Plan regulador: desafío de área metropolitana
BLAS ARANEDA CEA, Jefe de División de Planificación y Desarrollo Regional del GORE Biobío,
La ciudad es un sistema dinámico y complejo. En cierto sentido se asemeja a un organismo vivo, que crece, cambia y cuya salud depende del funcionamiento de órganos especializados y sistemas que actúan de manera perfectamente coordinada e interdependiente.
Pero hay una diferencia importante. En el caso de los organismos vivos, la ubicación, el tamaño y la forma de interacción y funcionamiento de cada uno de sus componentes fueron resueltos por la naturaleza. En el caso de las ciudades, quienes habitamos en ella debemos ponernos de acuerdo para establecer esa coordinación que permite la existencia y la "salud" de la ciudad.
Es por esto que las ciudades metropolitanas deben implementar acuerdos amplios que permitan definir cómo y en qué se utiliza el territorio que la conforma. Para eso existen los Planes Reguladores Metropolitanos: establecen un ordenamiento de la ciudad, definen qué actividades se pueden desarrollar en cada zona y qué requisitos y condiciones deben cumplirse para implementar ese desarrollo. En el caso del área metropolitana de nuestra región, el acuerdo vigente se suscribió en 2003 (¡19 años!), hasta la fecha se le han hecho 10 modificaciones y la 11° ha tardado hasta la fecha 11 años y aún no termina, lo que tiene a nuestra ciudad regida por un plan insuficiente y que no da cuenta de la realidad.
Desde el Gobierno Regional del Biobío planteamos serias diferencias con la modificación que el año pasado se propuso al PRMC y que fue sometida a votación del Consejo Regional. A la luz de los hechos, no estábamos equivocados al votar en contra. Las propias observaciones posteriores de Contraloría refrendaron la postura del GORE, cuya mirada frente a este tema ha sido clara: necesitamos un nuevo Plan Regulador Metropolitano, pero uno desarrollado bajo estrictos parámetros de calidad y aplicabilidad.
Creemos que es necesario convenir de manera urgente un amplio acuerdo político y social para elaborar un plan que proyecte nuestra ciudad hacia el futuro. Este proceso debe ser participativo, basado en evidencia sólida, mirar el futuro y abordar sus desafíos.
Nos merecemos una ciudad que brinde calidad de vida a sus habitantes, con buenas y expeditas vías de circulación, con tecnología, que permita el surgimiento y crecimiento de empresas y emprendimientos, que se haga cargo de los desafíos del cambio climático y de la protección del paisaje, en resumen, que permita que niños, jóvenes, adultos y ancianos puedan trabajar, estudiar, emprender, crear y vivir en ella.
Para conseguir este objetivo, todos los actores públicos tenemos la responsabilidad de poner a disposición de este esfuerzo nuestra inteligencia, energía y generosidad para participar, buscar acuerdos importantes, dejando de lado pequeñas victorias mezquinas y de corto plazo, para construir una visión común de la ciudad en que vivirán nuestras hijas e hijos. La vida y la salud de nuestra ciudad depende de ello.