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El primero se encontró en 1789

Un hallazgo revive el interés por misteriosos objetos romanos

Se trata de unos dodecaedros hechos de bronce, cuyo propósito no ha podido ser establecido por los investigadores, que piensan que tal vez se usaban en rituales.
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Por Redacción

Cada cierto tiempo, en un páramo olvidado, en el baúl de un anticuario o en un yacimiento excavado en los dominios de la antigua Roma, resurge el misterio sobre los dodecaedros romanos, unos extraños objetos milenarios de bronce cuya función se desconoce.

El dodecaedro romano es una figura geométrica con doce caras pentagonales perforadas con círculos no idénticos y rematadas en los vértices con pequeñas bolas que sobresalen. Datan de los siglos II y III d. C, son huecos y tienen el tamaño de una pelota de tenis, aunque los ejemplares varían en factura y dimensiones.

El primero se encontró en 1739 en Aston, Inglaterra, y desde entonces se han descubierto unos 120 en Europa, más los que pueda haber en colecciones privadas o aún enterrados.

El último ha aparecido en la localidad belga de Kortessem. Un arqueólogo aficionado llamado Patrick Schuermans, que exploraba un campo de labranza con un detector de metales, se topó con un fragmento metálico de unos 6 centímetros que ha resultado ser un dodecaedro, y se lo entregó a la Agencia del Patrimonio de Flandes.

"Se han formulado muchas hipótesis sobre la función de estos extraños objetos, pero no existe una explicación concluyente", resume esa institución sobre unas piezas que no aparecen mencionadas en los textos históricos.

Brujería y videncia

La lista de posibles usos que se les atribuyen es amplia y variada: un arma, una herramienta para planear la siembra, un candelabro, un aparato para tejer guantes, un juguete, un amuleto, un dado, un peso para las redes de pesca, un instrumento musical, un portaestandartes, un artilugio para calcular distancias en el campo de batalla, una junta, un utensilio para calibrar tuberías... y muchas.

Pero los arqueólogos belgas que han estudiado el objeto de unos 1.600 años sospechan que se empleaban en rituales mágicos relacionados con la brujería o la adivinación.

"Es bastante posible (...). Por ahora no tenemos una proposición satisfactoria para una utilización práctica, aunque hay muchas hipótesis. Un uso como un objeto mágico o algún tipo de 'defixio' (tablilla de maldición) sigue siendo posible", explica a EFE Guido Creemers, conservador del Museo Galorromano de Tongeren.

La falta de referencias escritas respondería a que la videncia y la brujería eran muy populares entre celtas y romanos, pero "no estaban permitidas oficialmente y había severos castigos".

"Conocemos una categoría de placas de metal con inscripciones mágicas (...) que se colocaban, por ejemplo, en las casas en un lugar donde no eran visibles. Fueron fabricados por magos y su destino era maldecir al dueño de la casa. Podría ser que los dodecaedros sirvieran para un propósito comparable, por ejemplo, la adivinación", añade.

Otra pista es el hallazgo en Ginebra en 1982 durante los trabajos de restauración de la Catedral de San Pedro de un dodecaedro macizo, y no hueco, con los signos del zodíaco gravados en latín, apunta.

"Si me veo obligado a dar alguna explicación, debería buscarla en esta dirección", añade el arqueólogo.

Tierras celtas

El nuevo dodecaedro belga refuerza también la teoría bastante extendida de que estaban vinculados a las culturas celtas y no a las prácticas de la península itálica, por lo que no serían galorromanos.

Han aparecido en Italia o en Hungría, pero sobre todo en Francia, Bélgica, Países Bajos, Alemania y Gran Bretaña. Es decir, en lo que fueran Galia, Germania y Britania, territorios celtas invadidos por Julio Cesar entre el 58 y el 51 a. C., y en gran parte administrados por Roma hasta el siglo V.

"Es notable que los dodecaedros no estén presentes en absoluto en el área alrededor del Mar Mediterráneo" como Hispania o el norte de África, sino en "una zona que coincide con la de la civilización celta", señala la Agencia de Patrimonio de Flandes.

La ciudad que los romanos denominaban Atuatuca Tungrorum (Tongeren en flamenco o Tongres en francés) era en donde vivían las tribus germano-célticas de los eburones, comandados por Catuvolco y Ambiorix y derrotados por las tropas romanas de Julio César.

En el siglo XIX, al calor de las corrientes romántico-nacionalistas, Ambiorix se convirtió en uno de los héroes nacionales de un incipiente Estado belga necesitado de símbolos patrios y hoy tiene consagradas plazas, estatuas y calles en todo el país.

La localización geográfica de los dodecaedros es coherente, además, con el hecho de que se elaboraron con la complicada técnica escultórica de vaciado de cera y los celtas eran grandes maestros metalúrgicos.

El nuevo fragmento se expondrá a partir de marzo en el Museo Galorromano de Tongeren, que cuenta con un ejemplar completo encontrado en 1939. Un tercero hallado en Bélgica, en 1888 en el municipio de Bassenge, se muestra en el museo Grand Curtius de Lieja.

El 2022 se reportaron 22 de estos hechos

La baja en los ataques de tiburones podría reflejar la disminución global de la población de los grandes escualos

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Los 57 ataques no provocados de tiburones a humanos registrados en 2022 son la cifra más baja de la década y ello puede "reflejar la disminución global documentada" de las poblaciones de escualos en el mundo, dijo ayer la organización científica que se encarga de recopilar estos datos.

En 2020, al año de la pandemia, la cifra fue también de 57, pero el promedio desde 2013 es de 74 ataques al año, indica el informe anual del Archivo Internacional de Ataques de Tiburones (ISAF, en inglés) de la Universidad de Florida (UF), que está localizada en Gainesville, en el norte de ese estado sureño.

Las muertes por esos ataques también bajaron, de 9 en 2021 a 5 en 2022.

Estados Unidos es el país donde se registraron el año pasado más ataques no provocados de tiburones (43) y Florida el estado con más casos (17) pero solo hubo que lamentar una muerte, la un buceador atacado a finales de año en la playa de Keawakapu, en Maui (Hawai).

Dos de las personas víctimas de los ataques en EE.UU. requirieron amputaciones.

El ISAF mencionó el caso del ataque no provocado de un tiburón a una mujer que buceaba en enero pasado en Dry Tortugas, en los Cayos de Florida, que fue mordida por un tiburón limón (Negaprion brevirostris), un escualo que "rara vez ataca a los humanos".

"Ataque no provocado" significa que este tipo de agresiones de escualos a personas "tienen lugar en el hábitat natural" de esos animales y sin que exista "provocación humana".

La base de datos del ISAF rastrea los incidentes mundiales con escualos y destaca en su último informe que la mayor parte se registró en EE.UU. y Australia, este segundo país con 9 casos, además de ataques no provocados en Nueva Zelanda (1), Tailandia (1) y Brasil (1). Sudáfrica contabilizó dos ataques, ambos mortales, probablemente de tiburones blancos. Y dos ataques también fatales se produjeron en el Mar Rojo, en Egipto, donde "los encuentros con tiburones se consideran raros".

En términos generales, la cantidad de tiburones en los océanos del mundo ha disminuido, lo que puede haber "contribuido" a que se produzcan menos ataques, dijo Gavin Naylor, director del Programa de Florida para la Investigación de Tiburones del Museo de Historia Natural de Florida.

Naylor precisó que "la mitad de las especies de tiburones están en peligro de extinción de una forma u otra, especialmente y sin duda por la sobrepesca", aunque también influye el aumento constante del turismo y las actividades acuáticas.

Asimismo, es probable que las muertes por ataques de escualos hayan disminuido porque "algunas áreas han implementado recientemente rigurosos protocolos de seguridad en las playas, especialmente en Australia", apuntó.

Opinión

Habilidades blandas en el mundo ingenieril

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El psicólogo organizacional Andrés Pucheu, en su libro "Lo que cambia son las personas", plantea: "los intentos de cambio a través de aumentar los conocimientos, desarrollar habilidades o influir en la motivación de sujetos específicos pueden ser efectivos, pero solo para adaptarlos a roles que ya están definidos y para los cuales se cuenta con los recursos y herramientas necesarios".

Si revisamos los últimos 20 años de formación en educación superior, podemos ver cómo se comenzó a hablar a inicios de los 2000 de las habilidades "blandas", sobre todo en carreras "duras" como las ingenierías. Y para muchos pareció poco necesario e intrascendente, ya que se asumía que la formación en estas disciplinas tenía por objetivo robustecer el ámbito técnico y estos contenidos quitaban tiempo en la malla. Sin embargo, esta miopía - que ya a estas alturas es solo historia - dejaba en manos de las empresas, el tener que mejorar el desempeño de sus colaboradores en esta área, sobre todo a nivel ejecutivo, a través de perfeccionamientos relacionados con liderazgo, trabajo en equipo, gestión del tiempo, manejo de conflictos y otros tantos temas afines, buscando así llevar a las organizaciones al siguiente nivel o buscando en otros casos, mantenerlos a la vanguardia. Y los resultados fueron variados, ya que como dice Pucheu, estos intentos "surten más efecto cuando hay roles bien definidos y recursos y herramientas para después operativizarlos". La interrogante es ¿estaban todas las organizaciones preparadas para eso? Probablemente no.

La buena noticia es que en general, las instituciones educacionales se fueron adaptando a los tiempos que corrían y cambió la forma en que se estructuraban los procesos formativos, en especial, porque se incluyeron a las empresas como ente opinante, reconociéndose de esta manera como un eslabón claro y potente de la cadena de valor, haciéndose más permanente aún con las acreditaciones institucionales, instancias donde los empleadores reciben el llamado a participar.

En la práctica para las organizaciones termina siendo más económico (y no solo en lo monetario) proveer a sus colaboradores de habilidades "duras" y reconociendo de mejor manera quienes vienen más fortalecidos con sus habilidades "blandas", ya que, estas últimas requieren tiempo de internalización, racionalización y adaptación para las personas (tiempo que las organizaciones no necesariamente tienen) y las habilidades o competencias duras o técnicas son más específicas, sin considerar además que hoy van sufriendo modificaciones y actualizaciones con bastante frecuencia.

El desafío permanente, tanto para las empresas como para las instituciones de educación superior, es estar vinculados de la manera más permanente posible, facilitando el desarrollo y consolidación de círculos virtuosos de desarrollo profesional, que apunten a mejorar la disposición a cambios que las organizaciones y sus colaboradores requieren para ser entes activos en el Chile de hoy.

Anita Zapata Acuña

Directora Plan Común de Ingeniería

Universidad San Sebastián