Conce a Mil: para empatizar frente al dolor de los demás
Con una versión -la segunda realizada en las dos salas del Teatro Biobío- de carácter intimista, provocadora y con textos cargados de una dolorosa honestidad, el Festival de Teatro Conce a Mil, supo ponerse en sintonía con el paisaje de un Chile post estallido del 18 de octubre. Tuvo en el recinto cultural de la Costanera un espacio de reflexión y encuentro. Dos aspectos necesarios en un paraje social donde las expresiones artísticas, los actores y el medio escénico/teatral, tienen mucho que decir, entregar y permitir, a través una parrilla de 10 montajes muy bien seleccionados para la ciudad.
Ocupando prácticamente toda la extensión del recién finalizado primer mes de este 2020, la programación de esta novena versión histórica fue distribuida en dos partes. El inicio estuvo de la mano de las interesantes apuestas "Mano de obra" y "Medea". En sus respectivas entregas, las compañías Teatro La Memoria y Teatro Reconstrucción, mostraron puestas en escena cargadas de simbolismo y contingencia, hechas para que su apreciación en sala sean atentas y consecuentes por parte del público.
Si los anteriores montajes tuvieron como conexión su desarrollo en sala, ésta fue una marca en la parrilla de los 10 montajes seleccionados en el festival organizado por Teatro Biobío, la fundación Teatro a Mil y el municipio penquista. La excepción, porque hablamos técnicamente de un pasacalle, fue la apuesta que dio por iniciada la segunda parte del evento en la capital regional. "El jardín de ángeles", que convocó a unas 14 mil personas en el Parque Ecuador, fue la excusa para que los presentes se sintieran protagonistas de un momento mágico, intenso y bello, que cruzó los cielos y los pastos del parque, en un tránsito que, de manera simple y lúdica, captó la atención de los presentes.
La obra de la compañía Belga, Teather TOL, fue una suerte de escapada por la imaginación y sensibilidades de este bello "jardín", que se reflejó durante una hora en un título de múltiples lecturas y entradas. Uno que, ciertamente, le dio un barniz de calma y contemplación al contexto de jornadas que han sido agitadas.
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Considerando un montaje pensado para la lúdica participación de niños y grandes que no han dejado de ser niños, hay que destacar la presencia este año de Tom Flanagan. Es que simplemente, lo que hizo el acróbata australiano, a través de "Kaput" fue llevar a la colmada audiencia de la Sala Principal del Teatro Biobío por un viaje en el tiempo. En este caso, cargado de cine mudo, de silencios, un ejecutante y un pianista, que hicieron del sonido y los objetos hallazgos mágicos para contar una historia que, durante una hora, hizo que las sensibilidades transitaran por la risa y la comedia, la ternura y la nostalgia de instantes que se agradecen por su simpleza y funcionalidad escénica.
Contando con la siempre aportadora presencia de los locales de La Otra Zapatilla -"El absurdo tesoro de la miseria" y "2070 el último documental animal"- este año tuvo en especial énfasis en dos montajes que brillaron por su sinceridad y entrega de relatos conmovedores y atentos, sentidos y dolorosos.
"Excesos", en la potente versión dirigida por Cristián Plana, tuvo en Alfredo Castro la personificación simbólica del relato del escritor chileno Mauricio Wacquez. Un texto y un desarrollo de no más de una hora, que golpea desde lo simbólico y abstracto, a partir de multilecturas, diálogos y un diseño sonoro que sacan a flote las pesadillas de un autor que expone la frontalidad de lo sexual más allá del género. De ahí lo destacable del trabajo de Plana, quien hizo de la literatura -con algo de "Frente a un hombre armado", novela de Wacquez- una experiencia dramático/teatral de sentida belleza estética.
Lo anterior, para destacar, en el marco de un festival con propuestas desde el centro del relato como también desde los bordes. No hay otra forma para definir y enfrentar la sinceridad textual y gestual de "La ciudad de la fruta". Con dirección de Rodrigo Pérez, texto de Leyla Selman y fuerte presencia de la actriz Catalina Saavedra, en el contexto de un elenco estremecedor y vivo en su actuar escénica, la compañía Teatro La Provincia destaca por la crudeza y poesía que hace del texto de la escritora penquista el tránsito de una sanación frente al abuso que sufrió la autora siendo apenas una niña.
"La ciudad de la fruta", es de aquellos montajes que se sienten como llaves para sanar, si es que se puede, para abrir puertas y sentirse reflejado frente al dolor de los demás, pero de una manera intima, muy de la persona, de cada uno y una.
El abuso cometido por el círculo más íntimo que pueda imaginarse, entre los 7 y 10 años, hacen que el personaje de Saavedra/Selman apunten hacia una catarsis de los propios miedos y aquellos momentos que se prefieren olvidar. Saavedra (personaje) y Selman (autora) exponen con la valentía y crudeza necesaria, los fantasmas transformados en frutas, que podrán seguir doliendo, aunque el camino hacia algo mejor quede propuesto.