan con robots para recoger información en las zonas afectadas y están ideando un prototipo similar a un perro para ahorrar así el estrés y los riesgos a los animales.

También existe un centro de simulación para educar a la población sobre cómo responder ante catástrofes y en 2023 fue visitado por 67 mil personas.

Quienes aprenden en las instalaciones de los bomberos pueden utilizar gafas de realidad virtual que reproducen el escenario tras un terremoto, o subirse a una plataforma que simula una cocina y que tiembla a distintas intensidades.

Blindaje por inundaciones

La costa de Tokio está protegida con 54 kilómetros de muros de hormigón de entre 3,5 y 7 metros, 15 compuertas en sus canales controlables en remoto y sistemas de drenaje equipados con turbinas capaces de bombear en segundos la cantidad de agua equivalente a una piscina de 30 metros.

Esto protege a la bahía de la ciudad, con islas artificiales repletas de rascacielos, ante tsunamis y marejadas ciclónicas -inundaciones costeras asociadas a un sistema atmosférico de baja presión- causadas por tifones.

Se cree que los tsunamis alcanzan alturas mucho mayores que las marejadas ciclónicas, explicaron a los medios funcionarios del puerto, pero en la bahía de Tokio, por sus características, sería potencialmente más peligroso lo segundo.

Si un tsunami azotara Tokio, las estimaciones apuntan a que no superaría los 2,6 metros, por lo que los muros podrían pararlo. Se planea además elevar los bloques de hormigón ante la amenaza de que el calentamiento global haga subir el nivel del mar 0,6 metros.

Azabudai hills

Inaugurado el año pasado, el complejo Azabudai Hills, que incluye viviendas, restaurantes, museos, tiendas, oficinas y espacios verdes, fue construido para soportar temblores y poder acoger a evacuados en caso de desastre.

Está formado por tres rascacielos principales conectados entre sí por otras edificaciones más bajas. Una de las torres, la JP Mori Tower, de 330 metros de altura, cuenta con mecanismos avanzados para controlar temblores; los más punteros, amortiguadores viscosos y de aceite que controlan y atenúan temblores.

Desarrollados por la empresa japonesa Oiles Corporation y capaces de controlar vibraciones horizontales, un total de 300 de estos resortes configuran el interior de las paredes de la JP Mori Tower, que cuenta además con otros 1.500 artilugios con funciones similares.

Las 8,1 hectáreas de Azabudai Hills enlazan dos estaciones de metro sin necesidad de salir a la superficie. El pasillo que las conecta serviría para alojar hasta 3.600 personas en caso de que un desastre natural les impidiera volver a sus casas.

El complejo ya almacena provisiones con las que podrían alimentarse esas 3.600 personas durante tres días, y kits de emergencia que incluyen agua, pañales, productos de higiene femenina, colchones hinchables o mantas, entre otros.

Descubren la proteína responsable de la sensación de frío

Se apunta a la acción de una proteína sensible a bajas temperaturas.
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Investigadores de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, identificaron la proteína que permite a los mamíferos sentir el frío, dando respuesta a una de las grandes cuestiones por resolver por la biología sensorial.

El hallazgo, recogido en la revista Nature Neuroscience, podría ayudar a desentrañar cómo se perciben y sufren las bajas temperaturas en invierno, y por qué algunas personas experimentan el frío de forma diferente cuando padecen determinadas enfermedades.

En un estudio de 2019, los autores de esta investigación ya identificaron la primera proteína sensible al frío en 'Caenorhabditis elegans', una especie de gusano milimétrico usado como modelo en los laboratorios para comprender las respuestas sensoriales.

Dado que el gen que codifica la proteína sensible al frío en esos gusanos está evolutivamente conservado en muchas especies, incluidos ratones y humanos, este hallazgo proporcionó el punto de partida para verificar el sensor del frío en mamíferos: la GluK2 (abreviatura de Glutamate ionotropic receptor kainate type subunit 2).

Para comprobarlo, los investigadores pusieron a prueba su hipótesis en ratones a los que les faltaba el gen necesario para producir la proteína GluK2.

Al hacerlo, observaron que actuaban con normalidad frente a las temperaturas cálidas, templadas y frías, pero no mostraban ninguna respuesta al frío nocivo, considerando como tal temperaturas por debajo de los -15 grados Celsius.

La proteína GluK2 se encuentra principalmente en las neuronas del cerebro, donde recibe señales químicas para facilitar la comunicación neuronal, y también en las neuronas sensoriales del sistema nervioso periférico (fuera del cerebro y la médula espinal).

Es precisamente en el sistema nervioso periférico donde procesa señales de temperatura para detectar el frío, según han visto los investigadores en experimentos con ratones.

"Hace más de 20 años que se empezaron a descubrir estos sensores de temperatura, con el hallazgo de una proteína sensible al calor llamada TRPV1, pero hasta ahora no habíamos podido confirmar qué proteína era la que detecta temperaturas frías nocivas para la salud", dice el neurocientífico Shawn Xu.

Los investigadores creen que este descubrimiento puede tener implicaciones para la salud y el bienestar humanos, ya que, por ejemplo, los enfermos de cáncer que reciben quimioterapia suelen experimentar reacciones dolorosas al frío.

"Este descubrimiento abre nuevas vías para comprender mejor por qué los humanos experimentan reacciones dolorosas al frío, e incluso puede ofrecer un posible objetivo terapéutico para tratar ese dolor en pacientes cuya sensación de frío está sobreestimulada", añade.