Las repercusiones que tienen en el medioambiente las actividades económicas, productivas y de interacción de nuestra sociedad son incuestionables. El cambio climático y las repercusiones nefastas que está generando en nuestro entorno no pueden seguir siendo consideradas una amenaza potencial, sino que más bien deben asumirse como un desafío presente. Si no se aborda de manera directa, se entrará irremediablemente en una espiral sin retorno.
Es por esto que distintas naciones han firmado importantes acuerdos para comenzar a reducir sus emisiones de CO2 en sus ciclos productivos, junto con promover la eficiencia energética y una comunidad informada. Desde este punto de vista, un área clave a abordar para cumplir con los compromisos adquiridos es la electromovilidad, dado que los vehículos que utilizan combustibles fósiles para su operación son uno de los principales emisores de CO2 a la atmósfera. Sin embargo, el avanzar hacia una sociedad que deje de depender directamente de los combustibles fósiles implica cambiar la estructura económica mundial, en virtud de que los países considerados grandes potencias son, básicamente, los que controlan los grandes yacimientos de petróleo y gas natural.
En este desarrollo de la electromovilidad Chile cumple un rol fundamental a escala global. El cobre, litio (inicialmente en los primeros 20 años) y el hidrógeno verde serán la clave para impulsar estos desarrollos. Es una oportunidad única y como país no podemos quedar solo en una posición de exportador de estas materias, sino que debemos enfocarnos en desarrollar tecnologías asociadas y poder exportar capacidades técnicas y de capital humano.
En este sentido, la electromovilidad para aplicaciones industriales es un área muy interesante a llevar adelante. Primero por los beneficios inmediatos, tales como la reducción de CO2 por parte de las empresas que la implementen y la anulación del ruido que poseen los automóviles industriales tradicionales, impactando directamente a los trabajadores y comunidades aledañas a las industrias. Por otro lado, estos equipos, al operar al interior de espacios productivos (bodegas o puertos) tienen ciclos de operación bien estructurados y definidos, lo que permite mejorar y diseñar estrategias para optimizar su operación nominal.
La Región del Biobío tiene un escenario ideal para impulsar la electromovilidad industrial: posee una importante capacidad logística (siete puertos y más de 10 millones de toneladas de exportaciones anuales), industrias de manufactura y forestales, potencial de ERNC importante (1.000 MW a 2023 instalados) y capital humano (13% de matrícula de pregrado y 10% de matrícula de postgrado a nivel nacional). Estas capacidades permiten impulsar experiencias tempranas para validar la operación y rendimientos de la electromovilidad en nuestra zona, obteniendo datos propios de la operación de estos equipos en nuestros ciclos productivos, junto con el desarrollo del capital humano que deberá ser capaz de desarrollar, mantener y optimizar estas nuevas tecnologías.
Estamos en una posición estratégica como Región y en el tiempo preciso. Depende de nosotros si deseamos ser los referentes a nivel mundial en la sustentabilidad.