Los textos de historia describen a Talcahuano antes de su elección como puerto, como una bahía muy buena para todo tipo de embarcaciones, preferida como centro de resguardo de tormentas y buen fondeadero gracias a la caza de ballenas y el comercio de contrabando, que dejó huella genética francesa y anglosajona entre la ya compleja diáspora mestiza de nuestros ancestros.
Fueron factores ambientales, políticos, económicos y sociales los que llevaron a que la antigua caleta pasara a ser una villa, y una ciudad-puerto. El terremoto de 1751, que solevantó el subsuelo pencón, impidiendo que los barcos mercantes arribaran a Concepción -donde hoy está Penco- hizo que las autoridades buscaran otro lugar, y ese fue Talcahuano.
Por ello, en noviembre de 1764 se decretó oficialmente la creación de un nuevo puerto que reemplazara al Penco arruinado por el terremoto, lo que conllevó a una fundación sin acta propiamente tal, pero en los hechos eso fue lo que ocurrió.
Trazada con manzanas cuadrilongas, se le otorgó la posibilidad de contar con una parroquia (San José), cabildo, áreas comerciales, etc., la vida propia de una ciudad portuaria. Si bien la guerra de independencia asoló el villorrio, tras un par de décadas este recobró su impronta civil y comercial.
Esta actividad fue en aumento. La prensa de la década de 1830 nos muestra una villa activa, con embarques y desembarques diarios, y con multiplicidad de productos procedentes de la Araucanía costera como de las zonas interiores de la antigua provincia de Concepción y Ñuble.
Pero en 1835 esta dinámica tuvo un parón: un terremoto y maremoto volvieron a asolar estas tierras. Hubo que reconstruir, en el mismo lugar, y seguir con la actividad comercial. De este modo se llega a 1869, año clave, ya que la llegada del ferrocarril que le unió a Chillán en 1874 permitió un gran impulso a su rol como puerto exportador de trigo, harina y otros productos.
Nuevas casas, agencias extranjeras (Williamson Balfour, Duncan Fox), y centro de inmigración desde diversas partes del mundo (particularmente desde Europa) transformaron la ciudad, implicando un crecimiento en su casco urbano con la llegada de otros tantos compatriotas.
Un segundo momento importante ocurrió cuando fue elegido polo industrial en el marco de las políticas ISI (Industrialización para la Sustitución de Importaciones), post terremoto de 1939. La construcción de la refinería de Enap (Empresa Nacional del Petróleo) y de la siderúrgica en Huachipato de la CAP (Compañía de Aceros del Pacífico, S.A.) conllevó el nacimiento de nuevas poblaciones. Mismo caso con el crecimiento del puerto de San Vicente.
En 1960, un nuevo sismo impactó también en la remodelación del casco urbano. Un nuevo edificio parroquial, nuevos establecimientos educacionales y edificios institucionales, etc., son algunos de los símbolos de esta etapa de reconstrucción.
Como centro de la II Zona Naval (desde 1941), Talcahuano ha estado muy vinculada a la actividad de la Armada y al comercio portuario si bien en las últimas décadas ha pasado por altibajos. El sismo del 2010, acompañado de maremoto (como en 1835) fue su último gran desafío. Pero sus ciudadanos han sabido sobreponerse a esta situación. Hoy cuenta con un comercio reactivado en tiendas, galerías, mercado, zona artesanal, atractivos turísticos (es zona de recalada de cruceros), una buena conectividad, entre otros. Todo aquello puede impulsar al antiguo puerto a transformarse en polo de atracción para nuevos inversionistas que ayuden a sus más de 160 mil habitantes a mantener una buena calidad de vida, con un desarrollo que conlleve un grado de sustentabilidad en tiempos donde lo ambiental y lo económico tienden lazos de fraternidad para bien de todos los futuros choreros que vivirán en la urbe en las próximas décadas.