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-En "Y líbranos del mal" hay también una acusación de narcotráfico…
-Sí, es la que corta las relaciones del padre de Sebastián con la clase a la que estaba entrando. Su autodestrucción priva al hijo de un referente claro. Me gustan mucho los personajes adolescentes porque tienen que decidir, van a ser adultos y no saben cómo hacerlo. Los modelos que deberían seguir no existen. Creo que eso es más dramático en los hombres. Me interesa mucho la masculinidad, qué pasa con ella en un entorno misógino donde es muy obligatorio ser 'un hombre de verdad', pero el único que podía enseñártelo en tu casa, no está ¿qué haces? ¿En qué te conviertes para tratar de encajar en tu grupo?
-En un mundo en que tal vez estamos más preocupados de qué es lo femenino…
-Creo que el machismo también daña a los hombres. Puedes ser un heterosexual de la vieja escuela, pero no ser lo suficientemente heterosexual para la manada que te empuja. El machismo no es solo con quién duermes, es cómo hablas, cómo te comportas, cómo miras a los demás y cómo posicionas sobre ti la mirada de los demás.
-Ahora que estamos en una especie de "fin de mundo" la adolescencia psicológica -que exploras en tus libros- se extiende más allá de la adolescencia física ¿no?
-Mis últimos personajes han sido casi todos adolescentes porque tienen toda la intensidad de la que un cuarentón carece. Sus reacciones pueden ser extremas también. Y sí, hoy estamos en un mundo de hamsters, llevamos un año sin salir. Ahora estoy haciendo una gira de promoción sin salir de mi sala. Estamos inventando todo de nuevo. De hecho, ustedes, en Chile, están inventando todo de nuevo.
-Y ustedes en Perú ahora tienen elecciones.
-En todo el mundo hay un agotamiento de la democracia tal como la hemos entendido en las últimas décadas. Lo ves en EE.UU., en España, en Chile, en Perú. Ustedes con el estallido luego convocaron a una asamblea para hacer de nuevo la Constitución. La cuestión política se está moviendo, no sé si para bien o para mal. Al menos lo de Chile, suena civilizado.
El escritor agrega que "lo que me llamaba la atención de Chile era que los presidentes se turnaban ¡Y se repetían! Era evidente que había una falta de renovación que ahora pareciera estar ocurriendo. Soy bastante más pesimista respecto a Perú. Hay una decadencia democrática más larga que no ha sido atendida. Es como escoger hacia qué abismo quieres saltar".
-En este caos es donde florece la buena literatura.
-Lo que he visto, sobre todo en Latinoamérica, es que los lectores son más jóvenes, mucho más que los lectores europeos. Todos han ido al colegio y eso no ocurría antes. La clase media es la que consume más cultura, más libros, más películas, más arte. Hay más acceso.
-Hablando de películas ¿estás escribiendo alguna?
-Ahora están rodando, en Perú, "La pena máxima" una adaptación de una novela mía. Escribí el guión. Y para cuándo se pueda ir al teatro he hecho una adaptación de una novela de José Donoso que me encanta. "El jardín de al lado". Estábamos montándola cuando se hundió todo. Y cerraron los teatros. Y cerraron todo.
-¿Por qué Donoso?
-Había leído "El Obsceno pájaro de la noche" y me había parecido una novela desesperada por entrar en la definición de lo latinoamericano. ¡Y fría! Nunca me gustó. Cuando me propusieron adaptar esta obra me di cuenta que el verdadero Donoso era el de "El jardín de al lado": realista, con sentido del humor, ácido. El mismo Donoso habla en sus memorias de que "El Obsceno pájaro de la noche" fue una tarea agotadora para entrar en el mundo de los escritores Latinoamericanos. Y en "El Jardín de al lado", se burla de los escritores que quieren entrar al canon. Ahí se me descubrió un Donoso nuevo. Su obra es una obra sobre el éxito, el fracaso, sobre hasta cuándo puedes fingir siendo el que no eres para agradar a los demás. -