Liceo Enrique Molina Garmendia: durante 200 años presente en el ADN penquista
Como un vínculo indisoluble, la relación entre el liceo y la ciudad, así como su nexo con la Universidad de Concepción, hacen del establecimiento un lugar histórico y emblemático.
Hablar del Concepción post independencia y no pensar en el Liceo de Hombres, es imposible. Y es que el vínculo del actual Liceo Enrique Molina Garmendia con la ciudad, es indisoluble.
Fundado el 9 de agosto de 1923, como Instituto Literario. En su decreto fundacional, el intendente Juan de Dios Rivera, proclamó al lugar como una "casa de pública educación para toda clase de personas. Enseñándose en ella la Gramática latina y el idioma nacional, Filosofía natural, Matemáticas y Derecho natural, público y civil".
Para funcionar, se destinan fondos y asignaciones del antiguo Colegio Seminario. Por ello, sus inicios fueron al alero del los Padres Mercedarios, en un edificio en Castellón, a un costado de la actual Parroquia La Merced.
Según la historiadora Camila Vallejos, este lugar dio pie a la educación ciudadana. "La idea era educar a la población en temas de ciudadanía, formaliza lo que es la educación en el sur", explica.
Un faro
Uno de sus grandes aportes al quehacer local, fue la gestación del primer periódico penquista, "El Faro del Bío Bío", el cual tuvo su primera edición en 1833.
Dos años más tarde, por el gran terremoto de 1835, el instituto deja de funciona un largo tiempo y resurge como Colegio Provincial, a cargo del obispado.
Ubicado en lo que hoy es el Instituto Superior de Comercio, el establecimiento quedó en ruinas por un incendio en 1846. Por la exigencia de las autoridades locales, es recién en 1851 que el colegio pasa a tener un lugar propio ubicado en su actual ubicación.
Un año más tarde, se independiza del seminario y cambia su nombre a Liceo de Concepción. En 1865, comienza la ejecución de otro hito, el Curso Fiscal de Leyes. Gestionado bajo la rectoría de Pedro Nolasco Cruz, en 1915, finaliza la construcción de un gran edificio que cruzaba toda la manzana de Víctor Lamas, entre Aníbal Pinto y Caupolicán.
Ese año, debido al fallecimiento de su antecesor, llega a la rectoría Enrique Molina y comienza así su época más esplendorosa.
"Él le da otra identidad. Empieza a implementar cursos humanistas, aludiendo a que era abogado y tenía una trayectoria grande en torno a eso. Implementa los cursos de leyes, añade la poesía, literatura y cursos de filosofía", puntualiza Vallejos.
Todos estos proyectos, incluida la Universidad de Concepción que el mismo Molina fundaría en 1919, se basaron en el acompañamiento de la ciudadanía penquista. Es así que el también profesor de Historia, abogó por la continuidad de estudios y dotó al liceo de un marcado carácter social.
Ser emblemático
Serenense de nacimiento -en 1871- pero penquista por opción, Molina llegó en 1903 como docente del Liceo de Hombres hasta 1905, cuando asume la rectoría del Liceo de Hombres de Talca. En 1915, retorna a la capital del Biobío para no irse más. "Fue muy importante para el liceo. Más allá de su aporte intelectual, él era un gran intelectual", destaca el historiador, Rubén Elgueta.
Molina suma gran publicación de libros, poco conocidos en Chile, sobre la enseñanza y filosofía. "Le da al Liceo un sentido de centro de saber. Un espacio de formación que contaba con laboratorios, por ejemplo, a la altura de uno universitario", destaca Elgueta.
Para el académico de la Ucsc, el gran aporte del liceo a la ciudad fue atender la necesidad educativa que tenían muchos varones de la zona y de otras ciudades del sur de Chile. "Como la UdeC, el Enrique Molina genera un sentido identidad y pertenencia en quienes han pasado por sus aulas", resume.