Una manera de entenderlo.
En un taller de Magister el arquitecto Alejandro Aravena, Premio Pritzker, realizó un ejercicio con estudiantes para proponer mejoras en una vivienda social. Uno de los ejercicios que más destacó fue el que propuso colocar un limón (perfil metálico que estructura la escalera) en el centro de los peldaños, en lugar de los habituales dos limones que se encuentran en ambos costados. Con ello, se ganaban 10 centímetros de espacio al interior de la vivienda.
Sin duda, esos 10 centímetros son de una precisión que bien vale la pena "ganar" cuando los metros cuadrados son escasos. Desde el poder colocar un mueble, hasta crecer en el dintel de una puerta de 70 a 80 centímetros.
Otra manera de entenderlo.
El profesor Jorge Mora nos preguntaba en una clase: ¿En qué calle me demoro menos caminando, en la calle "A" (que sabíamos tenía 700 metros aproximadamente) o en la calle "B" (que también sabíamos eran unos 500 metros)? Todos contestamos con seguridad: La calle "B". Respuesta equivocada. El profesor Mora nos respondió que evidentemente en la calle "A", porque tenía árboles. Él se refería a la percepción de poder caminar una calle con determinadas características, y cómo esas condiciones generaban una lectura perceptual del tiempo distinta a la real.
Ambas medidas son extremadamente relevantes para la arquitectura y la ciudad. Por una parte, una medida métrica muy concreta y práctica, y por otra, una espacial cualitativa. Ambas mejoran la calidad de vida.
Una tercera medida.
Durante la pandemia apareció con fuerza en la discusión urbana el concepto de "La Ciudad de los 15 minutos", que promueve la alcaldesa de París para esta ciudad, Anne Hidalgo, previo al covid-19. La propuesta consiste en poder desplazarse caminando o en bicicleta, por no más de 15 minutos, y con ello acceder a servicios básicos, espacios públicos recreativos, entre otras cosas esenciales, promoviendo la escala barrial.
Los 15 minutos, que es una medida concreta de tiempo, es la medida definida para París, que no necesariamente corresponde a la realidad de Concepción o nuestras ciudades latinoamericanas, sin embargo, debe leerse como un concepto por sobre la medida específica. Y esto no necesariamente significa abandonar los centros urbanos, sino más bien apunta a la articulación de las distintas escalas de una ciudad.
Es fundamental proyectar desde la medida métrica, la medida cualitativa y la medida temporal, y desarrollarlas, desde una vivienda hasta una ciudad.
En una vivienda, la precisión de la medida en función del uso de los espacios y posibilidades que otorguen los recintos, se hace relevante. La condición atmosférica es esencial para la calidad de estos espacios, desde su iluminación, temperatura, proporción. Y la medida temporal establece una relación de distancia entre recintos dependientes como la cocina y el comedor.
En la ciudad, debemos ser capaces de articular la eficiencia y escala que nos da la métrica, una distinta a la de una vivienda. De generar una calidad espacial desde nuestras veredas y avenidas, que nos hagan sentir que una calle de 700 metros es más corta que una de 500. O, la equidad que representa el tener acceso a lo esencial, en una escala barrial, a 12 o 18 minutos.