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El fotógrafo de los poetas

Parra, Borges, Neruda y Teillier son algunos de los poetas que posaron para el lente de Jorge Aravena Llanca, chileno residente en Berlín, quien capturó el tiempo de los vates de antaño.
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Por Cristóbal Gaete

Un hombre con acento argentino entra con su guitarra y dos cámaras fotográficas al mítico Il Bosco de Santiago, en los años sesenta. No conoce a nadie, pero se acerca a dos jóvenes, que comparten un vino blanco y le invitan a sentarse. Ambos se dicen poetas, uno se llama Rolando Cárdenas y el otro Jorge Teillier, a quien le interesan especialmente sus cámaras. Quizá sabía que los poetas viven tanto en sus páginas como en las imágenes que recordamos de ellos.

Jorge Aravena Llanca, el protagonista de esta historia, hablaba como argentino porque vivió su infancia y adolescencia allí. Ya tenía 28 años cuando llegó a Chile y entró a Il Bosco. Esa noche, entre tangos, recuerda el fotógrafo, Teillier le pidió tomar las cámaras: "Las daba vueltas repetidas veces en la mesa observándolas como un experto mecánico. Muchos años después me contó que amaba las cámaras de fotos, pero que nunca había sacado una fotografía; que su abuelo paterno en Francia había sido alumno de Lumiere, el inventor francés, y que su padre aún guardaba fotos que ambos, en su tiempo, habían tomado".

El mismo poeta, que murió el 22 de abril de 1996, le dio a Aravena Llanca el tema de su primera exposición, con una pregunta hecha esa misma larga noche: "¿Por qué no retratas a los poetas chilenos, que son una cantidad enorme? Hasta con serena e iluminada euforia, me dio el título de una exposición o de un libro que podría llamarse 'Rostro poético de Chile'", cuenta hoy Aravena desde Berlín, donde vive.

"Teillier me llevaba a la casa de los poetas y lo más entretenido para mi soledad amorosa, era ir a las casas rococó de las poetisas, las conocía a todas, y con su compañía fui armando un acopio de negativos con 300 imágenes de poetas con cuyos retratos realicé, con el apoyo de Teillier, la primera exposición de fotos en la Biblioteca Nacional de Chile, bajo la dirección de Juvencio Valle", otro poeta reconocido. Hoy la Biblioteca Nacional y la Universidad de La Frontera son algunas de los archivos que las conservan en Chile.

Al año 1973, afirma Aravena, llegó a reunir miles de negativos de poetas chilenos. "Ahora en celuloide, en papel, en medios periodísticos y en Internet andan repartidas, más de alguna sin mencionar el nombre del autor", complementa.

Ya, para entonces, se había convertido sin duda en el fotógrafo de los poetas. Entre ese número de retratos que siguió creciendo, elige sus favoritos: "Sin duda la que más me gusta es el retrato que le tomé a Jorge Luis Borges en Quito, Ecuador en 1978, en ocasión del Encuentro Latinoamericano de Escritores. Otro muy requerido por los medios es el de Neruda de cuerpo entero, una foto donde, vestido fresco y ágil, Neruda habla de su amor a la tierra y, por el poncho en blanco y negro muestra simpatía por el ancestro mapuche. Fue tomada en Lautaro en el año 1970".

En aquellas imágenes, que se pueden revisar en sus fotolibros dedicados a Teillier (al que fotografió durante muchos años, incluso con otros grandes personajes como Raúl Ruiz) y Neruda, los poetas aparecen juntos. La amistad de Teillier con el poeta lárico fue grande:

"Teillier me ayudó a recuperar mi identidad. Fue mi guía durante mi permanencia en Chile. Fue mi padrino de casamiento y padrino de Cristina, mi hija mayor. Nos tratábamos y nos escribíamos con el membrete de 'compadres'. Y, de verdad lo fuimos, también el levantar a diario en nuestros encuentros el codo junto a otros amigos agenciando a la amistad la creación en cuánto ejercitábamos culturalmente, sobre todo en esos años gloriosos de la SECH, en el salón López Velarde", relata Aravena Llanca.

Nueve libros de fotografías ha publicado en total. Tres fueron publicados en Ecuador, entre los cuales hay uno dedicado a Borges. Otro fue hecho en Francia. Si tuviera que elegir uno para reeditar, porque ninguno está en circulación en Chile, sería el de Neruda, "por el deber de reeditar todo lo cercano a los 50 años de su muerte", acota.

Esta época de imágenes no le es indiferente: "La avanzada victoriosa, casi militar, de la imagen fotográfica fue contra los libros. Sabemos, con pesadumbre, que la práctica de la lectura se va perdiendo y que el actual teléfono con la fotografía ganó todas las batallas de la técnica, del afecto familiar. Un deportista diría que el teléfono actual ganó por goleada o por nocaut. Sí, la fotografía es ahora la campeona del aprendizaje. La visualidad domina todo a través del lente. La cultura ya fotográfica en todas sus formas", concluye categóricamente, Aravena Llanca.

"Teillier me ayudó a recuperar mi identidad. Fue mi guía en Chile (...) Fue mi padrino, nos tratábamos de compadres"

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Paradójicamente, Aravena Llanca es un personaje incidental en una de las imágenes más icónicas de la literatura latinoamericana, la que une a Pablo Neruda junto a Mario Vargas Llosa, ambos hoy premios Nobel de literatura, tomadas por la prestigiosa fotógrafa argentina Sara Facio en 1969, en Isla Negra. Al momento de la distinción planetaria para nuestro vate, se hizo muy popular en los medios europeos esta foto donde canta apasionadamente.

Desde pichilemu

Hoy Aravena Llanca está radicado en Berlín, la ciudad que lo acogió hace poco más de 40 años. Por más lejos que esté, no abandona ni la fotografía ni la guitarra. En Berlín dio clases de poesía cantada. Con esa arte, ha convivido todo este tiempo:

"Mi formación cultural desde la infancia fue la música y el canto. Tengo mi educación en la Escuela Porteña de los Hermanos Cristianos La Salle. Pero la influencia del tango y del folklore argentino han sido mis inspiradores para no abandonar nunca la música, la composición y la interpretación".

"Llegando a Berlín en 1982, formé el primer 'Ensamble de Tango' con músicos alemanes con los cuales he recorrido gran parte de Europa; llegué hasta el Medio Oriente; hasta Jordania donde el tango tiene una fanática. En África, por el calor y las altas temperaturas los bandoneones ni se abrían; pero siempre he actuado preferentemente en Berlín. Ahora, alejado de los escenarios, vivo afónico cantando en silencio o solo silbando en cualquier esquina", relata.

De hecho, le compuso más de setenta canciones y siete libros a Pichilemu, su ciudad natal, por lo que recibió el reconocimiento de Hijo Ilustre. Aquel lugar, aparte de su familia y sus hijas, es lo que extraña de Chile, si bien en Berlín vive con la familia que encontró allá:

"Pichilemu, hoy ciudad pujante de progreso veraniego y olas gigantes, fue durante muchos veranos mi lugar -como un intento de no perder contacto con mis antecedentes- de sueños patrios. También tuve mi estadía de niño en Buenos Aires".

"Viví soñando con ese mar y el paisaje. Mis recuerdos de Chile se fijaron en ese paisaje marino y montes vírgenes y ahí me quedé pegado hasta ahora. Si extraño algo de Chile -mares de por medio- es sin duda Pichilemu", complementa, traspasando la nostalgia a través de correos electrónicos. Nostalgia, palabra que Jorge Teillier hizo poesía. Y que también Aravena encuentra en los tangos.