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Enseñan cómo comunicarse con personas con hipoacusia

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Según la Sociedad Geriatría y Gerontología de Chile en el país las alteraciones de la audición en personas mayores de 65 años llegan al 76% de la población y en mayores de 80 años la incidencia sube al 90%. Parte esencial del cuidado a su salud integral es saber comunicarse con ellos, sobre todo durante la crisis sanitaria provocada por la pandemia mundial del coronavirus para mantenerlos informados y también tranquilos.

Ante esto, desde los Centros Auditivos Gaes recomiendan, primero, hablarles de frente y sin taparse la boca tomando los resguardos necesarios (como la distancia), pues esto les ayudará a leer los labios y evidenciar la expresión facial para entender el mensaje. Esto también es útil si se habla mediante videoconferencias.

Aunque no hay que hablar con volumen bajo tampoco hay que gritarles, pues aclaran que los ruidos de alta intensidad molestan a los ancianos y se puede distorsionar el mensaje. En este sentido, también es clave evitar el ruido de fondo, como el sonido de un televisor encendido y hasta las conversaciones alrededor.

Si la persona usa audífono hay que asegurarse que tenga pila en buen estado, cuya duración puede variar de 7 a 15 días según su uso y calibración del aparato. También dicen que hay que verificar que éste se encuentre funcionando y que el conducto o molde por donde sale el sonido del audífono al oído esté libre de cerumen.

Si las consideraciones expuestas no son suficientes, aseguran que usar gestos y señas o escribirles es muy importante.

Polímeros: héroes anónimos en la lucha contra las enfermedades

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Al observar hoy acerca de esta tremenda batalla a nivel mundial, del personal médico y las autoridades, contra la covid-19, recordé que en toda guerra siempre existen héroes anónimos, cuyos nombres no se recuerdan e incluso su presencia pasa inadvertida, pero que sin su valiosa participación sería imposible lograr la victoria.

Eso precisamente está ocurriendo con muchos materiales plásticos, que son fundamentales para ganar esta tremenda lucha de la humanidad, que es una más en esa intensa y milenaria guerra contra las enfermedades. En siglos pasados murieron millones de personas, simplemente por no contar con elementos protectores para aislarse de hongos, bacterias y virus.

En la actualidad, prácticamente todos tenemos acceso a mascarillas, barbijos o tapabocas, que son elaborados en base a polímeros. Vale consignar que la capacidad filtrante del 95% de partículas en el aire de las mascarillas N95, que se fabrican con un tejido de poliéster, es un polímero sintético, es decir, un material plástico. No existe ningún material de origen natural que iguale o supere las cualidades del poliéster para esa función, incluso capaz de filtrar agentes infecciosos tan pequeños como el coronavirus.

Otros héroes anónimos son las jeringas, inyecciones y sueros desechables, fabricadas con polipropileno y un caucho termoplástico, otros materiales plásticos. ¿Qué sería de las grandes campañas de vacunación o los tratamientos médicos sin esos aliados silenciosos?

Y, ¿a quién se le ocurriría ver al personal médico sin portar sus trajes descartables?, fabricados con tela no tejida de polipropileno o de poliéster, impermeable a la sangre, estéril o no estéril, desde batas, mandiles, gorros y otros accesorios. Y en los hospitales y centros asistenciales, por ejemplo, un respirador artificial contiene más de un 50% de piezas plásticas, como tubos, mangueras, conectores, bolsa inflable, soportes y bases.

Sin estos materiales plásticos, que forman parte de ese armamento tecnológico para protegernos de los agentes infecciosos, la humanidad bien podría tener perdida su batalla y retrocederíamos en el tiempo, a épocas pasadas, donde los fallecidos se contaban por cientos de miles y hasta por millones.

Eso sí, por muchos beneficios que tengan estas aplicaciones y materiales en base a plásticos, no olvidar que mascarillas, inyecciones, trajes y lencería médica, por nombrar algunos, son artículos descartables y su disposición debe hacerse de forma inteligente. De lo contrario, todo lo ganado en la batalla contra enfermedades bien podría ser a costa del medioambiente.

Y ojo ahí, si esto no se hace bien, la culpa no es del plástico, sino del hombre. Un poco lo mismo que ocurre con las tan satanizadas bolsas y botellas, donde aquellos elementos no llegan por sí solos a los océanos ni a bellos paisajes. Alguien los puso ahí, adivinen quién.

coordinador OTL Centro de

Investigación de Polímeros

Avanzados (Cipa)