Crece la preocupación por la falta de avances en planes de mitigación a doce años del 27F
Expertos en materia de arquitectura y urbanismo plantean que todavía hay deudas en ciudades como Talcahuano o Arauco. Advierten que solo el 28% de las propuestas anunciadas se ha podido construir. Ponen sobre la mesa también la necesidad de impulsar adecuados planes reguladores comunales, pues en muchos no se reconocen los riesgos socio naturales.
Por Nicolás Álvarez Arrau /nicolas.arrau@diarioelsur.cl
A las 03:34 horas de la madrugada del 27 de febrero de 2010 la vida de miles de chilenos cambió para siempre. Un terremoto de 8.8 grados Richter estremeció a la zona centro sur del país, con un posterior tsunami -con olas de hasta 12 metros de altura- que arrasó con casas y edificaciones instaladas a lo largo de la costa. La Región del Biobío fue una de los territorios más afectados, en donde el panorama de la primera luz del día ofreció barcos varados en plazas, cimientos arrancados de los pisos, escombros revueltos en las que alguna vez fueron calles y más de un centenar de fallecidos y desaparecidos.
A casi 12 años de un nuevo aniversario de la catástrofe, todavía se observan carencias en seguridad, según plantean profesionales que han estudiado con atención el tema. Eso, pese a los avances que se palpan, por ejemplo, en localidades como Dichato. Esta zona tomecina cuenta con un remozado parque de mitigación que, incluso, se llevó el premio Aporte Urbano 2018 en la categoría Mejor Proyecto de Espacio Público.
Para Sergio Baeriswyl, presidente del Consejo Nacional de Desarrollo Urbano (CNDU), a la fecha existen avances que son dispares entre las distintas urbes de la costa regional. Advierte que mientras algunas han desarrollado de buena forma medidas estructurales como defensas costeras, bosques de mitigación, viviendas resilientes, o iniciativas que evitan que equipamiento de peligro se emplace en áreas sensibles, otras no han podido mejorar respecto a su planificación urbana al no poder ejecutar las obras previstas en el plan de reconstrucción.
En primer lugar, plantea, urge una mayor preocupación en los planes reguladores comunales y en el metropolitano de Concepción, "porque en muchos de ellos no se reconocen los riesgos socio naturales, lo que es vital para un desarrollo urbano resiliente". Como segundo punto, dice que es necesario dar continuidad a trabajos no ejecutados en el plan de reconstrucción del borde costero, especialmente en Talcahuano o en las localidades de Llico y Tubul, en Arauco.
"Es fundamental integrar esto en un plan de resiliencia urbana de carácter estratégico, en el cual se consideren los impactos del cambio climático. La resiliencia de las ciudades ya no es solo una materia de protección frente a inundaciones o un tsunami, ya que ahora enfrentamos nuevas amenazas como los incendios forestales, la escasez hídrica, las islas de calor o la seguridad alimentaria. Todo lo anterior obliga a enfrentar transformaciones más profundas en las ciudades y que deben abordarse con un plan integral", remarca el arquitecto y urbanista.
ESCASO AVANCE EN MITIGACIÓN
En casi la totalidad de las comunas costeras, el Ministerio de Vivienda y Urbanismo estableció una comisión intersectorial integrada por algunas seremis, universidades y municipios. A través de esta tarea se gestionaron planes de reconstrucción que consideraron medidas que ayudarían a la mitigación de un nuevo evento de emergencia.
Según la docente de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Geografía de la Universidad de Concepción e investigadora en materia de espacios públicos de mitigación post 27F, Claudia Cerda, en la Región -incluida la ex Provincia de Ñuble- se desarrollaron en su momento 14 planes de reconstrucción, que contenían estrategias en vivienda, vialidad urbana, parques y espacios públicos, edificación pública, obras de infraestructura o faenas de borde costero e hidráulicas.
"Los espacios públicos de mitigación de tsunamis fueron los elementos principales, su diseño se concentró en 11 de las 14 comunas. Del total de 18 proyectos de mitigación que se estimaron, el 28% se ha construido, mientras que el 67% se diseñó, pero nunca se ejecutó, perdiendo una inversión de diseño de M$6.748.058, versus los M$22.726.400 que sí se gestionaron. Ahí encontramos los proyectos de las localidades de Dichato y Cobquecura, que consideraban las inversiones más altas. El caso de Lebu no se diseñó debido a que las modelaciones de tsunamis indicaron que la mitigación que generaría un bosque era mínima", explica la académica.
Si bien Llico fue el sector que contempló en su diseño la cantidad más alta de hectáreas destinadas a la mitigación (25,5), allí no se llevó adelante ningún plan, de acuerdo a Cerda.
"En otras localidades se han desarrollado oficinas de gestión de riesgo, que han permitido analizar de forma global las amenazas de cada comuna, como en Talcahuano o San Pedro de la Paz, pero aún existen lugares donde no se concretaron las iniciativas. Allí, las comunidades han reconstruido y continúan con las mismas condiciones anteriores al 2010", grafica.
Frente a este escenario, tanto Baeriswyl como Cerda dicen que es fundamental integrar un plan de resiliencia urbana de carácter estratégico, en el que se tomen en cuenta, además, los impactos del cambio climático, así como evitar la construcción de viviendas inmediatas al borde mar, priorizar un área intermedia que ayude en alguna medida a mitigar la fuerza de las olas, potenciar la prevención a través de la memoria histórica y fortalecer a los municipios para que cada uno de ellos cuente con una oficina de gestión de riesgos.