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Agustín Squella, Premio Nacional de Humanidades y candidato a la Convención Constitucional:

"La nueva Constitución será un acto de soberanía y no de venganza"

El académico explica por qué se arrimó al Partido Liberal, habla de tolerancia, de sus meses abrumados en pandemia, de cómo debería comenzar un nuevo texto constitucional y también de candidaturas, alcaldes, Frente Amplio y familia.
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Por Patricio Tapia

Con la misma ductilidad vital que le permite, sin alterar sus convicciones, tener amigos en todos los sectores políticos, Agustín Squella -abogado, Premio Nacional de Humanidades 2009, profesor en la Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso, exrector de dicha casa de estudios, columnista en diarios y autor de libros- puede pasar de las alturas de la discusión intelectual al áspero terreno de una campaña electoral, así como mostrar un amplio rango de referencias: lo mismo cita al filósofo moral estadounidense John Rawls que a los cantantes españoles del Dúo Dinámico.

En medio del "estallido social", decía Squella que la palabra crisis le parecía menos expresiva de lo que pasaba que angustia. La pandemia ha traído crisis, angustia y pobreza; y él la ha vivido abrumado, señala, como todos.

Por otra parte, como consecuencia de aquel estallido previo a la pandemia, se abrió el camino de un proceso constituyente que ha tenido lugar durante ella, en el cual Squella ha decidido participar no sólo en el debate de ideas, sino incluso como candidato a la Convención Constitucional: va como independiente en la lista del Partido Liberal.

-¿Qué lo hizo decidirse a ser candidato a constituyente?

-Involucrado fuertemente en el proceso que condujo al plebiscito de octubre de este año, desde la universidad, el periodismo y los debates públicos, consideré que era adecuado continuar haciéndolo en esta nueva fase del proceso. Se trata de una oportunidad especialísima, única en nuestra historia, para colaborar en el estudio y aprobación de una Constitución democrática tanto en su origen como en sus contenidos.

-¿Había sido candidato a algo?

-Sólo en la universidad: a la presidencia del Centro de Alumnos y, mucho más tarde, a la rectoría de ella. Mi vida ha sido casi exclusivamente académica, lo cual no quiere decir que carezca de ideas y convicciones políticas.

-Va como independiente en la lista del Partido Liberal. ¿Siente cercanía con el partido o con la palabra "liberal"? ¿O se debe a la amistad con Vlado Mirosevic, con quien tiene un libro de conversaciones?

-Con Mirosevic nos conocimos hace sus buenos 6 años y encontramos inmediata afinidad en lo personal, que eso es lo primero, pero también en nuestro pensamiento político. Hicimos el libro que usted menciona, que no por nada se llama "Libres e iguales", y hemos mantenido una permanente conversación sobre la importancia de las ideas liberales en Chile, pero no las de cualquier liberalismo, sino las de un liberalismo social, un liberalismo igualitario, un liberalismo con conciencia y vocación social que defienda tanto las libertades de los individuos como las exigencias de la justicia social, en el entendido de que de una sociedad decente no es solo una sociedad de libertades, sino una en la que han desaparecido las desigualdades injustas y prolongadas en las condiciones materiales de existencia de las personas y sus familias. Y ese tipo de liberalismo no es invento de Vlado o mío: es el de John Stuart Mill en el siglo XIX, el de Bobbio, Rawls y Dworkin en el XX, y el de Francisco Bilbao en nuestro país cuando se echaban las bases del país que tenemos.

-Hablando de amistad, ¿qué le parece el relativo revuelo de un comentario suyo en que se refirió a unos asados a los que iba en que uno de sus amigos celebraba el 11 de septiembre?

-Algunos no entendieron, o simplemente no quisieron entender, de qué iba el asunto. Se trató siempre de una reunión de amigos, y de distintas convicciones políticas, y no de una celebración de esa fecha para mí infausta. Como yo sabía que el anfitrión nos recibiría con el pabellón patrio izado en lo alto, yo llegaba ondeando una bandera negra y gritando a todo pulmón "¡Día aciago!". En la dictadura, amén de otras cosas, hubo que salvar la amistad entre personas que no pensábamos igual, atendida la enorme polarización que ella produjo en la sociedad chilena durante 17 años.

-¿Considera que estos son malos tiempos para la tolerancia?

-Nunca ha habido tiempos propiamente buenos para la práctica individual y colectiva de esa difícil virtud, y nuestra época no hace excepción a esa constante. A veces practicamos una tolerancia meramente pasiva, la tolerancia de la resignación, y aceptamos convivir en paz, pero bien lejos, con quienes tienen creencias, ideas y modos de vida que no nos gustan y que, más aún, reprobamos. Pero es necesaria la práctica de una tolerancia activa, que es aquella que nos impulsa a acercarnos a quienes piensan y viven de otras maneras, a entrar en diálogo con ellos, a darles razones a favor de nuestras creencias y puntos de vista y a escuchar las que ellos puedan darnos a su vez, con la disposición incluso de rectificar nuestros planteamientos como resultado de ese encuentro y diálogo. Difícil la tolerancia pasiva y mucho más la activa. Pero ese es el camino que deberíamos recorrer.

-El Partido Liberal se separó del Frente Amplio y hubo allí una serie de renuncias. ¿Qué opina de esos fraccionamientos?

-No es bueno para ese conglomerado y tampoco lo es para la política chilena. El surgimiento de una izquierda democrática y respetuosa de los derechos humanos más allá de lo que ha sido la tradicional izquierda chilena fue un acontecimiento auspicioso. Lo malo es que en el Frente Amplio hay a lo menos vocerías que no se muestran enteramente amigas de la democracia ni los derechos humanos, aunque no en Chile, desde luego, pero sí en los juicios de aprobación que se dan a regímenes de otros países en que no hay democracia ni respeto por tales derechos. En esto no se puede tener doble estándar, que lamentablemente se ha vuelto en Chile casi un deporte nacional. No se puede condenar al régimen cubano y aprobar el gobierno de Pinochet, y tampoco se puede condenar al régimen militar chileno y aprobar regímenes parecidos en otras latitudes. Si estás con la democracia, pues estás en contra de todas las dictaduras, tengan estas el color que tengan.

-¿Cómo ha vivido estos meses pandémicos?

-Los he vivido como todos: abrumado. Constante y crecientemente abrumado. La familia, las amistades, y también la lectura, la escritura, el ejercicio físico y la posibilidad de ver buenas películas o series han sido mis mejores ayudas. Y también el hecho de haberme involucrado en el proceso constitucional que estamos viviendo. Cada cual tiene que buscar y encontrar sus propios paliativos para no sucumbir ante este largo y penoso momento. "Resistiré´" se llama la canción del Dúo Dinámico que cantaban los madrileños en los balcones de sus casas y departamentos en pleno confinamiento. ¿Resistir a qué? A los vientos de la vida cuando soplan fuerte. ¿Y resistir cómo? Como el junco que se dobla y siempre sigue en pie.

-¿Le da tranquilidad la llegada de la primera remesa de vacunas?

-Nadie tiene ya tranquilidad y será muy difícil recuperarla. Pero la vacuna da esperanza acerca del control de la pandemia. Lo que estamos viviendo es abrumador y fuente de mucho daño a las personas, de algunos de los cuales ni siquiera somos conscientes.

-¿Sirvió el proceso constituyente como válvula de escape al estallido social y también a la ansiedad por la pandemia?

-Es mucho más que una válvula de escape: se trata de un camino institucional para poner nuestros desacuerdos sobre la mesa, buscar acuerdos, votar cuando estos no se produzcan, y llegar a tener una nueva Constitución para la República de Chile. De eso se trata, ni más ni menos, y como todos formamos parte de la república, la Constitución tendrá que ser de todos y no la imposición de un sector sobre otro. No podemos ni debemos repetir la experiencia de la Constitución de 1980 ni transformar la nueva Constitución en una especie de revancha contra la que desde entonces nos rige. La nueva Constitución será un acto de soberanía y no de venganza.

-¿Es una señal de esperanza?

-¿Esperanza? Siempre hay que tenerla, pero no necesariamente en los dioses, sino en nosotros mismos y en la madurez de la sociedad chilena después de 210 años de vida independiente.

-¿Cómo evalúa, a grandes rasgos, la actuación del Gobierno ante la pandemia?

-¿Qué gobierno lo ha hecho realmente bien ante un fenómeno tan inesperado, global, grave, persistente y con efectos sanitarios, sociales y económicos tan hondos y adversos? Como todos los gobiernos, el de nuestro país ha tenido aciertos y errores y no se lo debe juzgar solo por los primeros ni únicamente por los segundos. Los gobiernos son siempre autocomplacientes y las oposiciones críticas, pero ante un hecho como la pandemia tanto aquél como ésta deberían hacer un esfuerzo por ser más objetivos y, desde luego, más colaborativos de lo que han sido hasta ahora.

-¿Qué le ha parecido el ejercicio del retiro de fondos de las AFP?

-Una medida de emergencia y no una política pública como se ha dicho erróneamente. Las políticas públicas son el resultado de diseños reflexivos que incluyen diagnósticos, antecedentes, estudios, objetivos de mediano y largo plazo, institucionalidad, presupuestos, gestión; en cambio, las medidas de emergencia, como su propio nombre lo indica, tienen que improvisarse y adoptarse sobre la marcha. Los retiros fueron buenas medidas de emergencia, y no se las puede juzgar con los criterios con que se evalúan las políticas públicas. Una política pública, por ejemplo, podría apuntar a un estricto cuidado en el uso del agua para consumo doméstico, pero la emergencia de un incendio en una vivienda podría exigir utilizar en apagarlo toda el agua de que se dispone en ese momento, incluida la de los vecinos.

-¿Cree que será muy ardua la labor de la Convención Constituyente? Nueve o 12 meses no parece mucho tiempo para hacer una nueva Constitución...

-Es un tiempo adecuado, aunque igual su trabajo será arduo y exigente. ¿Y sabe por qué? Porque la Convención tendrá que dedicar parte importante de su tiempo a escuchar. Tendrán que escucharse sus propios integrantes, unos a otros, pero habrá que escuchar también a la ciudadanía, a las organizaciones de la sociedad civil, tanto nacionales como regionales, y sean ellas de trabajadores, de estudiantes, de empresarios, de emprendedores, de la cultura y las artes, de nuestro sistema judicial, de las fuerzas armadas, etc.

-¿Qué opina de la regla de paridad para la Convención?

-Acertada me parece, y toda una experiencia a nivel incluso mundial.

-¿Y de los escaños reservados para pueblos originarios?

-Una determinación justa y que hará bien al trabajo de la Convención y a las regiones donde se concentran mayormente esos pueblos.

-¿Es razonable que haya temas que la Convención no pueda alterar, como el carácter republicano y democrático de Chile?

-¿Alguien al interior de la Convención podría proponer que dejáramos de ser una república o que abandonáramos la democracia como forma de gobierno? Impensable. Lo que habrá que hacer con ocasión del nuevo diseño constitucional es ponernos más a la altura de ambas palabras. República no es solo lo opuesto a monarquía; es también una condición que obliga al Estado y a los ciudadanos a trabajar más duro por el interés general. La república se relaciona así con la probidad y el sentido de país. Y en cuanto a la democracia, se trata de mejorarla y no de fantasear con otra forma de gobierno que la reemplace.

-¿Y hasta dónde se podría llegar en temas emergentes como el estatuto de los animales o un nuevo concepto de familia?

-La familia, como todas las instituciones humanas, cambia con el tiempo y su significado se vuelve más amplio y complejo. Y en cuanto a los animales no humanos y en general a la naturaleza de la que la especie humana forma parte, debería consagrarse el deber del Estado y de la sociedad de valorar y respetar la biodiversidad del planeta. La naturaleza no es algo externo, formamos parte de ella.

-¿Tiene algún proyecto o idea que considere fundamental proponer para la nueva Constitución?

-Una primera disposición como esta: "Las personas nacen y permanecen iguales en dignidad y en esta se basan derechos fundamentales que se reconocen a todas ellas sin excepción". Un principio superior como ese podría orientar todos los posteriores debates sobre las distintas materias o asuntos que regulará la nueva carta fundamental y no sólo el concerniente al capítulo sobre derechos fundamentales, donde estarán todos y no sólo parte de ellos.

-¿Qué configuración considera que debe darse a los derechos sociales?

-Una más amplia y moderna, tanto en los contenidos de los derechos como en sus garantías, que la muy mezquina que les dio la Constitución del 80. Los derechos sociales se relacionan con ciertos bienes básicos sin los cuales nadie puede llevar una vida digna, responsable y autónoma. Derechos civiles o personales, desde luego; derechos políticos, cómo no; pero también derechos sociales y medioambientales.

-¿Por qué cree que los alcaldes han tomado tanta importancia en la discusión política: le simpatiza o no el fenómeno?

-Por su indudable mayor proximidad con los habitantes y sus problemas reales y cotidianos. En Chile el poder político está mal distribuido: mucho en la Presidencia de la República y poco en el Congreso Nacional; excesivo en el nivel central y escaso en los niveles regionales, provinciales y comunales. Es de esperar que la nueva Constitución corrija eso. Una Constitución democrática organiza el poder político, pero también lo divide, lo limita y lo controla. Más poder para los municipios, por cierto, pero también más controles, puesto que se tiene la impresión de que los mayores niveles de corrupción se encuentran en ellos, no en todos, claro está, pero sí probablemente en muchos. Demasiados poderes discrecionales en los alcaldes, asimismo, y pocas competencias para los concejos municipales: también esto tendría que ser corregido.

-Dos alcaldes encabezan las encuestas presidenciales. ¿Cuál es su favorito: Lavín o Jadue?

-Uno y otro tienen menos de un 10% de intención de voto, o sea, nada. Esperemos, mejor. El principal de nuestros asuntos, durante todo el próximo año, tiene que ser el trabajo de la Convención Constitucional y el manejo de la crisis sanitaria, social y económica que trajo consigo la pandemia. Al lado de eso lo de tantísimos "disponibles" para llegar a La Moneda resulta un asunto claramente secundario en este momento.

-¿Algún deseo navideño para el país?

-¿Puedo permitirme una frivolidad? Que vuelvan el fútbol y la hípica con público en las tribunas, lo cual está supeditado a algo previo y principal: el control del covid-19 mediante un proceso de vacunación masiva y una mayor conciencia y cuidado de parte de todos.

"Lo malo es que en el Frente Amplio hay a lo menos vocerías que no se muestran enteramente amigas de la democracia ni los derechos humanos, aunque no en Chile, desde luego".

"La vacuna da esperanza acerca del control de la pandemia. Lo que estamos viviendo es abrumador y fuente de mucho daño a las personas, de algunos ni siquiera somos conscientes".

"No podemos ni debemos repetir la experiencia de la Constitución de 1980 ni transformar la nueva Constitución en una especie de revancha contra la que desde entonces nos rige".

"¿Alguien al interior de la Convención podría proponer que dejáramos de ser una república o que abandonáramos la democracia como forma de gobierno? Impensable".

"NO INDULTARÍA A NINGUNO DE LOS QUE DESTRUYERON O SAQUEARON"

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Sobre la idea de indultar mediante una ley a personas que están presas por el estallido social, Squella dice que "lo que más me llama la atención es que los organismos públicos involucrados en esto no se pongan de acuerdo en los números, en el número y condición de los afectados: algunos parlamentarios, el Ministerio del Interior, el Ministerio Público, la Defensoría Penal Pública, todos dan cifras diferentes. No soy partidario de los indultos generales. Los tribunales juzgan caso a caso, y no juzgan personas ni menos a colectivos de personas: juzgan determinados actos de determinadas personas que pueden ser constitutivos de delitos. No indultaría a ninguno de los que destruyeron, saquearon o incendiaron pequeños negocios del centro de Valparaíso, cuyos dueños y empleados viven probablemente en los mismos cerros que los saqueadores".