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Micros llenas, atochamientos y esperas

El caos vial hacia San Pedro de la Paz en primera persona

A través de este relato periodístico se pretende entender el funcionamiento de la principal ruta que une a Concepción con su comuna vecina, además de analizar en terreno las medidas implementadas por las autoridades, como las pistas exclusivas para los taxibuses.
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Por Nicolás Álvarez Arrau / nicolas.alvarez@diarioelsur.cl

Son las 17:37 horas del martes 21 de marzo. Acaba de comenzar el otoño, pero igualmente siento el golpe de calor en el rostro cuando abro las puertas del Mall Mirador Biobío. Inhalo un poco de aire y sigo. Lo primero que veo es una extensa cola de vehículos en dirección a San Pedro de la Paz. Van por Los Carrera y el atochamiento se vislumbra desde la línea férrea hasta los primeros metros del puente Llacolén, aunque el flujo es constante, por lo que la pila de acalorados que a esa hora transitan en sus automóviles tienen algo ínfimo de qué agarrarse para no morir en la espera, en especial si cuentan con aire acondicionado. Sin embargo, pienso que la escena más allá será peor y vuelvo a tomar un poco de aire, como queriendo darme ánimo. Mientras lo hago, camino. Voy hacia la estación del Biotrén que está a unas tres cuadras de allí, en Padre Hurtado, con la idea de subirme a un bus de acercamiento y, de paso, consolidarme como actor. Sí, actor, uno observante. Desde las 17:37 horas del martes 21 de marzo adopté el papel de sampedrino, un ciudadano común y corriente de la comuna costera que va de vuelta a casa en hora punta luego de hacer trámites en la capital regional, en este caso ficticios. Quiero inmiscuirme en el debate que durante las últimas semanas ha caldeado los ánimos de la gente y las autoridades respecto al colapso vial de la intercomuna, situación que se agudizó con la falla en el puente Ferroviario y el regreso a clases y al trabajo, y así comprobar en primera persona los infortunios que denuncian alcaldes y vecinos del sur del río Biobío, o la buena evaluación que ha hecho el nivel central sobre el plan de contingencia.

Pedro aguirre cerda, la gran urgencia

Llego a la estación. Pese a la hora no hay filas ni personas agolpadas intentando ingresar. Hacia el parque Bicentenario diviso tres buses de acercamiento y en el trayecto se me adelantan cinco personas, aunque atrás viene otro grupo grande. Un bus se va y me hago la idea de que el próximo saldrá en unos 15 ó 20 minutos, pero una de las facilitadoras me dice que suba a cualquiera, que apenas se llene se pondrá en marcha y que eso podría tardar dos o tres minutos. Me da ánimo. Me acomodo en el asiento a las 17:49 horas y me alivio porque el bus está fresco, tiene aire acondicionado. Tres minutos más tarde se llena y parte, tal como dijo la joven, todos sentados y sin pasajeros de pie. Parque Bicentenario y Costanera, y a seis minutos de las 18:00 horas la máquina ya sube hacia el puente Llacolén, ese mismo que vi con preocupación desde Los Carrera. De pronto, un freno. "Hasta aquí nomás llegamos", les digo a los demás en mi cabeza. Los pasajeros ni se inmutan. La gran mayoría está pegada al teléfono y los pocos que dejan ver sus rostros están serios, enredados en sus propios pensamientos de ya entrada la tarde. La detención dura un instante antes de que el chofer se interne con fuerza en la pista "Sólo bus" para mantener una marcha fluida, por supuesto no libre de vehículos particulares y camioneros que hacen caso omiso de esta exclusividad. Sin embargo, el bus logra transitar por su vía, independiente del alto número de vehículos que en ese momento cruzan hacia San Pedro de la Paz. En el camino se divisan algunos fiscalizadores de la Seremi de Transportes, son dos parejas que logro captar en dirección a Concepción. También se escuchan bocinazos y la muchacha que va a mi lado cabecea una y otra vez. El cansancio.

Saco nuevamente el celular para darme cuenta de que salimos del puente a las 17:58 horas. En ese instante veo a mi izquierda una Nueva Llacolén repletísima de pasajeros internarse hacia Pedro Aguirre Cerda. Ahí el taco es monumental. Los bocinazos están en todas partes, lo mismo que los semáforos en verde que carecen de una solución. Sólo debemos quemar 650 metros hasta la estación de Biotrén Juan Pablo II, trayecto ínfimo en el que finalmente avanzamos a paso de tortuga durante 10 minutos por las pistas en las que también transitan los particulares, cuatro minutos más de lo que tardamos en salir desde el Parque Bicentenario hasta el fin del viaducto. En total, 16 minutos de viaje en hora punta -aceptables a mí parecer- que hicieron que la gente igual se apresurara a bajar. Yo fui el último y en la pasada le pregunto al chofer -vuelvo a mi rol de periodista- que cómo analiza él las medidas de restricción vehicular en hora punta y las pistas exclusivas para el transporte público. Dice que "son puro grupo", que la pista de la locomoción colectiva "jamás se ha respetado" y que la restricción "debiera ser todo el día". Tres frases para inmortalizar el problema desde el punto de vista ciudadano.

Aprovecho que estoy ahí y me propongo tomar el Biotrén, al menos para avanzar un par de estaciones en dirección a Coronel. Al principio cuento 70 personas en el andén y de pronto pareciera ser que el número se dobla. No sé de dónde sale tanta gente y ya dejo de contar. El número es grande. Se agolpan a la espera de un tren que se toma su tiempo. Algunos revisan sus celulares o siguen abstraídos por sus pensamientos, serios. Hay un grupo de estudiantes que marca la diferencia y se ríen. Apuestan por quién alcanzará primero un asiento, porque sí o sí "se irán apretados como sardinas". Ríen de nuevo y ahí viene el tren luego de 15 minutos. Ahora se deja querer hasta que se llena. Sí, nos vamos llenos, no tanto como sardinas, pero lleno, al fin y al cabo. Todos con las mimas caras observando un taco que al frente se proyecta por Pedro Aguirre Cerda y que se extiende por largas cuadras hacia el oeste.

Micros llenas

Es miércoles 22 de marzo, 20:26 horas. Sigo en mi papel de sampedrino, pero ahora simulo salir tarde del trabajo en Concepción y corriendo alcanzo la micro en O'Higgins, entre Colo Colo y Aníbal Pinto. Es una Riviera Bío Bío que va repletísima, con dos señoras casi colgando en la puerta. Una de ellas me dice que tuve suerte, porque la próxima debiese pasar en media hora. Cuando me lo dice alcanzo a divisar gente que queda con la mano levantada en los paraderos.

Este taxibus toma otro trayecto y el tránsito es expedito debido al horario. Entre el centro penquista y el paradero que está frente a la estación Juan Pablo II demora sólo 13 minutos. El problema, según recalcan parte de las personas con las que converso, tiene que ver con la falta de buses, sobre todo en las noches, horas en la que, y no está demás decir, igual hay automovilistas que no respetan las vías exclusivas.

El asunto de la congestión entre Concepción y San Pedro de la Paz es fluctuante. Mientras espero la micro de vuelta a Concepción -hace ya diez minutos bajo una oscuridad que me inquieta- un amigo al que le pedí que me comentara su experiencia de cruzar el puente Llacolén en micro ese mismo día me dice por teléfono que nunca más lo hará, que terminó mareado y que desde que logró subirse a una -a eso de las 18:15 horas- pasaron 50 minutos hasta poder bajarse a la altura del centro Teletón. Cincuenta minutos para tan sólo 5,5 kilómetros recorridos. "Terminé chato", me reclama.

Su relato profundiza mi inquietud. A esa altura ya voy arriba de otra Riviera Bío Bío, la última rumbo a Concepción, según me cuenta el chofer, y yo no hallo la hora llegar rápido, con tiempo. No queda nada para que mis colegas y yo juguemos la clásica pichanga de la semana.