El Profesor Hernan Molina Guaita
Tranquilamente, como era su estilo, dejó esta vida el hombre de fe, de familia y de derecho don Hernán Molina Guaita (1932-2020).
Su vocación jurídica encontró cauce, cuyas aguas nunca se agotaron, primero como alumno distinguido de la Universidad de Chile, a la vera de los grandes maestros del Derecho Constitucional y de la Historia Constitucional, Gabriel Amunátegui Jordán y Guillermo Feliú Cruz. Y, luego, con el decisivo llamado del cientista político y constitucionalista Mario Cerda Medina, quien, con mirada certera, lo condujo al Departamento de Derecho Público de la Universidad de Concepción, donde transcurrieron los casi 50 años de su distinguida trayectoria académica.
Fueron estos los campos feraces en que la sana docencia, la investigación y las numerosas obras escritas del profesor Molina crecieron con firmes raíces y con fecundas cosechas. No poco es que, por ejemplo, dos de sus libros, "Instituciones Políticas" y "Derecho Constitucional", han tenido 12 y 15 ediciones, respectivamente. Y que solo unos días antes de su partida se le buscara por una editorial nacional para reeditarlos.
Como académico, caracterizado por sus profundas lecturas, que no conocieron límites, por lo detenido de sus estudios y por sus sabias exposiciones, cruzó con éxito todas las disciplinas propias que se asocian a la formación superior. No constituyó, entonces, novedad que fuera distinguido, por la Asociación Chilena de Derecho Constitucional, como Maestro del Derecho Constitucional y que en el año 2014, esa misma corporación científica publicara un libro en su homenaje, en que veinte especialistas escribieron sobre un tema crucial: "Gobierno. Presidente de la República"
La docencia, la relación profesor-alumno, la comprendió no como una oportunidad de exhibir conocimientos o difundir ideas propias sino que como una tarea de dar, procurando enseñar a aprender y entregar todos los conceptos, contenidos y experiencias involucradas y así, con el respeto de un catedrático formado, resguardar la libertad intelectual de quienes, como estudiantes, estaban a su cargo formativo. Por otra parte, su sentido innato de la justicia confirmaron su buen hacer.
Entre muchas acciones de perfeccionamiento desarrolló las Mesas Redondas de Derecho Público, fue integrante permanente de las Jornadas Chilenas de Derecho Público, dos de las cuales presidió; e intervino como relator en Congresos Internacionales en Canadá, Venezuela y Brasil. Y entre otras entidades científicas integró la Asociación Chilena de Ciencia Política, el Instituto de Docencia e Investigación Jurídica , la Asociación Internacional de Antiguos Estudiantes de Derecho Comparado de Estrasburgo y la Asociación Chileno-Argentina de Derecho Constitucional.
En todas aquellas actividades dejó una impronta de seriedad, profundidad y sentido de lo que es el Derecho Constitucional, que lo entendía unido a las finalidades mismas de la Nación, a los Derechos Naturales y a la estructura y funciones de los Poderes del Estado, unidos al ser constitucional de cada pueblo.
Pero cuanto se diga de su actuar como profesor y constitucionalista, no puede sino destacarse su capacidad de aconsejar, perteneciendo a esa categoría de personas a quienes siempre se recurre en momentos difíciles. Y su lealtad y palabra a toda prueba. Todo ello, y mucho más, enmarcado por un carácter afable y bondadoso. Y en él, presidido siempre por sus intensas convicciones y práctica de vida de religión.
Aún cuando sorprendido ante su partida, de cara a ésta y con la presencia de su vida, cobra realidad lo recordada por una joven profesora del Departamento de Derecho Público: "La suya fue la muerte de un justo".
Sergio Carrasco Profesor de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Concepción.