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maldice, esa maldición es más dolorosa que una bofetada, que una puñalada. Las palabras no son mágicas ni pueden adivinar el futuro, pero sí tienen muchísima fuerza, son muy importantes, hay que cuidarlas, mimarlas, entenderlas bien, porque con ellas podemos hacer mucho daño o, incluso, hacer el bien. Creo que una novela tiene efectos en los lectores, efectos benéficos o efectos negativos. Aspiro a que mis libros produzcan un buen efecto en la mente de las lectoras. Confío en que quien lea mi novela del corazón, al terminarla, sepa muchas más cosas sobre el corazón físico, sobre el órgano, y también sobre el corazón humano, sobre las pasiones que nos mueven y conmueven.
-¿Ha conversado con algún religioso tras la publicación?
-Un sacerdote presentó la novela en mi ciudad. He conversado con otros. Durante la escritura de la novela entrevisté a varios curas. Así como me enfermé del corazón para entrar a fondo en el tema cardíaco de la novela, así mismo tuve que ser cura a ratos para poder escribir sobre ellos. Muchas de las cosas que se dicen en el libro me fueron dichas por sacerdotes de carne y hueso. Por ejemplo, eso de que es mayor el sacrificio de no vivir la paternidad, de no tener una familia, que el sacrificio de no tener sexo.
-¿Cree que el matrimonio sobreviva a esta época?
-El matrimonio entró en crisis, también en decadencia, cuando se lo hizo coincidir con el amor, y en particular con la atracción física. Como no es común que la atracción física se mantenga intacta, entonces el matrimonio se ha vuelto muy superficial. Se cambia de pareja como se cambia de camisa. Thomas Mann ("La montaña mágica") decía que antes uno no se casaba con la persona tal, sino que se casaba con el matrimonio. Había una gran seriedad en el sacramento, en el rito religioso o laico, en el compromiso de vivir bajo un mismo techo y cuidar juntos a los hijos. Incluso en crear o en proteger el patrimonio. Si el matrimonio equivale al amor físico, o al loco amor, entonces muy raras veces sobrevive. No obstante, la mayoría de las personas buscan compañía y les resulta agradable el apego, la costumbre de otra persona. Si uno tiene suerte y da con alguien con quien vale la pena convivir, debería cuidar esa relación, cuidar ese amor con voluntad, hasta después del natural bajón del deseo, porque la coincidencia de dos que se entiendan bien en la convivencia es rara, y es un tesoro. Yo creía que la institución matrimonial iba a desaparecer hasta que vi que los gays empezaron a luchar por poderse casar, por poder conformar un matrimonio: eso es un síntoma de que sigue vivo, y se lo dice alguien que nunca se ha casado.