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En la Sala Marta Colvin de la Pinacoteca UdeC

Exposición ofrece una amplia visión del desarrollo artístico nacional

Como parte de "Arte en Chile", la sala muestra el trabajo de diversos grupos y movimientos de artistas.
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Por Nicolás Martínez Ramírez

Buscando ser una experiencia casi inmersiva al desarrollo del arte a nivel nacional, la exposición "Arte en Chile" presenta una variada muestra de diversos estilos, movimientos y tendencias que han tenido las artes visuales en el país.

Particularmente, la Sala Marta Colvin -ubicada en el primer piso de la Casa del Arte- ofrece una muestra del desarrollo artístico de grupos como el Ancoa o Tanagra, el desarrollo de las artes en Valparaíso, la Promoción 80, la Escena de Avanzada luego del golpe, el Movimiento Forma y Espacio, el Grupo Signos, el Taller 99 de Nemesio Antúnez, el Grupo Rectángulo, el de Estudiantes Plásticos, la Generación de 1940 y la naturaleza muerta modernista.

A través de 60 obras de 50 artistas, se reúnen disciplinas como la escultura en cerámica, óleo sobre tela, litografía, aguafuerte, aguatinta, calcografía, bordado, serigrafía, pintura sobre seda, shobori-nui y acuarela.

"Arte en Chile" está disponible hasta el 22 de mayo en cuatro de las cinco salas de la Casa del Arte, de martes a viernes, de 10 a 17.45 horas, sábados de 10 a 16.45 horas, y domingos de 10 a 13.45 horas.

Pablo de Rokha, un poeta maldito

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Coordinador de Ediciones Ufro

Hace unos días, y en estas mismas páginas, escribimos sobre la indigna polémica que envolvió a Neruda, Huidobro y de Rokha. Fueron más de 50 años de sorda contienda. El asunto es que al pensar sobre esa lucha fraticida nos quedó dando vueltas el nombre de Pablo de Rokha (1894-1968). Y aquí ya se inicia el problema, pues a pesar de ser uno de los cuatro grandes de la poesía chilena, junto a los nombrados y Gabriela Mistral, no se habla mucho de él, excepto en los círculos literarios. Ahora mismo, tres escritores de Pucón me avisan que se dirigen en procesión a Licantén, ciudad donde nació el autor ¿Por qué ese interés y esa devoción? El interés se explica porque su obra es extraordinaria y la devoción porque pertenece a la casta de los poetas malditos. Serían Baudelaire y Verlaine, en la Francia de fines del siglo XIX, quienes llamarían así a aquellos: "escritores incomprendidos por sus contemporáneos y que no obtuvieron el éxito en vida; los malditos llevan una existencia bohemia y rechazan las normas, tanto las reglas del arte como los convencionalismos sociales" (Wikipedia).

Pablo de Rokha cumple con la definición de forma casi absoluta. Baste leer lo que anota en su primer libro, Los gemidos (1922): "no tengo casa y mi vestido es pobre… mi pasión gigante atraviesa tronando el pueblo imbécil del prejuicio, la mala aldea clerical de la rutina". La pobreza lo acompañará toda la vida. Baste recordar un relato, de Jorge Teillier, que narra una visita que hizo a Lautaro: "el poeta cambió su última obra "Idioma del mundo" por un saco de papas donde el vasco Goicoechea y por un quintal de harina donde el molino de Haury, menestras que envió a Santiago a casa de su hija. Para que sus andanzas fueran mejor cambió un libro por un par de zapatos (número 45) en la zapatería López". De eso vivía, recorría el país y cambiaba libros por ropa y comida. La comida se la enviaba a sus hijos a Santiago. Era un hombre muy, pero muy pobre.

También lo acompañó la tragedia. Su amada esposa, Winnet de Rokha, murió de cáncer en 1951. Dos de sus ocho hijos fallecieron muy pequeños; mientras otros dos, Carlos, un poeta mayor, y Pablo se suicidaron. No hay duda, entonces, de la desgracia que acompañó al autor durante toda su vida. De hecho, en 1965, cuando ya tenía 71 años, recibió el Premio Nacional de Literatura, pero el mismo lo diría, el premio llegó muy tarde. Tan tarde que tres años después cometería suicidio. Ya era un hombre "definitivamente viudo, definitivamente solo, definitivamente viejo, y apuñalado de padecimientos" (Canto del macho anciano). La tardía entrega del galardón muestra que su obra demoró demasiado en alcanzar el reconocimiento.

La razón podría ser que de Rokha es un poeta complejo. De hecho, abrazó tempranamente las vanguardias, leamos "En aquel entonces entenderemos al que asaltó y degolló a la humanidad para comprarle laureles a su amiga" (Los gemidos). Versos claramente surrealistas, eso de los laureles rompe completamente la linealidad lógica y el surrealismo es una tendencia artística que, precisamente, quiebra totalmente la lógica. Lo novedosos es que junto a lo anterior su poesía es profundamente criolla, huasa. Unos pocos versos más abajo de los recién citados, el yo poético sostiene que se revolcó en los "potreros de la desventura". Parece lírica campesina.

Y hablando de esta vertiente huasa, una de las obras importantes del escritor se titula "Epopeya de las comidas y bebidas de Chile". Hablamos de un recorrido maravillosos por nuestros platos y sus cocinas: "que me dicen ustedes de un costillar de chancho con ajo, picantísimo, asado en asador de maqui, en junio, a las riberas del peumo o la patagua o el boldo que resumen la atmósfera dramática del atardecer lluvioso de Quirihue o de Cauquenes". Destacamos que se pueda en el puro elogio, pues es proverbial el apetito del autor. El mismo Teillier cuenta que lo vio devorar con el único apoyo de una garrafa de tinto, una fuente de patas con perniles, arrollado y menudencias preparada para seis personas. Luego preguntó que había de almuerzo. Mas su obra no agota en las tendencias descritas, sino que explora las grandes interrogantes humanas "yo vivía para ese sol abstracto, para esa luz química y metafísica, que corresponde a esa esencia de infinito, que emerge, soberbiamente, de los lagares y las mujeres, como la voz de Dios, entre los pueblos". Sin embargo, y ya lo sabemos, su voz no fue escuchada en su tiempo, pero hoy, cada vez más, los poetas y lectores reconocemos la trágica belleza de su poesía.


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