Recuerdo de la gran tragedia
Se cumplen once años desde que el terremoto de magnitud 8.8 Richter golpeó la zona comprendida entre Valparaíso hasta La Araucanía, con epicentro en nuestra Región del Biobío. El terremoto del 27 de febrero de 2010, de los más fuertes ocurridos en el mundo desde que existen registros, fue seguido de un tsunami que arrasó varias localidades costeras e islas. Dejó escenarios inimaginables y rostros inconsolables, con 525 muertos (126 por el tsunami), 800 mil damnificados y daños que se calcularon en más de 30.000 millones de dólares.
Las principales industrias locales quedaron paralizadas, desaparecieron plantas pesqueras, y algunos barrios quedaron en el suelo o fueron destruidos por el maremoto, como ocurrió con Dichato.
El 27/F constituyó la prueba de que el país no estaba preparado para abordar una catástrofe de esta magnitud. El video que se conoció de las primeras horas de funcionamiento de la Onemi, donde aparecían las más altas autoridades, reveló el grado de improvisación y confusión.
Sin embargo, la reconstrucción del sistema productivo fue rápida. Las toneladas de escombros fueron retiradas, los puertos, los puentes y las carreteras se reconstruyeron, y los edificios colapsados fueron demolidos. Más allá de la polémica que se reactiva cada cierto tiempo sobre el tiempo de reacción de las autoridades, resulta evidente que Talcahuano o que Dichato hoy son muy diferentes a lo que mostraban las fotografías y videos aquel 27/F. Renacieron con mayor empuje, por el esfuerzo de instituciones y sus habitantes.
En el recuerdo está el comprensible dolor de quienes perdieron a sus seres queridos o sufrieron la pérdida de sus bienes. Pero la mayoría de las familias soportaron en forma estoica las miles de réplicas que se registraron, se pusieron de pie y dejaron atrás la tragedia. En estos años, ha habido un gran dinamismo inmobiliario impulsado por el proceso de reconstrucción. La ciudadanía puede apreciar la cantidad de edificios, conjuntos habitacionales y centros comerciales nacidos post terremoto. La región se levantó rápido, reordenó su aparato productivo, mientras las autoridades adoptaron las políticas económicas que favorecieran el crecimiento y la inversión y construyeron las casas para damnificados. Tras once años, la tragedia es un mal recuerdo y sólo cabe expresar el pesar a quienes perdieron a algún ser querido o sufrieron daños.
La historia de Chile está marcada a fuego por los terremotos, porque cada cierto tiempo sufre con fuerza los embates de la naturaleza. La relación forzada de nuestra población con los sismos entrega valiosas lecciones para estar preparados ante la fuerza de la naturaleza. Hemos aprendido de los errores del pasado. Qué hacer, dónde ir y qué implementos tener en el hogar, son preguntas que la mayoría de las personas conocen y que pueden salvar la vida ante una emergencia. Esta convivencia con los terremotos requiere estrategias de prevención de largo aliento, que hoy convierten a nuestro país en uno de los mejor preparados para afrontar estas emergencias, tal como lo ha resaltado la ONU.
Los terremotos de 2007 en Tocopilla, el 2010 en nuestra región, el 2014 en Iquique, el 2015 en Coquimbo, dan cuenta de que es necesario convivir de la mejor manera con este fenómeno. El país ha dado enormes pasos para también contar con eficaces normas sísmicas de construcción. El 27 de febrero de 2010 quedaron al desnudo las falencias de coordinación entre organismos y la falta de información fidedigna a la ciudadanía respecto a la catástrofe. Pero hoy las familias tienen mayor cultura preventiva y la mayoría sabe hacia dónde debe dirigirse tras la activación de las alarmas de tsunami. Toda esta educación permite estar preparados de la mejor manera ante un terremoto, fruto de un proceso que se realizó a través de una serie de simulacros de tsunami en las comunas costeras. Siempre hay aspectos que mejorar, pero lo importante es estar preparados en los hogares ante cualquier desastre natural.
La historia de Chile está marcada a fuego por los terremotos, porque cada cierto tiempo sufre con fuerza los embates de la naturaleza. La relación forzada de nuestra población con los sismos entrega valiosas lecciones para estar preparados ante la fuerza de la naturaleza. Hemos aprendido de los errores.