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Crisis social, empleo y tecnología

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El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) informó en su boletín trimestral el efecto que está teniendo el estallido social en las cifras de desempleo. En el periodo septiembre-noviembre esta cifra es 6,9% en promedio. Si tomamos en cuenta sólo el desempleo en la población femenina, el número asciende a 7,8% (frente a un 6,2% en el caso de los hombres). Frente a la incertidumbre macroeconómica, las que más pierden son las mujeres.

En el mismo informe se sostiene que aquellas profesiones que más crecieron en empleos son "grupos técnicos y profesionales de nivel medio" (13,6%) y "profesionales, científicos e intelectuales" (8,9%), mientras que los que disminuyeron fueron los trabajos de "apoyo administrativo" (-22,6%).

No somos ajenos a las dudas y miedos que puedan tener los colaboradores, quienes ven en la automatización una amenaza; tampoco nos desligamos de las empresas que necesitan transformarse culturalmente y explorar nuevos modelos de negocios apoyados por herramientas tecnológicas porque de lo contrario enfrentan de manera directa la quiebra.

La sociedad actual y el contexto en el que vivimos exige que nuestras organizaciones sean más ágiles. Aquellas empresas que sean capaces de leer las necesidades del mercado y reconvertir el talento que tienen dentro de sus mismos colaboradores, teniendo como aliada a la tecnología, son aquellas que triunfan frente a la incertidumbre.

En Laboratoria lo hemos visto porque parte de nuestro trabajo es dar una nueva oportunidad laboral a mujeres con un programa de formación y empleo intensivo de seis meses, en metodología bootcamp. Con ello hemos visto que la empleabilidad de aquellas que aprenden a programar puede llegar a 85% y los sueldos que reciben pueden partir desde los $ 800.000 líquidos.

El llamado es a considerar la tecnología y la capacitación como una forma de proteger el empleo y no como una amenaza que avanza de manera veloz y que atenta contra el valor que pueden aportar las personas en sus empleos.

Matías Hoyl, Country Director de Laboratoria Chile.

Buscan monitorear el nivel de la contaminación lumínica

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Científicos chilenos se adjudicaron el financiamiento -por parte de la Agencia Nacional de Innovación y Desarrollo (ANID)- para un proyecto de tres años que creará y lanzará el primer satélite-telescopio espacial (3u-cubesat) diseñado para proteger los cielos nocturnos y oscuros del país.

Eduardo Ibar, académico de la Universidad de Valparaíso e investigador que forma parte del proyecto, señaló que "el crecimiento de las ciudades y por consiguiente el mayor consumo y uso de luz artificial de las localidades cercanas a los observatorios ha provocado un aumento de los índices de contaminación lumínica, lo que implica un incremento en el brillo nocturno, afectando así la calidad de los cielos para la observación astronómica".

Explicó que la tecnología LED ha ganado terreno como opción de iluminación nocturna por sus diferentes ventajas comerciales. Sin embargo, el riesgo del uso de esta fuente de luz fría tanto para la salud humana como silvestre y la proliferación de su utilización en la vía pública, como también en proyectos mineros ubicados en zonas cercanas a los centros de observación, disminuye la visibilidad de las estrellas u otros objetos celestes de estudio.

Y es precisamente por este problema, que podría poner en riesgo la inversión realizada por los consorcios extranjeros en Chile (más de US$7.000 millones), que surgió la idea de construir el Suchai II, para monitorear el nivel de contaminación lumínica desde el espacio, específicamente en las áreas ubicadas alrededor de los observatorios, con el fin de protegerlos.

El Suchai II es un nanosatélite compuesto por tres cubos de 10 cm3 cada uno. En uno de los tres cubos llevará incorporada una cámara óptica con distintos filtros, que monitoreará, en una órbita polar, el territorio nacional durante aproximadamente tres años. Orbitará a una altura de 500 kilómetros de la superficie de la Tierra, pasando a una velocidad aproximada de 7.500 kilómetros por segundo.

El trabajo colaborativo de las universidades contempla el diseño y construcción del satélite por parte de la Universidad de Chile; el desarrollo de la cámara óptica y su caracterización a cargo de la PUC; la calibración en tierra de las imágenes estará a cargo de la Universidad de Antofagasta y el procesamiento de las imágenes desde el espacio será la tarea de la Universidad de Valparaíso.