"No digo que todos tengamos un huerto en el balcón"
El antropólogo y académico italiano habla de su libro "Ser naturaleza", un texto que cuestiona al ser humano como centro de la creación en medio de la crisis medioambiental.
Valeria Barahona
Traducido al alemán y español, el académico de la italiana Nuova Accademia di Belle Arti (Naba), Andrea Staid, ha venido dos veces a Chile invitado por el Festival Puerto de Ideas, donde hace unas semanas en Concepción presentó su libro "Ser naturaleza. Una mirada antropológica para cambiar nuestra relación con el medioambiente", publicado por Orjikh, donde ante la crisis climática propone sacar al ser humano del centro de la naturaleza para verlo como una especie más, en continua relación con otros organismos, de los que depende a los que colabora en su existencia, aunque con una visión alejada del "buen salvaje" de Aldous Huxley ("Un mundo feliz"), ya que defiende la ciudad como forma de vida.
"Teóricos como Donna Haraway ('Manifiesto cyborg') o Bayo Akomolafe ('Esas tierras salvajes más allá de nuestros muros: cartas a mi hija sobre la humanidad en busca de un hogar', todavía inédito en español) han cuestionado el antropocentrismo, junto a profesionales de la biología y otras ciencias, porque tienen claro que el mundo no es con el ser humano al centro, sino que las especies estamos conectadas y si, por ejemplo, matamos a todos los peces, quemamos toda la Amazonia, vamos a morir nosotros también, no sólo los nativos de la selva y los pescadores. Es una miopía increíble el que la posibilidad de seguir comprando y comprando sea más importante que vivir", dice Staid, también autor de "Los condenados de la metrópolis", un estudio sobre la migración.
-En "Ser naturaleza" recomiendas construir huertos caseros, pero en los departamentos muchas veces no hay espacio. ¿Qué se puede hacer aparte de llevar a los puntos de reciclaje el papel, vidrios, etcétera?
-Lo que quiero decir en el libro y ahora otro que me están publicando en España, "La casa viviente", es convertir el cambio posible en un rito. No estoy en contra de las ciudades, sin embargo, creo que las megalópolis (más de diez millones de habitantes) no pueden sobrevivir a la crisis ecológica. La ciudad es una buena idea: convives con muchas personas distintas, culturas, pero se puede hacer de otra forma. No digo que todos tengamos un huerto en el balcón, sino un jardín crítico, que consiste en no usar el parque sólo para hacer deporte, lo cual está bien, sino que incluir una huerta colectiva, no únicamente por la comida, cuya producción es mínima, porque lo más importante que genera es el conocimiento entre los vecinos. La gente ya tiene miedo de andar en la calle debido a que no sabe lo que pasa en su barrio, por eso esta idea se está experimentando en Buenos Aires y Bogotá, donde la huerta es crear también una comunidad más segura. Esto se podría hacer, por ejemplo, en Valparaíso, donde ahora estuve una semana y la situación es difícil. La huerta no es una revolución total, pero es algo pequeño para comenzar a hacer cosas juntos, conocer a quien vive a tu lado y también a los seres vivientes no humanos, los vegetales en este caso.
-Uno de los problemas de los jardines urbanos es el agua.
-Lo más importante que se puede hacer tanto en la ciudad como en la montaña es reciclar la lluvia, que cae en tres días y el resto del año hay sequía. Toda esa agua la botamos, pero ya hay proyectos de arquitectura e ingeniería para almacenarla en tanques, o en la casa en contenedores, y ocuparla, por ejemplo, en el baño, o en actividades que no requieren agua potable, como regar las plantas. A esto hay que sumar la planificación de la movilidad en las ciudades. No creo que Europa sea lo máximo, pero la vida urbana más sustentable es sin auto ni moto, sino que caminar, andar en bicicleta o el transporte público, que sea bueno y accesible para todos. Ahora en el verano, en Alemania, esto no es tontera de antropólogos (ríe), pusieron a la venta un ticket de tren de cerca de noventa mil pesos chilenos, con el que se podía viajar por todo el país durante un mes, para veranear en tren y no usar los autos.
-¿Cómo te sientes al hacer libros con papel?
-Algo muy importante que están haciendo los editores italianos es incluir en los libros la explicación de que "este volumen fue hecho respetando el medio ambiente, utilizando cartón y celulosa provenientes de bosques locales, producidos con métodos sustentables", es decir, este papel no llegó de China, destrozando bosques y generando una huella de carbono por el traslado, sino que se trata de árboles italianos plantados para ser papel, y que cada vez que se corta uno, se planta otro. El libro sale más caro, pero el ecosistema es más importante.
"Hay una historia, que no sé si es verdad, pero en el mundo literario italiano dicen que el editor Giulio Einaudi (quien trabajó con Pier Paolo Pasolini ['Escritos corsarios'], Claude Lévi-Strauss ['El pensamiento salvaje'] y Jacques Lacan ['La familia'], entre otros famosos autores) cuando un escritor le proponía un nuevo libro, lo invitaba a un bosque y bajo los árboles le preguntaba '¿tu texto es más importante que esto?'".
Antes de Puerto de Ideas, Staid permaneció dos meses en Latinoamérica, como una manera de mitigar la huella de carbono que significa un viaje en avión, junto con investigar para su trabajo académico, lo cual lo tuvo "un mes en la triple frontera de Argentina, Paraguay y Brasil, donde visité comunidades guaraníes para ver el impacto del monocultivo de soya, que está destrozando el gran Chaco. Después fui a la Cordillera de Los Andes por la ciudad de Salta, y seguí hasta Calama, en Chile, para escuchar sobre la explotación del cobre y el litio".
El asimismo autor de "Sin fronteras - Una novela etnográfica" (escrita con la artista Francesca Cogni) cumplió hace poco una década realizando clases en diversas universidades europeas, donde "empecé a entender que no quería hablar únicamente a mis estudiantes, y la antropología puede ser importante para la gente común que no tiene ganas de ir a estudiarla a la universidad. Como toda disciplina, tiene conceptos propios pero que, no obstante, se pueden explicar muy fácilmente a través de la práctica cotidiana y una escritura más literaria, no totalmente científica. Creo que la divulgación es muy importante, porque encerrar la antropología, la física, la filosofía o la medicina en el hospital o la academia es un problema muy grande, también para hacer este cambio (en relación al medio ambiente), ya que la gente tiene que entender por qué. No creo que 'Ser naturaleza' sea un cambio en sí mismo, pero es algo que se puede leer y reflexionar tranquilamente, sobre cómo llegué a esto, el vínculo con la política y la economía, qué hacer y qué están haciendo otras personas".