El plan de restauración de la cordillera de Nahuelbuta desde la mirada de las recolectoras
La llegada de las forestales vino a afectar su oficio. Hoy, en un trabajo de conversación con las firmas y otros actores, identifican y protegen áreas a fin de robustecer sus actividades y economía.
nicolas.alvarez@diarioelsur.cl
El Consejo Asesor de Restauración de Nahuelbuta reactivó su labor hace algunas semanas tras duros años de emergencia sanitaria que entramparon su continuidad. La medida surgió en 2019 en medio de un trabajo mancomunado entre los sectores público y privado, además de miembros de la Unión Europea, con el gran propósito de preservar un área estratégica en el combate contra el cambio climático. A juicio de los actores participantes, hay que entender a esta emblemática cordillera de la costa como "un patrimonio de la biodiversidad".
En todo este camino será vital la voz de las comunidades, más allá de lo que puedan decir las autoridades o las empresas forestales instaladas hoy en el sector. Son los vecinos los que adquieren el protagonismo, entendiendo que ellos conocen en profundidad los rincones más inhóspitos del cuerpo boscoso que embellece a gran parte de las regiones de La Araucanía y Biobío, entre los ríos Imperial y Biobío. Es decir, la experiencia de estas personas se convertirá en la llave maestra para descubrir qué elementos priorizar o qué zonas atender para lograr una recuperación efectiva en el marco del plan que impulsa el consejo lanzado hace tres años.
Los casos destacados
Desde Fundación Nahuelbuta, ONG nacional orientada a la defensa, protección, educación y restauración ambiental, ecológica y sociocultural del lugar, plantean que hay un rol destacado de varios grupos locales que con los mínimos recursos ponen en valor el proceso de restauración al que apunta el consejo. Uno de ellos es la Agrupación de Recolectores Los Nalqueros de Pehuén de Lebu, instancia en la que principalmente mujeres de más de 60 familias recolectan alrededor de 80 mil nalcas durante la estación. En 2020, por ejemplo, y a raíz de un incendio, estas mujeres por primera vez en cinco generaciones comenzaron a restaurar los sitios de recolección, en su mayoría quebradas quemadas. Su argumento y motivación es restaurar los bienes comunes, independiente de quien es el propietario.
De acuerdo al presidente de la Fundación, Bernardo Reyes, este es un "un salto o un cambio de paradigma, pues además han logrado un diálogo permanente con la empresa forestal para proteger y restaurar las áreas de recolección, que coincidentemente son las zonas productoras o generadoras de agua".
Cledia Flores, presidenta de esta primera agrupación, cuenta que ella se ha dedicado a recolectar nalcas desde siempre. Antiguamente, relata, las familias del sector lo hacían como método de supervivencia para la alimentación. Hoy, en cambio, lo hacen para mantener activa la economía del hogar. Fue hace unos ochos años que ella, sus compañeras y compañeros se organizaron para buscar alguna solución a la negativa de algunas firmas forestales.
"Firmamos convenios con estas compañías y recién nos dejaron entrar con llave a sus predios", dice la recolectora, quien enfatiza que la importancia de la restauración tiene que ver con la seguridad económica de las familias que habitan el territorio, "porque esto es una forma de vida".
"Cada familia que recolecta tiene para comer, no para hacerse rico, pero sí para suplir las necesidades de su casa. Donde no hay trabajo, la recolección da para vivir", recalca.
La actividad, recuerda, se comenzó a ver impactada de forma negativa en la década de 1990, cuando las forestales entraron con fuerza al territorio con la finalidad de plantar pinos. Esa acción, a su juicio, vino a destruir un sinnúmero de zonas estratégicas en las tareas de recolección. Por eso destaca el trabajo impulsado por su grupo, pues mediante su insistencia se ha podido cambiar la forma de ver del sector privado en la protección de estos espacios naturales y ayudar así a los habitantes que viven de una actividad que trasciende generaciones, sobe todo entre los meses de junio y diciembre.
Hay muchas familias que se dedican a este oficio de lunes a domingo solo con la finalidad de vender "atados" de nalcas a proveedores que llegan hasta el lugar o a orillas de las carreteras. Por 100 nalcas se pueden pedir unos $80 mil. Asimismo, hoy se desarrolla un plan para identificar vegas en donde crecen estas especies, así como otros sectores destinados a la recolección de murtilla, hierbas medicinales, digüeñes, mora o maqui, por nombrar algunas.
En la Provincia de Arauco hay otra mujer líder. Su nombre es Albina Sepúlveda y es presidenta de la agrupación Las Hormiguitas de Los Álamos, siendo además parte de la primera cuadrilla de mujeres restauradoras de la zona. Desde Fundación Nahuelbuta cuentan que ella inició las denuncias por el drenaje de humedales: "Gracias a esto se ha logrado que las riberas del río Pilpilco formen parte de un plan de restauración, de retiro de las plantaciones del borde de los ríos y quebradas, como debe ser, pues son por ley zonas de protección y no de producción".
De un tiempo a esta parte, Sepúlveda se muestra contenta con la labor realizada, ya que a través del diálogo y reuniones con las empresas han podido proteger lagunas, esteros, la cuenca Pilpilco y humedales que hace algunos años estaban plantados y ahora están despejados, a la espera de ser restaurados con plantas nativas. Todo esto se ejecuta a la par de un proceso de identificación que se impulsa en conjunto a las forestales, el municipio y los vecinos.
La dirigente precisa que su instancia representa a 98 personas que siempre están activas trabajando en el tema de la protección y restauración del medioambiente. En ese camino, sin embargo, han encontrado falencias, como la falta de una oficina especializada en Los Álamos, "porque la que hay, no funciona".
Todos los años esta agrupación lidera cabalgatas para recorrer el sector y dar cuenta de los sitios que tienen potencial de ser restaurados. Gracias a estos recorridos, que reúnen a unas 30 personas de forma anual, se han logrado intervenir más de 3 mil hectáreas.
"Por las empresas forestales muchas áreas han desaparecido. Hacemos todo esto para potenciar las áreas de recolección a través de huertos y para proteger el agua y los ríos, especialmente la distancia que tienen que tener las plantaciones forestales de estos cuerpos fluviales de donde sacamos nuestros productos", concluye Sepúlveda.