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-Esta fragilidad también hoy está truncada por la corrección política, por el afán de la identidad que, si confluyen y cada uno defiende la suya, nos quedamos en un diálogo de sordos. ¿Cómo cree que afecta la corrección política a la literatura?
-La hace imposible. Usted comprende que si (Charles) Baudelaire hubiera cedido a lo que eran los lugares comunes de su época (siglo XIX), no habría podido escribir 'Las flores del mal'. Fue procesado judicialmente pero logró hacerlo, resistió a eso. Y así, suma y sigue: (William) Faulkner no habría podido escribir sus novelas ('Mientras agonizo', 'Santuario') porque aparecen actos sexuales aberrantes, donde se subordina a las mujeres, se maltrata a los negros… La literatura, la creación literaria, la ficción, pienso que no puede ser disciplinada, no debe ser disciplinada, disciplinarla es matarla, suprimirla, hacerla desaparecer, básicamente porque la ficción es el esfuerzo que hacemos los seres humanos por hablar de aquello que la sociedad en la que vivimos y las instituciones ocultan. La literatura es el esfuerzo por imaginar un mundo que no está al alcance nuestro, por tejer una vida posible, no es la mera repetición, la imitación de lo que tenemos, es más bien una subversión con la imaginación y con la palabra, de un lado que se nos escapa, se nos oculta, nos es negado. Por eso no se puede ceder a los esfuerzos, hoy tan frecuentes, por disciplinar la imaginación y el discurso: esto es fatal para la literatura, porque buena parte de las obras literarias que valen la pena habría que censurarlas, supongo, y crear una nueva inquisición, imitando la que tenía la Iglesia.
-"Lolita", de Vladimir Nabokov, pasó por la censura de su época y ahora enfrenta una neo censura. Además le han escrito varios libros a modo de respuesta.
-Imagine lo que puede significar eso. O revisar la vida de los autores, de los filósofos, para cancelar su recomendación… Esa es otra confusión, me parece un error intelectual muy grave en el que se está incurriendo y que algunos profesores promueven: confundir el sujeto biográfico, que vivió tal o cual vida, con el autor, cuando son cosas distintas. Porque la biografía es una cosa, la obra es otra. Esa distinción tan elemental hoy no la hacemos, llegamos al absurdo de esgrimir la biografía de las personas en contra de las ideas que formularon, como si la verdad, la belleza de las ideas que a uno se le ocurren dependiera de la belleza de lo que vive ¡es total y absolutamente al revés!