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"Caso 63": la duda de que tal vez no hay futuro

Publican en Spotify la nueva temporada de la audionovela de Julio Rojas. Se trata de una pandemia de soledad y locura en la que se cuestiona la verdad del metaverso.
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Por Valeria Barahona

En 1970, los punks británicos gritaron que "no había futuro". En 2010, el grafitero Banksy -se presume de la misma nacionalidad- dibujó esta consigna en un muro, junto al retrato de un niño pobre sentado en la vereda con un globo. En 2019 la humanidad conoció lo que es sentir al unísono, ricos y desfavorecidos, que no existe mañana, que tal vez el privilegio era tener una vida conectada a una máquina, sin necesidad de salir a la realidad, de tocar el mundo, para evitar el contagio por covid-19, escenario que se extiende hasta hoy.

El gran encierro, donde por primera vez en la historia cerca de tres mil millones de personas, al mismo tiempo, evitaron los espacios públicos fue en marzo de 2020, recomendado por Naciones Unidas (ONU). A los meses, el dentista y guionista chileno Julio Rojas, quien ganó el Premio Goya con el guión de la película "La vida de los peces", dirigida por Matías Bize, comenzó a publicar en Spotify "Caso 63", un audiolibro que cuenta cómo Pedro Roiter (con la voz del actor Néstor Cantillana) viajó desde el año 2062 a 2022, para contar que el coronavirus fue sólo la primera gran pandemia: el fin del mundo no sería un cataclismo como se tiende a imaginar, sino que una muerte lenta, progresiva, el desgaste de la humanidad.

El personaje Roiter va a dar a la unidad de psiquiatría del, se infiere, capitalino Hospital El Salvador. Un lugar con pasillos largos y fríos, pero no por ello menos elegantes, con arquitectura de comienzos del siglo XX, algunos árboles, plantas. Un pequeño jardín, donde lo entrevista la doctora Elisa Aldunate (Antonia Zegers). "En el futuro no tenemos nada", dice el viajero del tiempo diagnosticado como paranoico, "pregúnteme cómo se acaba el mundo".

El interno luego cuenta que es un niño EP, es decir, "entre pandemias", ya que nació -o nacerá- en el año 2023. Pedro creció frente a una pantalla, al igual que la mayoría de los niños chilenos en los últimos tres años, y sus primeras citas fueron virtuales, tal como las de los actuales adolescentes, porque aprendieron a "tener miedo al contacto físico y confiar mucho más en la distancia que en la cercanía". La sociedad aprendió a caminar intuitivamente a un metro de distancia y un beso "se convirtió en un acto de fe".

Las vacunas, hasta el momento, han servido. "Pero sólo por un tiempo", replica Roiter en el psiquiátrico, porque la siguiente pandemia, la diseminación de la mutación Pegaso, es lo que él viene, al pasado, en 2022, a evitar. Particularmente, el 24 de noviembre de este año, cuando una mujer, cuya sangre será transferida a una paciente con leucemia, tome un avión de Santiago a Madrid y, en el vuelo, se producirá la mutación.

Ciencia ficción anclada en la realidad, como tantos otros libros de viajeros en el tiempo, aunque con un grado de veracidad, acompañado por el diseño de sonido de Francisco Tapia, que hiela la piel. Rojas, además, no duda al incluir fechas en su relato: ayer, 22 de octubre de 2022, fue la primera sesión de la psiquiatra Aldunate y el interno Roiter. Un año más tarde caerá la banca a nivel mundial, algo que no se preveía con tanta certeza hace dos años, cuando el escritor publicó el audiolibro en la plataforma Emisor Podcasting, mientras que hoy la humanidad aprieta los dientes.

En la ficción, el próximo año nacerá Egregore, un regulador colectivo de "lo correcto", que a poco andar se convertirá en una entidad totalitaria que sanciona libros, críticas, etc., para luego investigar a ciudadanos al azar. Cualquiera marcado por el sistema será expulsado del mismo, tal como hoy se trasluce que ocurre a nivel menor en redes sociales. Estas plataformas habrán dado al algoritmo las señales de disidencia. Todo terminará con museos saqueados, colectivos filosóficos perseguidos y delación.

Rojas escribió "Caso 63" en el año 2020. Un puritanismo victoriano en redes sociales le dio la razón dos años más tarde. En 2021 vino la segunda temporada de "Caso 63" y este año, antes de publicar la tercera entrega de diez capítulos que no superan los 20 minutos, se anunció que las estrellas de Hollywood Julianne Moore y Oscar Isaac harán la versión en inglés. Ahí deberán afirmar, tal como el relato que apareció esta semana en Spotify, que "en tiempos de crisis nos gusta pensar en la posibilidad de reparar nuestros errores", porque "la ficción intenta darle sentido al caos o al azar".

Rojas, además, lanzó en agosto pasado la novela "El final del metaverso". El libro se sitúa en una crisis ecológica planetaria por lo que la mayoría de las personas migraron a mundos virtuales, pese a que ciertos incrédulos y/o privilegiados continúan viviendo en la realidad como se conoce hoy. Es un Santiago desgastado, con barricadas y disparos de perdigones. ¿Escenario conocido? ¿El guionista es nuestro Michel Houellebecq ("Serotonina"), el escritor que está componiendo el futuro de Chile?

En "El final del metaverso" decenas de ingenieros compiten por construir el mundo. "Toma lo que diré como si fuera un cuento fantástico", intenta Rojas de entrada en su novela donde "esa pared, el sofá, tu gato (...) fue diseñado por la compañía en donde trabajo", en voz del personaje Alberto Minsky, quien se dedica a corregir los errores en el nuevo mundo, como ver 1111 continuamente, o dejar un objeto en un lugar y que luego no esté, para luego más tarde encontrarlo donde mismo.

Caso 63

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Julio Rojas Spotify

Las tribulaciones de los cocineros cinco estrellas

La película "Chef" (en cines) y la serie "El Oso" (en Star+) siguen los tormentos de sus protagonistas en el competitivo y complejo mundo de los restaurantes en la era del déficit atencional.
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Por Andrés Nazarala R.

La gastronomía ha incentivado una cantidad inagotable de programas de televisión, documentales de divulgación y películas que, por lo general, buscan retratar el lado amable y luminoso del oficio. Curiosamente, por estos días coinciden en Chile dos producciones que abordan lo culinario con una mayor dosis de inquietud y oscuridad. Una está en los cines; la otra en el streaming.

La primera es "Chef" (su título original es mucho mejor: "Boiling Point"), una ingeniosa película británica que lleva las tensiones de la alta gastronomía al extremo. El director Philip Barantini logra transmitir inquietud a través del plano secuencia; es decir, el registro en tiempo real y sin cortes de lo que sucede en la cocina de un restaurant londinense de cinco estrellas que está a cargo de Andy (Stephen Graham), chef estrella que pasa por una fuerte crisis existencial. Para peor, el local está lleno y los problemas se suceden como en una pesadilla: líos en la cocina, un cliente racista, un grupo de influencers que dificultan el servicio, una exigente crítica gastronómica que podría hundir el restaurant. "Chef" tiene la habilidad de profundizar en las heridas interiores de su protagonista sin descuidar el despliegue impredecible de problemas y acontecimientos.

Lo que "Chef" resuelve en una hora y media (es decir, las tribulaciones de un cocinero), la miniserie "El Oso" -disponible en Star+- lo hace en un poco más de cuatro horas, divididas en ocho partes. El chef protagónico trabaja en restaurant familiar de comida rápida de Chicago que ha debido sobrevivir a las modas y a la pandemia. The Beef, así se llama el local, no tiene la clientela de antes y los trabajadores, enfrentados a los habituales problemas de cocina, no ayudan a mejorar el clima. Aunque los conflictos de El Oso, como todos conocen al chef, son más bien interiores. El suicidio de su hermano le sigue penando, como también la decisión de haber abandonado los círculos gastronómicos en boga para hacerse cargo del negocio familiar de sándwiches de carne. No hay nada más triste que los restaurantes en decadencia -el cineasta finlandés Aki Kaurismäki lo ha demostrado en varias películas- y es en ese territorio donde "El Oso" construye su mundo.

Lo interesante es que el productor, guionista y director Christopher Storer no chapotea sobre la decadencia ni ofrece golpes bajos para impresionar el espectador. "El Oso" ni siquiera busca suspenso para mantener el entusiasmo en esta era de TV digital y déficit atencional. Digamos que se sostiene únicamente con buenos diálogos, personajes interesantes y una historia bien narrada que usa la gastronomía para indagar en las emociones y los sueños rotos de un personaje tan singular como universal.

A pesar de los elogios que ha recibido, "El Oso" es de esas ofertas que pueden quedar enterradas en el mar del streaming, debajo de las producciones marqueteadas y altisonantes que salen a la luz todas las semanas en una industria marcada por la sobre oferta. Es una película en partes que brilla por su sobriedad, discreción e inteligencia; y también, como debiera pasar con toda oferta sobre gastronomía, por esos tentadores sándwiches de carne que resisten los embates del tiempo con paciencia y dignidad.