La Región del Biobío, sobre todo en el área que es bañada por el cauce fluvial, el butaleufú -que los españoles tradujeron como 'biobío' según la versión más plausible, pues significa 'río grande' en mapudungún- cuenta con ciudades cuyo origen se remonta a la guerra de Arauco (Santa Juana, Negrete, Nacimiento, Talcamávida, etc.). Algunas nacieron tras la derrota española en Curalaba -cerca de Lumaco- en 1598.
A raíz de la muerte del gobernador Martín García Oñez de Loyola a manos de las tropas de Anganamón y Pelantaru, la corona, a través del virreinato del Perú, envió al gobernador Alonso de Ribera, quien estableció medidas en función del conflicto. Una fue la creación de una línea de fortificaciones en ambas riberas. Así nació el fuerte de San Pedro de la Paz. En sus cartas, Ribera dice que ello se hizo en 1604, mientras exploraba el territorio y se imponía de las características geográficas para establecer una mejor línea de defensas. De esos años data la imagen de la virgen de la Candelaria, sita en el santuario homónimo. El fuerte se mantuvo con esa función y con guarniciones que iban variando según las circunstancias, pasando así a ser parte de la guerra de Arauco, la guerra de Independencia y la guerra a muerte.
Un evento natural vino a ponerle fin: el terremoto de 1835. Cuando José María de la Cruz lo visitó, en 1850, estaba en estado ruinoso y abandonado. Las guerras civiles de 1851 y 1859 apenas le dieron un fútil protagonismo. Después cayó en el olvido.
En paralelo, hubo actividades vinculadas a la agricultura y ganadería. Los usos más comunes para estas tierras fueron la agricultura -particularmente chacras, aunque igual monocultivos de trigo y viñas- y crianza de ganado. Diferentes propietarios tuvieron a su haber estos terrenos en el siglo XIX, como las familias Soza y Díaz, aunque siempre con las actividades ya mencionadas.
El cambio vino con la inserción del ferrocarril. La llegada del tren, a través del ramal Concepción-Curanilahue entre 1886-1890, y la construcción del puente ferroviario sobre el Biobío, trajeron una micro-migración. Durante cinco años hubo que alimentar, vestir y divertir a sus trabajadores. Se asentaron más casas, chacras, comercios y cantinas. Era el puntapié inicial del poblado. Más tarde, ya en el siglo XX, le siguieron otros puentes: el Enrique Curti o "puente viejo", el primero de carácter carretero (1943); el puente nuevo (1974), rebautizado como Juan Pablo II; el Llacolén (2000); y el Chacabuco, iniciado en 2010 y aún en etapa de finalización.
En cuanto a su desarrollo urbano, en pleno contexto de la política de Industrialización para la Sustitución de Importaciones, en el barrio de San Pedro, perteneciente al municipio de Coronel (1927-1975), se instaló la papelera de la CMPC (1951), además del loteo de huertos familiares, lo que hizo necesaria la construcción de nuevas viviendas. Así, nacieron las villas San Pedro (1964) y Spring Hill (1971). Después de 1975 pasó a depender del municipio de Concepción. Pero el sector fue creciendo, y la demanda de servicios también. Las nuevas poblaciones, inauguradas entre 1970-1995, impulsaron la postulación ante el Congreso Nacional para convertirla en comuna. El resultado favorable llegó en diciembre de 1995, año desde que el otrora fuerte colonial pasó a ser un territorio político y administrativamente autónomo. Hoy es una gran ciudad dormitorio, que ha ganado impulso gracias a los sectores servicios y forestal, con un importante futuro en turismo. Pero también enfrenta desafíos, sobre todo en la construcción de nuevas poblaciones -en especial tras el sismo del 2010 que llevó a ocupar zonas altas como Andalué- ya que ello impone problemas de desplazamiento hacia la intercomuna Tomé-Penco-Concepción-Hualpén-Talcahuano, donde se encuentra buena parte de los empleos de sus más de 131 mil habitantes.