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Disponible hasta fin de mes Peña Maldonado invita a analizar los paisajes del sur con sus pinturas

La exposición "Río abajo, diálogos visuales entre Chaitén y Futaleufú" puede ser visitada en el Goethe Zentrum Concepción.
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Por Nicolás Martínez Ramírez

Con una idea nacida a partir de un viaje realizado en 2018 a Chaitén y Futaleufú, Peña Maldonado dio vida a una serie de obras que fue construyendo a través de otras visitas a los mismos lugares en 2019, 2020 y 2021. Es así que esta verdadera investigación en torno a estos viajes da vida a "Río abajo, diálogos visuales entre Chaitén y Futaleufú", muestra que reúne más de 50 piezas artísticas.

Estas obras nacen, precisamente, a partir de recuerdos y conversaciones que ayudan a plasmar estos paisajes en acrílico sobre cartón, telas y objetos intervenidos.

Buscando contrastes en trabajos anteriores, en esta ocasión -de acuerdo al artista araucano- "fui a buscar un paisaje que no estuviera tan intervenido, pero a la vez también lo está de cierta forma. Hay una invitación a la reflexión sobre la identidad".

"Esta serie se construye de relatos de las mismas personas. Hay obras que tienen que ver con el material piroclástico, por ejemplo, y eso tiene que ver con quienes se fueron de Chaitén y vuelven, porque sienten identidad con su territorio", agregó.

Disponible hasta fines de mes, la muestra está abierta en el Goethe Zentrum Concepción (Los Tilos 1240), en el Barrio Universitario.

Los horarios son de lunes a jueves, de 10:30 a 13:30 horas y de 16:00 a 19:30; los viernes de 10:30 a 14:00 horas; y los sábados de 9:30 a 13:30 horas.

Paisaje, patrimonio y arraigo

El paisaje es la expresión más relevante de un espacio geográfico modificado por las señales culturales que los grupos y comunidades han ido depositando en sus procesos de asentamiento y arraigo. Por esto, el deterioro del paisaje o el patrimonio debilita el sentido de pertenencia a un lugar.
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María Dolores Muñoz Rebolledo / Arquitecta, doctora en Arquitectura y Patrimonio, profesora titular UdeC

El paisaje deriva de las acciones de adaptación colectiva a un contexto natural; también es resultado de procesos vinculados, sucesivamente, al arraigo físico, arraigo social y arraigo emocional; en esta última etapa, el paisaje alcanza valor como expresión de anclaje afectivo a un lugar. Por esto, paisaje y patrimonio tienen significados afines, ambos son construcciones culturales que revelan vínculos trascendentes entre los seres humanos y el territorio que habitan.

Paisaje y patrimonio son manifestaciones reveladoras de diferentes modalidades de arraigo a un territorio; por esto, también son esenciales para identificar a los grupos sociales y contribuir a la comprensión de sus trayectorias históricas y tendencias culturales.

La palabra paisaje es una polisemia y, como tal, posee distintos significados. En el lenguaje cotidiano se usa básicamente para describir a la naturaleza y también es una expresión asociada a disciplinas específicas. En las definiciones enciclopédicas, el paisaje se describe como un área o espacio que posee rasgos reconocibles; esta idea supone la presencia de un observador que interpreta al paisaje desde su perspectiva cultural. Actualmente, la idea de paisaje se utiliza en disciplinas tradicionales (geografía y urbanismo), en disciplinas recientes (ecología del paisaje) y en expresiones artísticas (fotografía y pintura). Además, según la forma e intensidad de las intervenciones humanas sobre un territorio, se reconocen distintos tipos, como paisaje agrícola, paisaje urbano, paisaje industrial, etc.

La etimología indica que pblocr, con el cual se establecen vínculos de inmediación cultural y afectiva. Por esto, la cercanía fonética entre país y paisaje coincide con la proximidad de significado; las dos palabras aluden a un territorio valorado como lugar propio, al que se pertenece. Esta afinidad trascendente se observa en varios idiomas como el francés (pays y paysage), italiano (paese paesaggio), portugués (país y paisagem), inglés (land landscape), alemán (land landschaft), sueco (land landskap).

Cuando la intervención humana en un territorio no genera cambios relevantes y permanentes, el paisaje se identifica en base a tipologías naturales o geográficas: paisaje fluvial, paisaje de montaña, paisaje lacustre, paisaje costero. Los territorios con señales permanentes de la acción humana se califican de paisaje cultural y, según las formas de intervención, avances tecnológicos y acciones predominantes se distinguen a paisajes agrícolas, paisajes urbanos, paisajes industriales, etc.

El paisaje no es inmutable, cambia por innovaciones culturales y por procesos naturales periódicos como las estaciones o fenómenos extraordinarios como terremotos. Entonces, lo fundamental no es la inmutabilidad del paisaje, sino que los cambios no causen daños irreparables a los valores paisajísticos. Una situación comparable ocurre con el patrimonio cultural, que también está sujeto a revisiones de su significado. Las sociedades cambian porque se modifican las costumbres y visiones sociales. La categoría de patrimonio urbano, tradicionalmente, comprendía monumentos históricos; con las nuevas perspectivas culturales se han incorporado diversos elementos como la arquitectura moderna, arquitectura popular, espacios públicos y sitios de memoria.

En los territorios se despliegan procesos naturales y culturales; por esto, el ser humano es creador y transformador de paisajes y bienes patrimoniales que surgen y se modifican de acuerdo con el modo de utilizar los recursos territoriales y adaptarse a las condiciones ambientales para consolidar el asentamiento. Paisaje y patrimonio son creaciones colectivas que revelan las trayectorias del arraigo al lugar. No son expresiones estáticas y pueden variar reflejando las dinámicas culturales; lo fundamental es que las modificaciones no debiliten sus cualidades significantes y estén orientadas por cambios culturales relevantes y no sean resultado de decisiones personales o sin respaldo social.