Días atrás, la actual presidenta del Consejo Constituyente, Beatriz Hevia, ante la pregunta que opinión tenía de Augusto Pinochet, respondió: "Yo nací el año 92, creo que referirme a hechos que no viví, que no conozco en detalle más allá de lo que uno puede conocer y aprender leyendo o conversando con distintas personas, no tiene sentido". Su respuesta no deja de sorprender, ya que es uno de los argumentos que en ciertos momentos esgrime determinado sector para evitar algún comentario sobre nuestro pasado reciente o bien para deslegitimar las opiniones de quienes no vivieron aquellos años de la dictadura militar. En otras palabras, sino estabas vivo para el gobierno de la Unidad Popular y el régimen de Pinochet, tu opinión carece de validez.
Sobre ese punto mi comentario va en el terreno personal y no como académico de historia.
Nací en 1976, en la capital de la Provincia de Arauco. Lebu, según el Censo de 1970 tenía 12.524 habitantes. Era una pequeña localidad que giraba en torno a la actividad de la explotación minera carbonífera, la agricultura, industrias manufactureras y servicios. Era una comuna pobre, como la mayoría de las localidades de la Provincia de Arauco. Sin embargo, era una comuna con un fuerte sentido de identidad y pertenencia, producto de la extracción del carbón, lo cual generaba todo un circuito de espacios de sociabilidad a nivel local, como por ejemplo poblaciones mineras, sindicatos y clubes deportivos.
Habían transcurrido tres años del golpe de Estado, cuando nací; es decir, soy hijo de la dictadura, en el sentido más duro del término. Básicamente por la educación que se nos entregaba en el sistema escolar, como por la dureza con la cual reprimía el régimen a la zona, particularmente a los obreros del carbón y de otras áreas. Mis padres eran empleados públicos (trabajaban en el hospital de Lebu) y con expectativas de futuro, muy acotadas.
Pero no era todo. Al ser una localidad pequeña y pobre, solo había un canal de televisión (TVN) por el cual "informarse" y llegaban principalmente los periódicos de mayor circulación nacional. Es decir, las noticias que llegaban a la comuna eran fundamentalmente las oficiales o aquellas que emanaban desde el poder militar. No obstante aquello, en mi familia siempre se hablaron las cosas que acontecían en el país. Tempranamente supe y escuche, en voz de Juan y Teresa, que estábamos en dictadura y que se violaban los derechos humanos (persecuciones, secuestros, asesinatos, desapariciones).
En otras palabras, aquello que no se hablaba en los colegios (por temor o condescendencia con el régimen), lo que se omitía en la prensa próxima al régimen, lo sabía por boca de mis padres. Es más, ante ese panorama distorsionado de la realidad, la cultura hogareña de escuchar radio, particularmente Chilena y Cooperativa, me fue de gran ayuda para conocer lo que estaba pasando en el Chile de Pinochet.
En consecuencia, yo nací en 1976, en los inicios de la dictadura. En los momentos más duros. En una localidad pobre y violentada; sin embargo, tempranamente supe y tomé conciencia de lo que estaba pasando en mi país; lo cual me permitió con el tiempo formar mi propia opinión.
En otras palabras, dar como "argumento" que "yo no había nacido" o "era muy niño para esa época, por lo tanto, no puedo opinar", no es otra cosa que una vergüenza e insulto a la inteligencia.
En mi familia siempre se hablaron las cosas que acontecían en el país. Tempranamente supe y escuche, en voz de Juan y Teresa, que estábamos en dictadura y que se violaban los derechos humanos