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Un nuevo desafío para la educación

Dr. Iván Navarro Abarzúa, Presidente Foro de Educación Superior AEQUALIS,
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La tragedia que vive hoy el mundo por el covid-19 obliga al ser humano a tomar una serie de decisiones que sin duda cambiarán el estilo de sociedad en que hemos vivido hasta ahora. Como educador, me preocupa en qué dirección y con qué ritmo repercutirán dichos cambios en educación.

Desde ya y con todas las desventuras que ha traído, el coronavirus ha obligado a muchos países y también a Chile, a interrumpir la actividad educativa presencial en todos sus niveles y a adoptar formas de educación on line, que la gran mayoría de las instituciones educacionales no habían aplicado sino solo ocasional o parcialmente, involucrando de paso a la familia, hecho que rompe la tendencia a un renunciamiento de ésta en la educación de los hijos, que venía generalizándose peligrosamente.

Esta transición crea, para los educadores, el desafío de ser protagonistas de un cambio educacional en que, por de pronto, lo presencial y lo virtual se integren y originen una educación de mejor calidad y adecuada a las exigencias de desarrollo del país. Ha llegado el momento de esforzarnos por crear políticas educativas que promuevan un cambio metodológico y curricular de fondo, una reconfiguración de los perfiles de formación de docentes y profesores, y una estrategia que fomente la investigación y experimentación educacional, a fin de darle al sistema educacional un soporte que hoy no tiene y que se echa mucho de menos, especialmente en la renovación de sus contenidos culturales, en su articulación curricular y en la eficiencia de su implementación tecnológica. Para ello deberemos trabajar por superar la educación frontal, que se da entre cuatro paredes, integrándola al mundo de la tecnología, de la producción y el trabajo, de la administración y las comunicaciones, de los ecosistemas en los que transcurre la vida real.

Sin que nos hayamos percatado, poco a poco ha surgido un entorno virtual de aprendizaje que ha crecido paralelamente al desarrollo tecnológico y cultural. Si bien es cierto, los estudiantes parecen estar preparados para este cambio, por su habilidad para desenvolverse en los espacios virtuales, plataformas, páginas web y programas informáticos, no ocurre siempre lo mismo con los educadores, pues los actuales perfiles profesionales no contemplan el uso de medios on line, en la dimensión que exige el mundo que vivimos, especialmente el tecnológico y comunicacional. Aquí seguramente se potenciará muy fuerte una demanda a la responsabilidad de las Universidades, que son las habilitadas para formar profesores y docentes, tendientes a generar estrategias nuevas que confluyan en perfiles profesionales, ahora sí, adecuados a las exigencias de los estudiantes y de las familias, al desarrollo científico- tecnológico y al del país en general.

En este esfuerzo, el Estado tiene que jugar un rol articulador y posibilitador, garantizando una voluntad política que hoy es un poco más proclive al cambio educativo, pero que debe serlo mucho más aún. Es la tarea pendiente.

Calidad de la educación: crisis silenciosa

Dra. M. Jacqueline Sepúlveda C., Directora Academia de Innovación, Universidad de Concepción,
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La pandemia por covid-19 ha desatado una crisis sanitaria con consecuencias económicas y psicosociales. Por su parte, el impacto en la Educación es global; cerca de 1.600 millones de niños y jóvenes no están asistiendo a sus establecimientos educacionales en 189 países, lo que representa más del 90 % de los estudiantes en el mundo. En Chile, la cifra es cercana a 5 millones de estudiantes, cuyas diferencias al acceso de Internet, ha visibilizado las inequidades del sistema y desencadenado otra crisis, una crisis silenciosa: la calidad de la educación.

En Educación Primaria, una muestra de esta crisis es el indicador de Pobreza de Aprendizajes, del Banco Mundial, que mide el porcentaje de niños que a los 10 años no pueden leer ni comprender un texto simple, es de 37 % para Chile. Este indicador, en el caso de Latinoamérica y el Caribe es de 51%, que está lejos del promedio de Europa o Norteamérica que es de 13% y 7%, respectivamente.

En el ámbito de la Educación Secundaria, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), realiza cada tres años la prueba PISA (Programme for International Student Assessment), que evalúa competencias en Lectura, Matemáticas y Ciencias Naturales, a estudiantes de 15 años. En esta prueba, los estudiantes chilenos obtuvieron 459, 423 y 447 puntos en Lectura, Matemáticas y Ciencias respectivamente, y aunque lideran a nivel latinoamericano, se ubican bajo el promedio de los países de la OCDE.

Con respecto a la Educación Superior, según el informe de Education at a Glance 2019, en Chile tan solo el 16% de los estudiantes terminan su carrera en los plazos formales, la tasa más baja de los países miembro de la OCDE y, resulta ser aún más desalentador, cuando al agregar dos años adicionales a la duración de la carrera, solo cerca del 50% logra completar sus estudios. Claramente estos indicadores de resultados de aprendizaje y de calidad de la Educación se verán agravados por efecto de la pandemia, sin embargo, el debate actual solo se centra en las condiciones necesarias para retomar las actividades presenciales en el caso de los estudiantes de educación primaria y secundaria o en la búsqueda de financiamiento estatal adicional para el caso de la educación superior.

Es hora de ser honestos y reconocer que el talento se distribuye de forma homogénea, pero no así las oportunidades. Si Chile verdaderamente quiere vencer esta pandemia, no solo debe superar la crisis sanitaria, sino también debe comenzar a lidiar con la crisis silenciosa de la calidad de la Educación. Esto significa terminar con las desigualdades, disminuir las brechas de acceso al mundo digital y las inequidades territoriales y centrar la atención en la comunidad educativa y en la certificación de resultados de aprendizajes y competencias globales, en niveles continuos y crecientes, con una ruta de aprendizaje que oriente y fomente la motivación a aprender y guíe la trayectoria académica y laboral de los estudiantes.

En tiempos de incertidumbre, apostemos a la ciencia

paulina assmann, Seremi Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación Macro Zona Centro Sur,
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Atravesamos tiempos cargados de incertidumbre. No sabemos cuán profundo será el impacto de la actual crisis sanitaria en nuestra salud, economía, empleo, si acaso continuará el confinamiento y, en definitiva, cómo impactará la nueva normalidad que trajo consigo el covid-19.

Convivir con esta falta de certezas no es fácil. Hay desafíos, algunos muy cotidianos, que requieren de un conocimiento claro sobre el coronavirus. Fundamentalmente porque en el contexto de la pandemia, no solo hay efectos biológicos clínicos, sino también un cambio cultural complejo, en el mundo del trabajo que ahora se desarrolla mediado con tecnologías, o sociales, como el impacto que ha tenido el confinamiento en los índices de alcoholismo o, más grave aún, en casos de violencia intrafamiliar.

Sin embargo, hemos visto a lo largo de la historia, que es en estos momentos de crisis cuando el ingenio humano logra grandes revoluciones científicas y tecnológicas.

Y es que los tiempos problemáticos nos mueven a pensar en soluciones.

En estos días, la pandemia ha llevado al mundo de la ciencia hacia un mejor conocimiento de este virus. Hay laboratorios que han buscado certificarse para sumar capacidad de diagnóstico, hay alianzas entre la academia y empresas que están coordinándose con miras a la fabricación local de ventiladores mecánicos de emergencia, hay científicos que han diseñado la logística para cierres intermitentes de zonas, de turnos inteligentes para proteger al personal de la salud, como también aportando al monitoreo de aguas servidas, experimento que nos permitiría tener información tanto de los casos sintomáticos como asintomáticos de una comunidad con anticipación.

Se trata de esfuerzos que demuestran que en el país, y en la macrozona centro sur, hay capacidades instaladas en cuanto a investigación y desarrollo en nuestras universidades y centros de investigación de excelencia, que existe un ambiente con la madurez suficiente como para entregar una respuesta.

En ese sentido resulta muy relevante el anuncio del Gobierno de crear un fondo, de $2.300 millones, para desarrollar investigación en torno al covid-19. En línea con los esfuerzos que hacen países como Alemania, Francia o EE.UU., el fondo busca movilizar a la comunidad de investigadores e investigadoras en Chile para comprender y desarrollar medidas y estudios desde las ciencias naturales, exactas, sociales, humanidades y artes, que nos ayuden a comprender y fortalecer nuestras capacidades de respuesta.

Se trata de la primera vez que el país decide poner al conjunto de su comunidad científica a enfrentar una emergencia de esta magnitud, situación en la que el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, y la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo han tenido un rol preponderante, pues nunca se había tomado la decisión de reorientar recursos de investigación a un problema inmediato.

La iniciativa tiene otra ventaja, y es que permitirá investigar los efectos de la pandemia mientras esta se está desarrollando, no uno o dos años después. Y, como se entregarán recursos a investigadores, universidades, centros de investigación nacionales, tendremos las respuestas no solo a tiempo, sino que se podrán diseñar medidas acorde a nuestra cultura, a nuestro territorio y a nuestra propia realidad.

Por cierto, un requisito es que todos los resultados y bases de datos generados con este fondo, deben ponerse a disposición de la ciudadanía en forma gratuita y sin restricción, para fomentar la creación de una cultura científica. La convocatoria al Fondo de I+D covid-19 cierra el 22 de mayo y entregará recursos por hasta $90 millones por proyecto, los que deberán comenzar su trabajo en mayo de 2020.

Atravesamos tiempos cargados de incertidumbre, es verdad, pero en estos tiempos complejos tenemos una certeza: se ha hecho una apuesta por la ciencia y la historia nos demuestra que cumple.